INDICE
CUENTOS
CLASICOS………………………………………….
SECCION 1
CUENTOS
CORTOS……………………………………………SECCION 2
MAS CUENTOS Y COMO TRABAJAR
CON LOS NIÑOS....................…………………….SECCION 3
CON LOS NIÑOS....................…………………….SECCION 3
MITOS Y
LEYENDAS………………….………………..…….SECCION
4
JUEGOS VERBALES
PARA MATERNAL………………...………….….SECCION
5
COLMOS................……………………………....…SECCION
6
ADIVINANZAS...............……………………….….SECCION 7
TRABALENGUAS..........……………………….….SECCION 8
Cuentos clásicos, cuentos tradicionales y cuentos
populares
En el Bosque de
Fantasías reivindicamos, como no podía ser de otra forma, la lectura y
transmisión de los cuentos tradicionales, con el objetivo de que los niños de hoy puedan conocer, leer, deletrear, cantar y
saborear a todos aquellos personajes con los
cuales crecieron sus padres y abuelos. Y para ello os ofrecemos un amplia
selección de títulos. Una combinación de las historias más actuales, con las
historias de siempre, hará de la hora de la lectura o de la de irse a dormir, un momento completo e inolvidable.
El tren del circo, lleno de
animales, payasos y acróbatas, viajaba a través del campo. La
locomotora iba delante resoplando y arrastrando a los vagones. En cada ciudad
por donde pasaban, el circo daba un gran espectáculo.
Era primavera y las mamás animales esperaban el
acontecimiento más importante del año: la llegada de las cigüeñas que iban a
traer a los bebés. Miraban anhelantes al cielo, y finalmente una cigüeña
entregó un paquete a una joven mamá elefante. La señora Jumbo desenvolvió su
envío y los demás elefantes lo rodearon diciendo:
- ¡Qué bebé tan
lindo! ¡Qué rico es!
De pronto, el bebé hizo una mueca y estornudó. Con
el estornudo desplegó las orejas y todos vieron que eran muy grandes. Los
elefantes empezaron a burlarse:
- ¡Qué enormes
orejas!
– ¡Parece un barco de vela!
– Déjeme que las toque. ¿Serán de verdad?
– ¡Parece un barco de vela!
– Déjeme que las toque. ¿Serán de verdad?
A la señora Jumbo
no le gustaron las bromas y gritó:
- ¡Aparten sus
trompas de mi bebé! ¡No quiero que se metan con él!
El elefantito empezó a llorar, pero la señora Jumbo
lo acercó a su cuello, acariciándolo con la trompa.
- Vas a llamarte
Dumbo, le dijo.
Al día siguiente, el tren paró en una ciudad,
donde los elefantes ayudaron a armar el circo. Hasta el pequeño Dumbo trabajó
al lado de su madre. Por la tarde todos desfilaron por la calle principal.
El primero iba el director del circo; a su lado, dos payasos; después venían
los camellos, leones y tigres, y cerrando el desfile iban los elefantes, con
Dumbo al final.
EL pequeño estaba tan emocionado que tropezó con
sus orejas. Unos chicos traviesos empezaron a tirarle de ellas, riéndose a
carcajadas y burlándose.
- ¡Con esas orejas no te mojarás en días de lluvia!
La señora Jumbo se enfureció, llenó la trompa de
agua y dio un baño a los chavales. Como eso no había ocurrido nunca antes,
todos pensaron que se había vuelto loca. El director del circo mandó encerrar a
la señora Jumbo en un vagón con barrotes. El pobre Dumbo se quedó fuera
llorando, solito y asustado.
- ¡Tú no eres un
elefante, eres un monstruo!
El ratoncito Timoteo apareció para defender al
pequeño y los elefantes huyeron debido al miedo que tenían a los ratones, en
ese momento Timoteo y Dumbo se hicieron grandes amigos. Al siguiente día, el
director del circo decidió que Dumbo trabajara en el número de los payasos.
Montaron en la pista una gran casa de papel, en donde Dumbo tenía que
saltar a través del fuego para caer en la lona de los bomberos pero, al
realizar el salto, cayó de mala manera y la gente se rió a carcajadas. El
pequeño, después del espectáculo, estaba muy dolorido por lo sucedido, Timoteo
al verle en ese estado le dio tanta lástima que tuvo una gran idea:
-Tus orejas parecen alas. Tú puedes volar. ¡Vamos,
empieza a agitar las orejas, arriba, abajo!
-¡Pero los elefantes no vuelan!, protestó Dumbo.
-Ese es su problema, respondió Timoteo. ¿Te acuerdas que te decían que tú no eras un elefante? Tú volarás. Vamos a entrenarte al campo. ¡Date prisa!
-Ese es su problema, respondió Timoteo. ¿Te acuerdas que te decían que tú no eras un elefante? Tú volarás. Vamos a entrenarte al campo. ¡Date prisa!
Dumbo se animó mucho y siguió a Timoteo hasta un
barranco, donde empezaron el entrenamiento. Timoteo mandó a Dumbo que saltara,
agitando las orejas como si fuesen alas pero no se atrevía a saltar solo por lo
que Timoteo se subió en su sombrero. Con su amigo acompañándole se armó de
valor y realizó un espectacular salto, moviendo las alas, pero cayó en plancha
al suelo.
Dumbo y Timoteo probaron muchas veces. Saltaba al
barranco, movía las orejas, pero siempre se estrellaba con el suelo. No
conseguía volar.
Al acabar el entrenamiento los dos estaban tan
cansados que se quedaron a dormir allí mismo. Durante la noche, el pequeño
elefantito soñaba que planeaba en el aire, volando ligero y ágil como un
pajarito hasta que a la mañana siguiente, cuando Timoteo despertó, vio enfrente
a cuatro cuervos.
- ¿Dónde estoy?, preguntó restregándose los ojos.
– Está usted en la copa de un árbol. Y ahora explíquenos cómo usted y ese elefante han conseguido subir aquí, dijeron los cuervos admirados.
– Está usted en la copa de un árbol. Y ahora explíquenos cómo usted y ese elefante han conseguido subir aquí, dijeron los cuervos admirados.
Timoteo se quedó atónito. ¡Era verdad!¡Estaban en
la copa de un árbol!
- ¡Despierta, Dumbo, despierta!, gritó Timoteo muy
excitado. ¡Serás famoso! ¡Puedes volar!
Dumbo despertó, y sólo de pensar que había volado
dormido, se sintió aturdido.
- Vamos, Dumbo, inténtalo ahora. Vamos a volar de
aquí hasta abajo, dijo Timoteo.
Dumbo se lanzó al aire, pero cayó en un charco de
agua que había debajo. Se levantó medio atontado, todo sucio y mojado. Los
cuervos se rieron:
- ¡Ja,ja,ja!¡Lo que faltaba!¡Que los elefantes
volasen!
Timoteo se encaró con ellos:
-¡Ustedes no tienen corazón! ¡Burlarse de un
pobrecillo que nació con orejas como alas!
Los cuervos pidieron disculpas y prometieron
enseñar al pequeño elefante a volar.
- Toma esta pluma mágica, dijo el cuervo. Ella te
hará volar. Nuestros pajarillos aprenden con ella.
Dumbo tomó la pluma mágica con la trompa y cogió
confianza. Agritó las orejas y empezó a volar.
-¡Viva!¡Estas volando!, exclamó Timoteo muy
contento, acomodado en el sombrero de Dumbo.
-¡Vamos a darle un diploma de elefante volador!, dijeron los cuervos, entusiasmados con el alumno.
-¡Vamos a darle un diploma de elefante volador!, dijeron los cuervos, entusiasmados con el alumno.
Dumbo se entrenó bastante y aprendió muchos trucos.
Después, regresó al circo. Timoteo, como siempre, iba escondido en el ala de su
sombrero.
Aquella noche, una vez más, Dumbo tenía que saltar
de la casa en llamas. Pero todo fue diferente: ¡salió volando! El público
aplaudió entusiasmado. Todos estaban admirados de ver un elefante volador, pero
en un pequeño instante mientras volaba perdió la pluma mágica y empezó a caer.
- ¡Puedes volar sin ella, Dumbo! ¡Continúa batiendo
las orejas!, ordenó Timoteo.
Dumbo obedeció y subió de nuevo con el aire. La
gente aplaudía y gritaba:
- ¡Viva, Dumbo, el elefante volador! ¡Viva!.
Érase una vez una humilde joven, cuyo difunto padre había contraído, en una ocasión, matrimonio por segunda vez. A la pérdida de sus queridos padres, se sumaba ahora una nueva familia formada por una antipática madrastra y sus dos hijas caprichosas y descaradas.
Aquella madre y sus hijas trataban muy mal a la
joven huérfana. La obligaban a realizar todas y cada una de las tareas
de la casa, y destinaban para su vestimenta andrajos, mientras ellas se
engalanaban con las telas más ricas jamás habidas y con los mejores
perfumes. A Cenicienta, que así la llamaban por su color de piel
tiznado de las cenizas que a menudo barría junto a la chimenea, su madrastra y
sus hermanastras la envidiaban a más no poder por la enorme belleza que a cada
paso irradiaba.
Y de este modo, decidieron burlarse una vez más de
ella, con motivo del baile que el príncipe de aquel lugar pensaba organizar
para buscar esposa. ¡Cuánto se había ilusionado la pobre Cenicienta con la
noticia de aquel baile, pensando que al menos por un día podría dejar
de barrer y vestirse elegantemente! Sin embargo, aquel no era el destino que su
madrastra tenía pensado para ella. Aquella egoísta y cruel mujer, que había
visto en la fiesta la ocasión perfecta para casar a una de sus hijas y
emparentar con la mismísima realeza, decidió prohibir a Cenicienta acudir a
aquel baile, recordándola al paso sus tareas en el hogar. Procuró la madrastra
buenos y ricos vestidos a sus hijas para el baile, las cuales presumían frente
a una desconsolada Cenicienta.
Llegado el día, Cenicienta observaba deslumbrada
los preciosos vestidos de sus hermanastras, al tiempo que las peinaba:
·
¡Qué desgraciada
soy!- Dijo para sí Cenicienta sollozando, mientras observaba a la madrastra y a
sus hijas partir finalmente hacia el baile del príncipe.
Cuando de pronto, una luz muy
brillante se apareció al fondo de la chimenea, que se encontraba apagada.
·
No llores más
niña- Dijo una voz muy suave y cálida.
Cenicienta levantó la cabeza, y divisó frente a
ella a un hada que sonreía a la joven con mucha ternura:
·
Por haber sido una
joven tan buena, te concederé el deseo de acudir al baile del príncipe.
·
Pero yo no tengo
ropas adecuadas para acudir, solo tengo ropas para limpiar la casa- Replicó la
joven triste y aturdida.
El hada condujo a Cenicienta hasta el jardín, y
allí como de la nada, surgió una enorme calabaza:
·
Tu carruaje te
espera. ¡Corre!- Exclamó el hada.
·
Pero… ¿Cómo? Si es
solo una calabaza- Contestó Cenicienta muy confundida.
Y de pronto, al posar su mano sobre la gran
calabaza que había brotado en el jardín, ésta se convirtió en un hermoso
carruaje, y Cenicienta pasó de estar vestida con ropas humildes y estropeadas,
a lucir el vestido más brillante y bello que había visto jamás.
·
Ve, pequeña. Pero
antes de que den las doce, deberás estar de vuelta en casa- Dijo el hada a
Cenicienta, mientras le entregaba unos preciosos y brillantes zapatos de
cristal.
Deslumbrados quedaron todos los asistentes que
habían acudido al palacio del príncipe, cuando Cenicienta apareció en el salón
de baile. Tan preciosa y cambiada estaba, que ni su madrastra, ni sus hijas,
reconocieron bajo el vestido a la humilde joven, que disfrutó y bailó como
nunca lo había hecho junto al príncipe, al cual no le había pasado
desapercibida la presencia de la joven que irradiaba felicidad.
Las horas se le hicieron segundos a Cenicienta, y
el reloj marcó las doce en el salón de baile. Rápida, sin despedirse del
príncipe, y perdiendo en la carrera hasta uno de sus bellos zapatitos de
cristal, emprendió la vuelta a casa que había prometido al hada. Recogió
entristecido el príncipe, el zapato de Cenicienta, con la esperanza de volverla
a encontrar, y decidió al día siguiente buscarla, probando dicho zapato a cada
una de las mujeres jóvenes de la ciudad.
Finalmente, y tras haber probado el zapato a todas
las mujeres del pueblo, terminó el príncipe en casa de Cenicienta. Tras
probarse la madrastra y sus dos hijas el zapato de cristal, Cenicienta hizo la
prueba, y al fin el príncipe (muy sorprendido por ver a la joven con aquellas
ropas y rodeada de útiles de fregar), pudo reconocer a la joven que tanto había
buscado de aquí a allá.
Propuso tras la prueba el príncipe matrimonio a
Cenicienta, y de este modo la joven pudo abandonar la casa que tanto sufrir la
había hecho, y ser feliz a partir de entonces y querida de verdad.
Érase una vez un reino muy lejano, cuyos
reyes tuvieron a una preciosa niña.Llegado el bautizo de la recién nacida,
celebraron una gran fiesta a la cual invitaron a todas las
personalidades y vecinos de lugar. A todos, menos a un Hada Malvada que
habitaba por las cercanías del castillo de sus majestades los
reyes, de la cual se habían olvidado completamente.
Muy indignada por el agravio, el Hada
Malvada decidió presentarse en el castillo el día de la fiesta en
honor a la pequeña niña. Sigilosa, se situó ante la pequeña y,frente
a su cuna, pronunció el hada unas terribles palabras con las cuales
pretendía castigar a los reyes condenando en el futuro a la pobre e inocente
niña:
·
Cuando
cumplas quince años, te situarás frente a una rueca de costura, te
pincharás con su aguja al enhebrar el hilo, y morirás- Exclamó enérgicamente
el Hada Malvada observando a la princesa.
Afortunadamente, en aquel momento, un Hada
Buena que había acudido a la fiesta de los reyes escuchó el maleficio,
y una vez había marchado el Hada Malvada, decidió revertir su
embrujo con las siguientes palabras:
·
Que esta inocente
niña no muera llegado ese día, y que a cambio, permanezca dormida
profundamente- Dijo el Hada Buena, compungida ante la maldad
delHada Malvada y de su encantamiento.
Su padre, el rey, muy asustado ante el maleficio
que el Hada Buena le había dicho presenciar, decidió acabar
con todas las ruecas habidas en el castillo y así proteger a la joven princesa
de que se pudiese finalmente pinchar. Sin embargo, llegado el plazo previsto
por el Hada Malvada, la joven niña se topó misteriosamente en un
rincón del castillo con una anciana que, sentada en una rueca y como surgida de
la nada, la invitó a aprender a hilar. Y nada más comenzar a hacerlo, la
princesa se pinchó con el huso cayendo profundamente dormida sobre el suelo
frío del castillo real. ¡Qué tristes se encontraban los reyes observando a su
niña tendida sobre una cama sin poder despertar!
El Hada Buena, conmovida ante la
injusticia, decidió de nuevo probar con la magia una argucia para poderlo
arreglar. Y de este modo, y para evitar que nadie sufriera alrededor de la
joven niña, decidió que todo el castillo la acompañase en el sueño, hasta que
el encantamiento llegase un día al final.
Pasaron así cien años enteros, en los cuales el
reino vivió con un castillo silente y eclipsado en el tiempo. Así, hasta que un
día un joven príncipe que paseaba a caballo por el lugar, de pronto se perdió
entre la espesura del bosque que había crecido y ocultado el castillo ante los
ojos de los nuevos habitantes del reino. Una vez llegado a las puertas de la
fortaleza real, el joven no dudó ante el silencio en seguir adentrándose con su
caballo, para poder descubrir de ese modo qué era lo que sucedía en aquel
extraño lugar. Observó enseguida cuerpos tendidos en los jardines, en las
escaleras, en los pasillos y ¡hasta en las cocinas! Pero mayor fue su sorpresa
cuando en una habitación, y rodeada de flores frescas de mil colores, vio
también a una preciosa joven tendida con las manos entrecruzadas, que parecía
dormir profundamente, lo cual comprobó al escuchar los frágiles latidos de su
corazón.
·
¡Están
vivos!-Gritó el joven príncipe entusiasmado.
A pesar de no entender lo que sucedía a su
alrededor, el joven no conseguía ponerse en marcha, inmóvil como había quedado
ante la enorme belleza de la princesa y su inocente rostro. Pasado el
rato, el joven la agarró fuertemente la mano, y finalmente, a punto de partir,
decidió despedirse de ella dándole un tierno beso en los labios. De pronto, la
princesa abrió lentamente los ojos y, tras ella, todo el castillo despertó. ¡Se
había roto el encantamiento del Hada Malvada! Radiantes de alegría,
agradecieron al príncipe el haberles salvado del maleficio de un sueño eterno,
y de nuevo, llenaron el castillo de fiesta y bailes con los que tiñeron el
reino de auténtica felicidad. Y la princesa Bella Durmiente (que
así fue llamada desde entonces por los habitantes del lugar), rió y bailó como
cualquier muchacha, celebrando la vida junto al también joven príncipe, que ya
no se separaría de ella jamás.
En un pueblecito de la campiña vivía hace muchos,
muchos años, un anciano molinero con sus tres hijos. Un desgraciado día
el molinero falleció y deja en testamento: Al hijo mayor el molino;
al segundo hijo el asno y al de menor edad su gato. Pasados unos días
los hermanos mayores deciden asociarse para sacar mejor provecho a los
bienes heredados.
Por el contrario, el menor de los tres no
estaba satisfecho. Al llegar a casa toma sobre sus rodillas al gato y mirándole
exclama:
-¡Esta es mi herencia!¡Pero que voy a hacer
contigo, si no puedo mantenerme a mí mismo!
En ese momento, el gato que ve que su nuevo amo
está pasándolo mal, habla:
-¡Eh! ¡No te preocupes amigo mío! Todo se
solucionará. Te aseguro que puedo serte útil.
El joven sorprendido le dice: -¡Así que hablas! ¡Es
un buen punto a tu favor! Pero eso no resuelve mis problemas.
-¡Al contrario! – responde el astuto gato –
¡Confía en mí! Tan sólo necesito un bonito traje que favorezca mi figura, un
sombrero con muchas plumas y un par de botas de mi número.
Cuando obtuvo lo que había pedido y se viste con su
magnífica ropa, el gato inicia su plan.
Cogió un saco, una cuerda y un puñado de salvado
del molino y se fue al bosque. Preparó una trampa y capturó unas codornices.
Poco después con el saco a la espalda, silbando de alegría se presenta a las
puertas del Palacio Real.
Ya en el salón, el gato se inclina ante el rey
quitándose el sombrero de plumas.
-¡He aquí, Señor, unas deliciosas codornices, que
mi amo El Marqués de Carabás ha cazado expresamente esta mañana para vos!
El Rey mira complacido y agradece el presente.
Desde entonces no pasa un solo día sin que el gato se acercara a la corte, de
una u otra manera, llevando caza o pesca para el Rey. Naturalmente, se suponía
que todos aquellos presentes los había capturado el mismísimo Marqués de
Carabás, el amo del gato con botas, tal y como llamaban todos a nuestro joven
amigo. Durante varias mañanas, el gato, apostado en un árbol cercano al río,
observa como la carroza real hace el mismo recorrido todos los días,
y rápidamente, se lo hace saber a su amor para preparar el siguiente plan,
diciéndole:
-Es absolutamente necesario que mañana por la
mañana te des un baño en el río. ¡No preguntes y sigue confiando en mí! ¡Ah!
Recuerda que tú eres ungran señor, El Marqués de Carabás.
Y así lo hicieron. A la mañana siguiente, mientras
el joven se daba un baño en el río, el gato aprovecha un descuido y le esconde
la ropa detrás de un matorral. Cuando ve que la carroza real se acerca al
lugar, sale a su encuentro gesticulando y gritando:
-¡Ayuda! ¡A mi señor le han asaltado mientras
tomaba un baño en el río, y le han robado sus preciadas ropas y la caza!
La Carroza Real se acerca hasta el lugar. El Rey y
su hija salen al encuentro preocupados por el desafortunado incidente.
-¡Escudero! Acude presto a Palacio y trae uno de
mis mejores trajes al Señor Marqués, para que se pueda vestir con arreglo a su
linaje.
-Majestad, no sé cómo agradecéroslo –dice el
supuesto Marqués, aún dentro del río-.
-¡Ah Señor! – le interrumpe el Rey- ¡Ni lo
menciones! ¡Me he sentido muy halagado con los presentes que vuestro gato me ha
ofrecido!
El Escudero regresa con el traje y el gato ayuda a
vestirse a su amo. Aprovecha ésta situación para advertirle que no hable nada
en concreto y recuerde que es el Marqués de Carabás.
-Me voy, tengo que hacer unos asuntos urgentes – y
dicho esto el gato con botas se aleja corriendo-.
- Demos un paseo y conozcámonos mejor que ya
teníamos ganas mi hija y yo – convida el Rey.
Al llegar a unas tierras donde había unos
campesinos trabajando, el gato se acerca y …
-He de deciros que la Carroza Real pasará por aquí,
si el Rey os pregunta de quién son estas tierras, diréis que son del Marqués de
Carabás. Mi amo, el Marqués, os recompensará-.
Así sucesivamente fue diciéndoselo a todos los
campesinos que encontró a su paso. Al poco rato, aparece la Carroza, y el Rey
les pregunta de quién son las tierras que trabajan. Ellos responden al unísono,
según lo acordado:
-¡Del Marqués de Carabás!
Así prosigue la carroza el paseo, con el Marqués
atónito, y el Rey y su hija complacidos. El gato, entretanto, llega a las
puertas de un castillo, y exclama admirado:
-¡Esto sería ideal para mi amo! ¿A quién
pertenecerá este castillo?
Pregunta a un campesino y éste le advierte que en
él vive un gran ogro, sin embargo, nuestro amigo, está decidido a entrar. Una
vez dentro empieza a notar un cierto temblor en las patas. Abre una puerta
que da a una gran sala donde está…el Ogro. El Ogro al ver al gato en su
castillo, se levanta gritando:
-¡Maldita sea! ¡Cómo te atreves a molestarme!
El gato, armándose de valor, responde:
-Pasaba por aquí y sentí curiosidad por conoceros.
¿Sabéis que sois muy famoso y que se habla muy bien de vos?
-¿De veras? – contestó halagado el Ogro-.
-Y dicen que os podéis transformar en cualquier
animal. ¿Eso es cierto? – pregunta el gato-.
-¡Naturalmente! ¡Ahora mismo te lo demuestro!
El Ogro se convierte en un gran león. El gato se
asusta tanto que se esconde debajo de una silla.
-¡Si, si! Ya lo veo… eso está muy bien. Pero por
favor ¡Basta! Volved a ser como antes –le pide el gato, muy asustado-. Ya veo
que os podéis hacer grande, pero ¿podríais convertiros en un animal muy
pequeño?
-¡Claro que si! ¡Di el nombre del animal que desees
y lo haré al momento!
El gato relamiéndose los bigotes dijo:
-¡En un ratoncito!
Al momento, el Ogro se convierte en un pequeño
ratón y el gato se lanza de un salto sobre él y se lo come. Cuando la carroza
del Rey acierta a pasar ante el Castillo, el gato con botas, sale a su
encuentro tras haber preparado el recibimiento.
-He aquí, Majestad, el castillo del Marqués de
Carabás, sed bienvenidos vos y vuestra hija.
Así fue como el hijo menor del molinero, sin
comerlo ni beberlo, se vio con tierras y un majestuoso castillo donde vivió
feliz con la hija del rey y el gato con botas a quién estará eternamente
agradecido. Y como son las cosas, los hermanos que en un principio no contaban
con el Marqués de Carabás, no les fue como esperaban. Tuvieron que pedir ayuda
a su hermano menor, que sin reparo accedió gustoso.
Había una vez una niña llamada Caperucita
Roja. Era llamada así, porque lucía a diario una bella capa
roja que le había cosido con mucho cariño su mamá, y ella la vestía con
ternura.
A Caperucita, que era una niña muy buena, le
gustaba visitar cada día a su abuelita que vivía atravesando el bosque. Una
mañana, la mamá de Caperucita le encomendó llevar unos bizcochos calientes y
recién hechos a su abuela, que se encontraba algo enferma. Como la mamá de
Caperucita no la podía aquel día acompañar, advirtió a la pequeña para que
fuese muy prudente en el camino, puesto que atravesar el bosque conllevaba
siempre ciertos peligros.
Recibidos los consejos, emprendió el
camino hacia casa de su abuela Caperucita, muy contenta y con ganas
de verla y entregarle sus bizcochos. Corría dando saltitos y cantaba
jovialmente por el camino la pequeña, entreteniéndose a cada paso ante la
belleza del bosque:
·
¡Qué fresas tan
rojas!- Exclamó Caperucita, asomada entre la hierba.
Mientras degustaba con apetito y alegría las fresas
maduras, recordó las palabras de mamá e imaginó a su pobre abuelita en cama, y
Caperucita reanudó el camino.
Pocos pasos después, Caperucita se encontró con una
mariposa preciosa que la condujo con su contoneo hasta un árbol, cuyas raíces
se encontraban cubiertas de cientos de margaritas blancas. No pudo evitar
Caperucita detenerse de nuevo ante el primoroso perfume que desprendían, y ante
su humilde y gran belleza.
·
¡Qué bonitas son!-
Exclamó la niña, mientras organizaba concienzudamente un ramillete para llevar
a su abuela.
Escuchó de pronto entre la maleza unos extraños
ruidos. Entre los árboles, los ojos atentos de un
lobo fiero observaban a la pequeña, que quiso reanudar sin
conseguirlo de nuevo el camino:
·
¿Dónde vas,
pequeña?- Preguntó el lobo con extraña amabilidad a Caperucita Roja.
·
Voy a casa de mi
abuelita que está enferma. Debo entregarle estos bizcochos – Respondió
Caperucita asustada y con apenas un tenue hilillo de voz.
·
Pues creo que
estás errada en tu camino, y este que te señalo es mucho más corto.
Confiada la pequeña Caperucita ante las palabras
del lobo, que parecía tan amable, emprendió el nuevo camino. Pero el
recorrido que el lobo había señalado a Caperucita era el doble de largo que el
anterior, y la pobre Caperucita llegó a casa de su abuela casi de anochecida y
con los bizcochos recién hechos completamente fríos.
·
¡Mientras espero a
la niña, me comeré a su abuela!- Exclamó el lobo cruel y feroz, que había
tomado el camino más corto, ante la puerta de la casa de la abuelita.
·
¿Quién es?-
Preguntó la abuela de Caperucita desde la cama, al escuchar dos toques sobre la
puerta.
·
¡Soy yo abuela,
Caperucita!- Exclamó el lobo feroz con una voz muy suave
y delicada.
La abuelita sin sospechar nada del cruel engaño,
abrió la puerta al lobo feroz, y nada más entrar por ella de un bocado se la
comió. Vestido con las ropas de la abuela, decidió esperar el lobo feroz en la
cama a Caperucita, que un poco más tarde llamó a la puerta:
·
Abuelita, ¿estás
ahí?- Preguntó la pequeña.
Y desde la cama, el lobo imitó su voz:
·
¡Si, hija mía!
¡Pasa! – Respondió el lobo.
·
Abuelita, ¡pero
qué voz tan ronca tienes! – Exclamó la niña asombrada al acercarse a la cama –
Y…. ¡qué orejas, abuelita!
·
Son…para oírte
mejor – Dijo el lobo, hambriento.
·
¡Y qué ojos tan
grandes!
·
Son…para verte mejor
– Dijo el lobo, ansioso.
Y Caperucita, extrañada y algo asustada, exclamó en
último lugar:
·
Y ¡qué boca tan
grande tienes!
Y el lobo, saltando de la cama de la abuela y dando
un feroz rugido, contestó a la niña:
·
¡Para comerte
mejooooor!
Y, tras aquellas palabras, se comió el lobo también
a la pobre Caperucita. Saciado de su hambre, decidió echarse una siesta en la
cama, quedando dormido profundamente durante algunas horas…
Paseaba mientras tanto por allí, un cazador que
andaba tras el rastro de un lobo. Cansado, y divisando desde no muy lejos la
casa de la abuela de Caperucita, decidió aproximarse para ver si los dueños le
ofrecían su hospitalidad y podía descansar así un rato en ella. Extrañado ante
el silencio, decidió el cazador mirar por la ventana de la casa para ver si se
encontraba habitada o no.
·
¡Dios mío, el
lobo! – Exclamó atónito el cazador al ver tras los cristales al lobo que tanto
había perseguido, metidito en la cama y con la barriga muy llena, en la
habitación – ¡He dado con él!
Y lentamente y sin hacer ruido, el cazador entró en
la casa por la ventana, y liberó a la abuela y a Caperucita de las entrañas del
animal.
·
¡Qué suerte que
haya llegado a tiempo! – Gritó la abuela aturdida y muy agradecida al cazador.
Desde lejos se veía correr a la madre de
Caperucita, que asustada por la tardanza de su hija, se había acercado también
a la casa. Y así, todas agradecieron al hombre su acción y lloraron de alegría.
·
¡Qué miedo he
pasado abuelita! – Exclamó Caperucita, recuperándose poco a poco del susto.
Y tras abrazarse fuertemente a la abuela y
despedirse de ella, Caperucita y su madre volvieron a su hogar sin despistarse,
ya nunca más, ni un segundo del camino.
Hubo una vez tres hermanos cerditos, que decidieron
abandonar el hogar familiar un verano, en busca de aventuras y juegos por el
bosque. Sin embargo, cuando se aproximaba el otoño y su aire frío,
amenazador de invierno, decidieron poner fin a su viaje de aventuras y
asentarse en un único lugar construyendo un hogar donde refugiarse.
El cerdito más perezoso construyó una casa de paja,
deseoso como estaba de terminar su construcción y de volver a los juegos de
siempre:
·
¡Es demasiado
frágil! – Le dijeron sus hermanos…a los que no escuchó.
El segundo cerdito, algo menos perezoso pero igual
de testarudo, decidió construir la suya con tablas de madera, y tras unos
martillazos finalizó la casa en dos días, deseoso también de diversión y
juegos.
El tercer cerdito, por el contrario, que era muy
sabio, decidió olvidar el juego durante un tiempo a cambio de obtener con el
trabajo de sus propias manos, una casa muy fuerte y duradera. Y así,
ladrillo a ladrillo como un albañil, el tercer cerdito fue terminando su casa
mientras sus hermanos se burlaban de él por noquerer ya jugar con ellos.
Días después, unas grandes huellas sobre el
terreno, avisaron a los cerditos del posible ataque de un lobo feroz y se
refugiaron asustados en sus respectivas casas. Una vez allí el temido lobo,
enfurecido y hambriento, se situó frente a la casa de paja gritando al pobre
cerdito perezoso que se le iba a comer:
·
¡Sal cerdito!
¡Solo quiero hablarte!- Exclamó el lobo con la boca hecha agua.
Y tras la negativa del cerdito, el lobo hinchó sus
pulmones de aire y sopló frente a la humilde casa de paja, que se
desmoronó por completo, dejando desprotegido al cerdito que corrió, antes de
que el lobo se percatase, hacia la casa más próxima: la de madera. Enfurecido
el lobo al ver que había escapado el cerdito, se dirigió hacia la casa de
madera y de nuevo dirigió una llamada a su interior mientras golpeaba la puerta
con sus peludas y fieras pezuñas:
·
¡Abrid cerditos!
¡Sólo quiero hablaros!
Los dos hermanos cerditos refugiados en el interior
de la casa de madera, se apoyaban contra la puerta haciendo fuerza y lloraban
aterrados de miedo, cuando el lobo de nuevo llenó de aire sus pulmones y lanzó
un soplido tan, tan grande, que hizo desplomar cada una de las tablas de madera
que sostenían aquel hogar. El cerdito más sabio, que había observado la
desgracia de sus hermanos desde una de las ventanas de su fuerte y sólido
hogar, abrió rápidamente su puerta para acoger a sus hermanos y librarles de las
zarpas del lobo feroz.
Ya en la tercera casa, los tres
cerditos se sintieron más seguros y sosegados. El lobo una vez más se
situó frente a la puerta y comenzó a soplar, pero la resistente casa construida
por el cerdito sabio ni siquiera se inmutaba. Consternado y cada vez más
hambriento, el lobo decidió colarse entonces por el hueco de la chimenea que
poseía el hogar.
·
¡Corred!
¡Encendamos el fuego! – Exclamó el cerdito sabio, consciente delnuevo
plan urdido por el lobo.
Y de este modo, cuando el lobo por fin consiguió
adentrarse por el conducto estrecho de la chimenea, cayó sobre el fuego
ardiente del hogar prendido por los tres cerditos. Éstos, reían y
reían observando la cola humeante del desdichado lobo, que había echado a
correr adentrándose en el bosque sin mirar atrás. Desde aquel día los tres
hermanos cerditos fueron muy felices, y todos decidieron dejar la pereza a un
lado, y trabajar duro para vivir así tranquilos ante cualquier adversidad.
Desde lejos observaba el lobo las sólidas y grandes
casas construidas ya por los tres cerditos y sus enormes chimeneas, y se
rumorea que no se atrevió a volver por allí nunca jamás.
Érase una vez
un humilde carpintero llamado Geppetto, que vivía
muy solo y sin hijos. Esta soledad le apenaba tanto, que Geppetto
planeó construirse un muñecode madera, al cual daría forma con mucho tiento,
como lo hacía con cada trozo de madera que debía trabajar.
·
Lo llamaré
Pinocho- se dijo el carpintero a sí mismo, sonriente, tan contento como estaba
con su proyecto.
Y así fue como poco a poco, Geppetto le fue dando
forma a la madera. Primero las piernas, después los brazos…Hasta estar
completamente terminado. El muñeco se veía precioso, casi parecía un niño con
aquellos ojos pintados tan brillantes. Sin embargo, el pobre Geppetto pronto se
dio cuenta de que con aquel muñeco no iba a aliviar su soledad:
·
Ojalá tuviera
vida…- se dijo con los ojos enjugados en lágrimas.
Al caer la noche, mientras Geppetto descansaba de
su jornada, un Hada de los deseos se apareció en la casa del
carpintero frente al muñeco Pinocho. El Hada, que había escuchado las súplicas
del carpintero, decidió concederle su deseo en recompensa a su esfuerzo y
bondad. Y con un toque de magia, de pronto Pinocho fue moviendo cada una de las
partes de su pequeño cuerpo, que sin embrago, permanecía de madera. ¡No podía
creer Geppetto lo que vio al amanecer!
·
¡Hola papá!-
exclamó Pinocho
·
Pero… ¿eres tú,
Pinocho, y no estoy soñando?- contestó Geppetto algo aturdido de la alegría.
A partir de entonces, Geppetto se convirtió en el
hombre más feliz de la tierra. Tenía un hijo al fin y ya no estaba solo. Y poco
a poco fue enseñándole cada una de las cosas que Pinocho necesitaba para
sobrevivir. Le enseñó a hablar y caminar correctamente, y hasta empeñó parte de
sus enseres para poder comprarle libros con los que ir a la escuela. ¡Qué
contento y agradecido estaba Pinocho! Pero a pesar de todo, el pequeño seguía
sin ser un niño de carne y hueso como los demás, y para serlo, el hada le
encomendó ser un niño muy bueno, y le regaló un pequeño grillito llamado Pepito
Grillo para acompañarle en su camino.
Mientras se dirigía a la escuela, se imaginaba
Pinocho aprendiendo miles de cosas y haciéndose muy, muy listo, para
poder ganar dinero cuando se hiciera mayor, y comprarle a su padre
todas las cosas que había vendido para pagar sus libros. Pero en el
camino, Pinocho se encontró con un lobo malvado que a cambio de algunas monedas
y mucha diversión, consiguió conducir a Pinocho hasta el teatro de títeres de
la ciudad, desoyendo a Pepito Grillo que le advertía una y otra vez de
su error.
·
¡Vengan, señores,
al teatro de títeres!- Vociferaban desde la plaza del pueblo.
Pronto Pinocho se unió a la fiesta y se puso a bailar
frente aquel teatro lleno de marionetas, como uno más. Aquel niño de madera era
tan inocente aún, que no sabía distinguir el bien del mal, acostumbrado como
estaba a las bondades de su padre. Y Pinocho, fue engañado de este modo por el
titiritero más famoso de la ciudad. Aquel hombre, egoísta y muy cruel, había
observado pacientemente al extraño hijo del carpintero, y pensó que podría
hacerse rico llevando a su teatro al primer muñeco de madera con vida, habido
jamás en ningún lugar. Rápidamente, encerró al pobre Pinocho bajo llave
en una jaula de hierro, y el pobre Pinocho lloró y lloró junto a Pepito Grillo
arrepentido de su acción.
Aquel llanto conmovió al Hada de los deseos, que se
presentó junto a la jaula de hierro preguntando a Pinocho cómo había llegado
hasta allí:
·
¡Me atraparon unos
malvados camino de la escuela y me encerraron en esta jaula! – exclamó Pinocho.
Y el Hada de los deseos, sabedora de la realidad,
hizo crecer la nariz de Pinocho en castigo por no decir la verdad.
Decidió, sin embargo, dar otra oportunidad de demostrar su bondad a Pinocho y
deshizo con su magia todos los barrotes de la jaula de hierro que le
encerraban. Una vez libre, Pinocho volvió a olvidar los consejos del hada y de
su amigo Pepito Grillo, y de nuevo, se dejó tentar por unos niños que hablaban,
a su paso, de la llamada Isla de los juguetes. Una vez allí,
Pinocho disfrutó de lo lindo con montones de juegos durante largas horas, hasta
que de pronto, las orejas de Pinocho comenzaron a crecer y crecer hasta convertirse
en unas grandes orejas de burro, destino de todos los niños que abandonaban la
escuela solo por diversión. ¡Qué avergonzado se sentía Pinocho por todo! Y
lloraba frente a Pepito Grillo pidiéndole perdón, y suplicando al Hada de los
deseos, que su padre no se hubiera olvidado de él.
Lejos de eso, Geppetto buscaba a su hijo perdido
por tierra y mar, y casi frente a la misma Isla de los juguetes, el
carpintero fue tragado por una ballena gigante, que tras engullirle, se adentró
de nuevo en el mar. Pinocho, avisado por Pepito Grillo del suceso, no dudó en
echarse al mar para intentar liberar a su padre de las zarpas de la ballena.
Nadando como pudo con sus pequeños bracitos de madera, Pinocho se situó sobre
la boca de la ballena siendo también engullido por ella.
Dentro de la boca de la ballena, padre e hijo se
sintieron inmensamente contentos. No tenían miedo. Al fin Geppetto había
encontrado a su pequeño y juntos se contaron todas sus historias. Pepito
Grillo, mientras tanto, urdía un plan para poder escapar de aquel lugar, y
enciendo una fogata en la boca del animal, consiguió hacerle estornudar, y con
ello, salir despedidos de nuevo hacia el mar.
Tras todo aquello, Pinocho nunca volvió a
desobedecer a Geppetto ni a portarse mal, y el Hada de los deseos decidió
premiar al pequeño por todo su esfuerzo, convirtiéndole al fin en un niño de
carne y hueso, como los de verdad.
Hace muchos años, en un lejano país. Un hechicero,
uno de los más malvados detodos los tiempos, se acercó a un joven
muchacho, llamado Aladino, prometiéndole tesoros inmensos.
El hechicero se adentró junto con Aladino en
lo más profundo del desierto, conduciéndole hacía una cueva gran
cueva, y le dijo:
– Ahí dentro,
hay un tesoro para ti. Pero no toques nada hasta darme unapequeña
lámpara dorada que encontrarás al final de la cueva.
Aladino aceptó la oferta del hechicero y entro,
pero no podía creer lo que veían sus ojos. Ni en sueños podía haber imaginado
tesoros como aquellos, montañas de oro, miles de diamantes, perlas… El
joven muchacho llego hasta el fondo de la cueva sin tocar nada, encontrando la
preciada lámpara. Ya volvía con ella cuando su mono Abu, un pequeño e
inseparable compañero suyo, no pudo resistir la tentación de coger una joya de
la cámara. En ese mismo instante, la cueva comenzó a cerrarse. Aladino tuvo el
tiempo justo para subirse en una alfombra mágica que encontró por el camino y
salir volando hasta llegar a la entrada de la cueva.
– ¡Ayúdeme,
buen hombre! – suplicó Aladino.
– ¡Primero dame
la lámpara! – contestó el hechicero.
Entonces sonó un horrible trueno, y la cueva se
cerró enterrando al joven Aladino en su interior.
-¿Por qué querría ese tipo una lámpara
tan vieja y sucia? – se preguntaba Aladino.
El muchacho la frotó para limpiarla, y de su
interior salió un gigante azul.
– ¿Quién eres
tú? – preguntó sorprendido Aladino.
– Soy el genio
de la lámpara. Pídeme tres deseos y te los concederé.
Aladino, aturdido, le pidió salir de la cueva. No
paso ni un segundo cuando el genio hizo realidad su deseo, saliendo todos al
exterior de la cueva donde estaban presos por la arena del desierto.
Entonces Aladino se acordó de la bella
hija del rey, de quién hacía tiempo estaba enamorado y pidió un segundo
deseo.
– ¡Quiero ser
un príncipe!, para conquistar a la princesa.
El genio vistió a Aladino con un atuendo digno de
un príncipe, cubriéndole de riquezas y sirvientes. El genio le preparó además
una gran carroza y muchos presentes llevándole al palacio por las
calles de la ciudad. Al entrar al palacio, Aladino vio al sultán y a su
hermosa hija.
– Majestad,
vengo a pedir la mano de su hija- dijo Aladino.
– ¡Encantado,
de tener por yerno a un príncipe tan poderoso! – contestó el sultán.
La princesa estaba disgustada al saber que su padre
quería casarla con un príncipe totalmente desconocido para ella por lo que
volvió a su habitación.
Aquella noche, Aladino invitó a la princesa a un
largo paseo sobre la alfombra mágica. Esa misma noche la princesa fue
descubriendo el gran corazón que tenía Aladino y comenzó a sentir un profundo
sentimiento de amor hacía él. Al terminar la noche, Aladino comprendió que ya
tenía todo lo que deseaba por lo que regaló la lámpara mágica a la princesa sin
mencionarle el poder que poseía.
Entretanto, el malvado hechicero, quiso nuevamente
recuperar la lámpara mágica, y se disfrazó de mercader.
– ¡Cambio
lámparas por preciosos regalos para príncipes! – gritaba sin cesar.
Y la princesa que desconocía el poder de la
lámpara, fue a cambiarla por un regalo para Aladino. El hechicero frotó la
lámpara, y apareció el genio, al que pidió que le convirtiera en
otro genio.
El malvado genio, quiso apoderarse de la princesa y
de cuanto la rodeaba, pero Aladino que consiguió nuevamente la lámpara lo
impidió. El astuto muchacho acercó la lámpara al genio diciendo:
– ¿Acaso no es
la lámpara la casa de un genio?
En poco tiempo el malvado genio fue absorbido y
todo volvió a la normalidad. La bella princesa y Aladino se casaron y vivieron
siempre enamorados y felices, sin usar nunca más la lámpara mágica y habiendo
dejado en libertad al genio que les unió.
Bambi
Bambi nació en el bosque, en un lugar bien
escondido entre grandes árboles. La noticia corrió entre
los animales y todos fueron a verle, porque su padre el Gran Príncipe del
Bosque. El Búho fue el primero que vio el recién nacido.
-¡Enhorabuena, mamá! ¡Qué hijo tan precioso ha
tenido la señora! Es un verdadero príncipe. – dijo el búho.
La madre de Bambi miró hacia arriba. -Muchas
gracias-, dijo con dulzura. Después acarició a su hijo con el hocico.
- ¿Cuál es el nombre del niño?-preguntó el
conejito.
- Bambi. -respondió la madre.
- Bambi. -repitió el conejito. Es un bonito nombre.
Yo me llamo Tambor.
Y se fue dando saltos con su madre y sus
hermanitos.
El bosque estaba precioso en verano. Los árboles se
erguían silenciosos contra el cielo azul y la tierra parecía una alfombra de
flores, que abrían sus corolas rojas, blancas y amarillas. Bambi fue a pasear
con su madre por los caminos de hierba. Por todas partes encontró Bambi amigos.
Se quedó muy asombrado cuando vio a las zarigüeyas colgadas de una rama cabeza abajo.
-Creo que nunca aprenderé eso, -dijo Bambi girando
la cabeza para mirar a las zarigüeyas.
Al llegar a un pequeño claro el bosque, Bambi y su
madre encontraron a Tambor y su familia.
-¡Bambi!, ¡Ven a saltar conmigo! -Dijo Tambor.
Bambi echó a correr al lado de Tambor. Pero al ver
a una familia de pájaros, Bambi se detuvo a mirarlos.
-Son pájaros, Bambi. -dijo Tambor.
-Pajaritos. – repitió encantado.
Cuando una mariposa se posó en su cola, gritó:
-¡Pajarito!
-No, Bambi. -le explicó Tambor. También vuela, pero
no es un pajarito. Es una mariposa.
Entones Bambi vio una mata de flores
amarillas y corrió hacia ellas.
-¡Mariposas!. -exclamó.
-No, Bambi. –dijo Tambor. Eso son flores.
De repente Bambi se quedó mirando atentamente. Del
macizo de flores surgía algo distinto, era una cabecita negra con dos ojitos
brillantes.
- ¡Flor! -dijo Bambi.
- Eso no es una flor, es un zorrillo.
-¡Flor! -repitió nuevamente el pequeño.
-Puedes llamarme flor si quieres – dijo el
zorrillo. No me ofendo. La verdad es que me gusta.
En ese momento nuestro pequeño amigo ya tenía
un nuevo compañero de juegos.
Un día la madre de Bambi le llevó a pasear hasta un
lago. Cuando vio su imagen dentro del agua, se extraño muchísimo, apareciendo a
continuación otro animal igual a él. El pequeño exclamó: ¡Ahora hay dos dentro
del agua!
-No Bambi, esta es Falina, tu prima, que también ha
venido a pasear con su madre – le explicó su madre.
En ese momento Bambi y Falina se hicieron amigos y
fueron al bosque a jugar pero de pronto, oyeron el ruido de muchos cascos
golpeando el suelo; los animales empezaron a huir del bosque. Todos
se parecían a Bambi y Falina, pero tenía grandes cuernos y corrían a gran
velocidad.
Entre ellos estaba el Gran Príncipe del
Bosque, el más valiente y fuerte de todos. Se paró junto a Bambi y su madre y
les avisó: -¡HAY HOMBRES EN EL BOSQUE!
Más tarde, escondido junto a su madre, Bambi, que
era muy preguntón, quiso saber:
¿Qué animal es el HOMBRE? -Preguntó Bambi.
Su madre le explicó:
- El HOMBRE es un animal de escopeta. – Dijo su
madre.
- ¿Y aquel grandote que nos avisó quién es?
-Preguntó Bambi.
Aquél es el Gran Príncipe del Bosque. Es tu padre
Bambi, – le dijo su madre.
Algunos meses después vino el invierno. Una mañana
Bambi se despertó tiritando de frio. Cuando miro a través del bosque, vio que
todo estaba cubierto de blanco.
-Es la nieve, Bambi. -Dijo la madre. Ven a caminar
por ella.
Cautelosamente, dio sus primeros pasos por la
nieve, y vio que sus patas se hundían en el suelo. Tambor patinaba sobre el
lago cubierto de hielo y Bambi trotó por la ladera abajo para ir a jugar con
él, pero no estaba acostumbrado a caminar sobre hielo por lo que sus patitas
finas y largas resbalaron cayendo sentado en el frío suelo. Cuando miró,
Tambor se reía a carcajadas. El invierno era una época penosa para los animales
del bosque. No había hojas ni brotes para comer. A veces, Bambi y su madre
tenían que arrancar corteza de los árboles, pues no había otro alimento.
Por fin, cuando parecía que no iban a encontrar
nada más, se produjo un gran cambio. Un día la madre de Bambi cavó en el suelo
y encontró hierba debajo de la nieve. Era primavera otra vez. El sol brillaba
nuevamente y todo volvía a estar verde. Bambi, Tambor y Flor habían crecido.
-Es la época del cortejo-, dijo el Búho. Al cabo de poco tiempo, Bambi oyó una
voz:
-Hola, Bambi, ¿ya no me conoces? Soy Falina.
Bambi la miró encantado ya que Falina había crecido
y estaba muy guapa. Al rato los dos se fueron juntos a pasear por el bosque.
Ahora Bambi sabía que “cortejar” significaba enamorar.
Un día Bambi advirtió en el aire la presencia del
hombre. Luego oyó los ladridos de los perros de los cazadores que se acercaban.
Oyó disparos y se sitió herido. En aquel momento apareció el Gran Príncipe del
Bosque y dijo:
-¡El fuego del campamento de los hombres ha
incendiado el bosque! Nuestra única salida es el río.
Ayudado por su padre, Bambi consiguió llegar al
otro lado del río, donde encontró a Falina y a los otros animales que había
huido del bosque, salvándose todos del gran peligro que les acechaba.
Cayó la nieve y después de ella llegó otra vez la
primavera. Bambi era ahora el Gran Príncipe del Bosque, Tambor quiso invitarle
a conocer a su familia y también Flor le llevó a ver a la suya.
Bambi se sintió encantado con los hijos de sus dos
amigos. ¡Eran lindísimos! Luego les invitó a todos a visitar a Falina, que
había tenido dos preciosos cervatillos. Tambor y Flor felicitaron a Bambi, que
ahora era padre de un pequeño príncipe y de una princesita.
Blancanieves y los siete enanitos
Hace muchísimos años, una reina bordaba junto a una
ventana de su castillo. De pronto, se pinchó y tres gotas de sangre brotaron de
su dedo.
– ¡Me gustaría tener
una niña de labios rojos como esta sangre, piel blanca como la nieve y cabellos
negros como el azabache! – suspiró.
Pasó el tiempo y así sucedió, la reina tuvo una
niña bellísima y, en recuerdo de aquella tarde la llamó Blancanieves. Pero la
reina murió y el rey se casó con otra mujer. La nueva reina envidiaba a
Blancanieves, por ello, la humillaba imponiéndola las tareas más duras de
palacio.
Un día que estaba sacando agua del pozo tuve una
conversación con sus amigos los pajaritos, pidiéndoles el siguiente favor:
– Amigos míos,
que con vuestro vuelo podéis llevar mis palabras a tierras lejanas, contad mi
historia de esclavitud y penumbra, encontradme un príncipe que venga a
liberarme.
Los pájaros volaron y volaron, difundiendo las
palabras de la hermosa Blancanieves, hasta llegar a un reino donde un príncipe
escuchó la historia y decidió ir a buscarla. Al llegar al reino, el príncipe
vio asomada a Blancanieves en un pequeño balcón y le dijo:
– Buenos días,
princesa, los pájaros me dieron vuestro mensaje.
– ¿De quién es
esa voz?, preguntó Blancanieves.
– De un
príncipe que ha venido de un reino muy lejano para rescatar a la más hermosa
mujer que jamás ha visto el mundo.
La reina, que estaba en una habitación cercana al
balcón oyó su conversación, cogió su espejo mágico que le recordaba lo hermosa
que era y le preguntó:
– Espejo,
espejito mágico, ¿quién es la más hermosa del reino?- preguntó la reina.
– Tú eres
hermosa, pero Blancanieves es más hermosa que tú- respondió el espejo.
La reina al oír esas palabras se puso tan furiosa
que decidió llamar a los guardias de palacio para apresar al apuesto príncipe.
– ¡Apresadlo,
ha invadido los jardines de palacio!- dijo la reina.
La madrastra, loca de rabia y no contenta con
apresar al príncipe en un calabozo llamó a su cazador, ordenándole lo
siguiente:
– Deseo que
lleves a Blancanieves al bosque y la mates.
El cazador no fue capaz de ejecutar la perversa
orden de la reina.
– ¡Huye,
Blancanieves! – le suplicó el cazador.
Blancanieves corrió despavorida, agotada y sin
aliento, quedó dormida profundamente. Cuando despertó se encontró rodeada de
simpáticos animalitos. Blancanieves se levantó y vio una minúscula casita a lo
lejos, se acercó hasta ella y, entró.
Había siete sillas diminutas, siete camitas… La
casita estaba tan sucia y desordenada que Blancanieves, decidió cambiarla de
aspecto. Barrió el suelo, fregó los cacharros y colocó cada cosa en su sitio.
Al terminar,cansada, se echó sobre las camitas y, quedó dormida.
Mientras tanto, por el bosque, regresaban a casa
después de un duro día de trabajo los siete enanitos que allí vivían.
– ¡Mirad! ¡La
luz está encendida! – dijo el enanito más pequeño.
Tomando toda clase de precauciones, abrieron la
puerta.
– ¡Es una linda
muchacha! – exclamaron a coro.
Blancanieves despertó y necesitó toda su paciencia
para calmarles y contar su triste historia. Los enanitos conmovidos decidieron
acogerla en su casa.
Todas las mañanas cuando los enanitos se marchaban
a trabajar, Blancanieves se dedicaba a las tareas de la casa: limpiaba,
cocinaba deliciosos platos… Pero aquella alegría duró poco tiempo, ya que la
madrastra volvió a preguntar.
– Espejo,
espejito mágico, ¿quién es la más hermosa del reino?
– Bello es tu
rostro, pero más bella que tú es, la que ahora vive con los enanitos,
Blancanieves- respondió.
Al oír estas palabras, la madrastra lanzó un grito
de furia:
– ¡Blancanieves
sigue viva!, ¡yo me encargaré de matarla!. La madrastra se transformó en bruja
y envenenó una manzana. Aquella mañana, puntuales como siempre, los enanitos
salieron de casa a trabajar.
La reina bruja llegó hasta la casa de los enanitos
disfrazada de anciana.
– ¡No te
asustes, linda muchacha!, sólo soy una pobre anciana que viene a ofrecerte unas
manzanas- dijo la Reina Bruja.
– ¡Qué grandes
y rojas están! – suspiró la niña.
– Prueba una y,
si te gusta…
Blancanieves ignoró el peligro, mordió la manzana y
cayó al suelo fulminada. Los enanitos que habían sido alertados por los
animales del bosque, corrieron para socorrerla.
– ¡La muchacha
está muerta!- se lamentaron.
Los siete enanitos trataron de reanimarla, pero
todo fue inútil. Consternados y afligidos, construyeron una urna de cristal y
metieron en ella a Blancanieves y la llevaron a un claro del bosque.
Una mañana radiante de primavera llegó su príncipe,
qué logró escapar del castillo de la malvada bruja. Al ver a Blancanieves, el
príncipe desconsolado por su pérdida decidió darla un besó de amor.
La bella muchacha,
cuando recibió aquél beso, se despertó como por arte de magia, rompiéndose el
horrible hechizo que la mantenía dormida. Blancanieves abrazó a su dulce
salvador y despidiéndose de sus amigos los enanitos del bosque partió hacia el
reino del príncipe, donde vivieron felices para siempre.
Ocurrió una vez en un bello lugar del campo,
que una Mamá Pata al esperar ansiosa y alegre a sus pequeños patitos, que
siempre le salían preciosos, encontró un último huevo grande y muy extraño, que
parecía no quererse abrir.
Muy extrañada, Mamá Pata y sus pequeños
patitos recién nacidos, observaron y observaron al huevo en espera de
algún movimiento, hasta que al fin ocurrió.
Y de aquel gran cascarón que Mamá Pata ni siquiera
recordaba esperar, finalmente salió un patito de extraño plumaje, completamente
distinto a los demás. Perpleja, Mamá Pata contemplaba a aquel pequeño mientras
él se aproximaba a su mamá y a sus hermanos con movimientos absolutamente
torpes.
– ¡Sólo puede ser
un error! – se decía Mamá Pata. ¡En nada se parece al resto de mis crías!
Y una vez que el patito de pelaje extraño se
situó frente a Mamá Pata, ésta le retiró la mirada, negándole
así el calor que el pequeño necesitaba.
Nadie parecía quererle, tan distinto que era a su
familia, de manera que aquel pobre pato al que habían apodado el Feo,
decidió al día siguiente abandonar su hogar y emprender un nuevo
camino.
En busca de una familia que se le pareciera, el
pobre patito se encontró con una mujer que le condujo a su casa. Allí pudo
conocer a otros animales y comió muy bien. Tanto…que pronto se advirtió del
peligro que le acechaba en casa de aquella anciana, que no había querido
ayudarle, sino que procuraba engordarle y cenársele por Navidad.
De nuevo, y aunque ya había llegado el invierno, el
patito de pelaje extraño escapó. Las fuertes heladas retrasaban su camino y
languidecían al pobre animal, hasta que un hombre que paseaba le encontró
desvanecido sobre el blanco de la nieve y decidió llevarlo consigo a su hogar.
¡Qué felicidad reinaba en aquella casa! Y, ¡qué cariño profesó aquella familia
al pobre patito feo!
Sin embargo, una vez recuperado de salud, el
hombre que le había recogido y cuidado, consideró que debían liberarlo de nuevo
y llevarlo a su verdadero hogar: el campo. Y así, llegada y florida la
primavera, depositaron al pato en un precioso y tranquilo estanque.
Los días resultaban armoniosos y cálidos en aquel
lugar, y ya nadie parecía atosigar al patito feo. Paseaba tan
tranquilo por aquellas aguas, que casi parecía haber olvidado todo lo malo.
Hasta que una tarde plácida, al observar el fondo del cristalino estanque, el
patito pudo ver su imagen reflejada por vez primera. Había crecido
mucho. Su plumaje ahora brillaba como el de aquellos cisnes que le acompañaban
cada día en el estanque. Muy contrariado, el patito de pelaje extraño decidió
preguntar:
– ¿Por qué nadáis en
este estanque en compañía de un vulgar pato tan feo como yo?–exclamó.
Los cisnes quedaron boquiabiertos ante aquella
pregunta, y el más viejo le respondió:
– ¿Acaso no te ves,
hermano mío? No solo eres un cisne, sino que además, eres uno de los más bellos
que mis ojos han visto nunca.
Y así fue como al
fin en su hogar, el Cisne comprendió porque no había sido nunca el Pato
más raro y feo… ¡Qué felicidad sintió!
Érase una vez un mercader que tenía
varias hijas. De todas ellas la que más brillaba era la hija más pequeña,
que además de bella tenía el corazón enormemente noble. A diferencia de las
demás, jamás solicitaba a su padre ningún objeto ni mercancía de ninguno de los
lugares lejanos que visitaba, y se conformaba con esperarle y verle de vuelta
sano y salvo. Sin embargo, ante la insistencia de su adorado padre, Bella
(que así la llamaban) decidió pedirle una humilde rosa en su último
viaje.
De este modo, todo se sucedía con tranquilidad
mientras las hijas del mercader esperaban una vez más la llegada de su padre.
Pero nada ocurrió como de costumbre, y el mercader a su regreso, se vio
envuelto en una fuerte tormenta que le desviaba una y otra vez del
camino. Presuroso, corrió junto a su caballo en busca de algún refugio que
pudiese apaciguarle de la lluvia y del aire gélido que le calaba los huesos. Y
así, casi sin saber cómo había llegado, ni dónde estaba, el mercader de pronto
se encontró frente a la gran puerta de un extraño castillo.
Cansado, y al ver que nadie le escuchaba ni abría
la puerta, decidió adentrarse en él. La puerta se encontraba abierta, y tras
ella, todo parecía perfectamente dispuesto: la mesa iluminada y repleta de
comida para cenar; las habitaciones ambientadas con leña fresca
y colchones bien mullidos…Y el mercader no pudo resistirse a todos
aquellos placeres, tan hambriento y fatigado como estaba. De modo que cenó,
durmió caliente, e incluso desayunó mientras seguía sin responder nadie a
sus llamadas ni recibirle en ninguna estancia. Repuesto, el mercader salió al
jardín con la esperanza de encontrar al fin al dueño de aquella casa, y poder
agradecerle así antes de su partida tantísima hospitalidad. Pero también el
jardín se encontraba vacío y silencioso, de manera que el mercader decidió
volver a casa.
Justo cuando estaba a punto de salir de aquel
extraño lugar, el mercader recordó la petición de su joven hija Bella,
casi hipnotizado por el fuerte y maravilloso perfume que desprendían los
rosales de aquel jardín. Eligió la rosa que más resaltaba y brillaba de todas y
la cortó. En aquel momento, la tranquilidad y el silencio del jardín se vieron
interrumpidos por una gran fiera que se lanzó sobre el mercader, atacándole con
amenazas e insultos por no haberse comportado como un buen y
agradecido invitado, robándole las flores de su jardín.
El pobre mercader intentó explicarse, hablándole a
aquella Bestia de su hija pequeña y de su humilde promesa. Sin
embargo, las palabras del mercader no ablandaban a la Bestia que
quería encerrar al mercader para siempre en su castillo como castigo.
– Te perdonaré
la vida si en tu lugar, traes a tu hija Bella para que me
acompañe en el castillo.
El mercader, tras aquella horrible propuesta,
acudió a casa nervioso y muy asustado. Una vez en casa y más tranquilo,
el mercader pudo relatar todo lo que había sucedido a sus hijas, y Bella,
serenándole con un beso, le dijo:
– No te
preocupes, padre mío, que yo volveré al castillo en tu lugar.
Y así fue como Bella terminó
llegando al castillo, al igual que lo había hecho su padre. En él, fue recibida
por una extraña Bestia, que al contrario de lo que había
relatado su padre, se mostraba amable, delicada y muy galante. Rodeada de una
más que apacible tranquilidad, Bella fue pasando en el
castillo los días mientras bordaba, leía historias o charlaba animosamente con
la Bestia. Pero pronto empezó a echar de menos a su familia y
a preocuparse por ellos, reflejándose en su rostro una tristeza que la Bestia,
a pesar de sus buenos modales, no podía remediar. Decidió entonces regalar
a Bella un espejo mágico en el cual pudiese ver siempre a los
suyos y no preocuparse por ellos más. Cuando de pronto, una nocheBella vio
reflejado en el espejo a su padre cansado y enfermo.
La pobre Bella, cuyo corazón era bueno
y amaba a los demás, sintió la necesidad de acompañar a su padre y de marchar,
a pesar de su promesa con la Bestia.
– ¡Desearía
tanto ver a mi padre, aunque sea por última vez!- exclamó la joven apenada.
La Bestia, conmovida, permitió a
marchar a Bella con la condición de su regreso al cabo de unos
días. Pero pasaron días y también semanas, y Bella no volvía
junto a la Bestia, tan a gusto como se encontraba al lado de su
padre y de sus hermanas. Poco a poco, sin embargo, y cada vez con más
fuerza, Bella recordaba a aquella extraña Bestia que
había salvado a su padre y que tan bien se había portado con ella.
Y así fue como Bella decidió
volver finalmente al castillo para continuar con el cumplimiento de su promesa
dando compañía a la Bestia, a la cual encontró desplomada y
agonizante a su llegada en el jardín:
– ¡No te mueras
por favor! Has sido tan bueno conmigo…No te volveré a dejar solo y me casaré
contigo – exclamó llorosa y preocupada la joven Bella.
Tras aquellas palabras un halo mágico envolvió a
la Bestia, que poco a poco fue perdiendo sus garras, su pelo,
sus dientes…hasta convertirse en un hermoso y joven príncipe, que tan
solo había sido víctima de un hechizo. Un hechizo, que solo podía romper el
amor puro de un alma noble…
Celebrada la boda, el joven príncipe inundó el
jardín de rosas en honor a Bella, a las que superaba en belleza de
rostro y corazón.
La historia que os voy a contar a continuación
ocurrió hace ya mucho tiempo, pero puede volver a pasar ¡incluso a vosotros!
Érase una vez una pequeña muchacha llamada Wendy, y sus dos hermanos llamados
Juan y Miguel. Cada noche, su hermana mayor les contaba la historia de un joven
y aventurero niño que vivía en el país de Nunca Jamás y que se prometió a sí
mismo no crecer nunca, su nombre era Peter Pan.
Los dos hermanos, como todos los
niños del mundo, adoraban los cuentos y escuchaban atentamente e imaginaban
las increíbles aventuras que Wendy les contaba sobre Peter. Sus
historias estaban tan bien narradas que incluso el propio Peter Pan, sin hacer
ruido, se sentaba en el alféizar de la ventana del cuarto de los niños a
escucharlas.
Una noche, mientras dormían, la pequeña Wendy se
sobresaltó al ver una luz brillante junto a la ventana. Se levantó de
la cama y caminó lentamente hacía la ventana, en ella se encontraba Peter junto
con la inseparable Campanilla, el hada que va con él a todas sus aventuras.
Juan y Miguel se despertaron al oír a su hermana gritar, ¡es Peter, es Peter!.
En ese momento Peter les invitó a ir al país de
Nunca Jamás pero los niños no sabían volar, por lo que les explicó cómo podían
hacerlo:
– Sólo
necesitáis un poco de polvo mágico de hada y un pensamiento alegre – dijo
Peter.
– ¿Sólo
eso? ¡Es muy sencillo! – exclamó la pequeña Wendy.
La pequeña Campanilla roció a los niños con polvo
mágico de hada y al pensar en sus recuerdos más felices se elevaron.
– ¡Seguidme!
– dijo Peter.
Siguiendo a Peter Pan, los tres pequeños salieron
volando de su habitación, dirigiéndose al país de Nunca Jamás, una isla
maravillosa y mágica en un mar desconocido.
Al llegar los pequeños se encontraban totalmente
perdidos y desorientados ya que era la primera vez que estaban ahí por lo que
Peter Pan pidió a Campanilla que los guiase al campamento que tenían en el
Bosque. Campanilla, se encontraba celosa por la pequeña Wendy por lo que se
adelantó y pidió a losNiños Perdidos que la derribasen, poniendo la excusa
de que era enemigo de Peter Pan.
Usando pequeños tirachinas, los niños perdidos
empezaron a tirar piedras a Wendy a órdenes de Campanilla, alcanzándola y
derribándola pero antes de caer al suelo Peter Pan voló hacia ella y consiguió
salvarla.Peter preguntó por qué había hecho eso, respondiendo los Niños
Perdidos que Campanillas les dijo que era un enemigo suyo. Al oír eso, Peter
quiso desterrar a la pequeña hada pero Wendy lo impidió al darle mucha pena.
A continuación Peter Pan llevó a Wendy, Juan y
Miguel a su casa subterránea, un gran árbol hueco donde en una de sus
raíces se encontraba una puerta secreta. Allí además vivían muy felices los
Niños Perdidos, que tampoco querían crecer y mantenerse siempre niños como
Peter.
Los Niños Perdidos invitaron a Juan y a Miguel a
visitar a los indios de la aldea mientras que Peter llevo a Wendy a ver
las preciosas sirenas que vivían a la orilla del mar.
Al llegar a la costa Peter Pan vio de lejos el bote
del Capitán Garfio y su siervo inseparable y leal Smee. Garfio ansiaba matar a
Peter Pan, por lo que siempre estaba dispuesto a todo para conseguirlo. En ese
momento Peter pudo distinguir desde lejos además a una muchacha que resultó ser
la princesa india Tigridia. El Capitán Garfio quería que le revelase el
escondite secreto de Peter Pan pero la joven se negó. Ante la negativa de
Tigridia, Garfio le ató a una gran roca, abandonándola a su suerte en una cueva
hasta que la marea subiese y se cobrara su vida.
Peter Pan al ver la escena se enfrentó al Capitán
Garfio, resultando victorioso y salvando a Tigridia. Garfio huyó despavorido y
Peter pudo devolver a la joven a la aldea de su tribu. Al llegar a la aldea,
los indios vieron como Peter Pan traía a Tigridia sana y salva por lo que
organizaron una gran fiesta en su honor, nombrándole “Águila Voladora” y
bailando al lado de una hoguera hasta altas horas de la noche junto a Wendy,
Juan y Miguel.
A la mañana siguiente, Garfio al ser derrotado
nuevamente contra Peter Pan, decidió vengarse utilizando los celos de
Campanilla, la cual traicionó a Peter revelando el escondite secreto del árbol.
En ese mismo instante Garfio fue hacía allí, raptando a Wendy, Juan y Miguel,
llevándolos a su barco y atándolos a un mástil. El Capitán Garfio reveló a los
pequeños que había colocado un pequeño paquete con una bomba en su interior y
cuando Peter viera una carta falsa de Wendy que ponía que abriese el paquete
justamente a media noche, la vida de Peter Pan llegaría a su fin.
Campanilla oyó los malvados planes del Capitán
Garfio y se dio cuenta que había caído en una trampa, en ese momento voló hacía
el escondite lo más deprisa que pudo ya que solo quedaban unos minutos para que
fuera media noche. Al llegar Campanilla pudo arrebatar rápidamente el paquete
de las manos de Peter que ya estaba predispuesto a abrirlo. Al salvarlo confesó
a Peter lo que había hecho y que Wendy, Juan y Miguel eran presos del capitán
Garfio en su navío.
Peter reaccionó rápidamente y fue volando hasta el
barco pirata lo más rápido que podía. Mientras tanto, Garfio cogió a la pequeña
Wendy del mástil y la obligó a caminar por una tabla para arrojarla al mar. En
el momento en el que Wendy fue arrojada Peter Pan la rescato con sus brazos
evitando el trágico desenlace de morir ahogada. Después de poner a Wendy a
salvo, Peter subió a la cubierta del barco donde le esperaría el Capitán
Garfio, perplejo al ver que Peter todavía seguía con vida. Los Niños Perdidos
ayudaron en la lucha usando sus tirachinas contra los piratas, haciéndoles
retroceder y abandonar el barco. Después de la feroz pelea entre ambos
blandiendo sus espadas, Peter consiguió derrotar al Capitán Garfio junto a su
tripulación de piratas, cayendo al mar donde había ¡un feroz cocodrilo! pero
finalmente consiguió escapar en uno de los botes.
Peter Pan junto con los Niños Perdidos tomó
posesión del barco y pidió a Campanilla que echará polvo de hadas en toda la
cubierta. En ese instante el barco empezó a volar, llevando de vuelta a los
pequeños a casa de Wendy.
– ¡Ha
sido una aventura fantástica! – dijeron Juan y Miguel.
– ¡Gracias
Peter por este maravilloso viaje! – dijo Wendy.
Peter Pan y los Niños Perdidos se despidieron de
los pequeños y tomaron posiciones para tomar rumbo hacía la segunda estrella
más a la derecha, la que les llevaría otra vez hasta el país de Nunca Jamás.
Hace muchos años, en un lejano país. Un hechicero,
uno de los más malvados detodos los tiempos, se acercó a un joven
muchacho, llamado Aladino, prometiéndole tesoros inmensos.
El hechicero se adentró junto con Aladino en
lo más profundo del desierto, conduciéndole hacía una cueva gran
cueva, y le dijo:
– Ahí dentro,
hay un tesoro para ti. Pero no toques nada hasta darme unapequeña
lámpara dorada que encontrarás al final de la cueva.
Aladino aceptó la oferta del hechicero y entro,
pero no podía creer lo que veían sus ojos. Ni en sueños podía haber imaginado
tesoros como aquellos, montañas de oro, miles de diamantes, perlas… El
joven muchacho llego hasta el fondo de la cueva sin tocar nada, encontrando la
preciada lámpara. Ya volvía con ella cuando su mono Abu, un pequeño e
inseparable compañero suyo, no pudo resistir la tentación de coger una joya de
la cámara. En ese mismo instante, la cueva comenzó a cerrarse. Aladino tuvo el tiempo
justo para subirse en una alfombra mágica que encontró por el camino y salir
volando hasta llegar a la entrada de la cueva.
– ¡Ayúdeme,
buen hombre! – suplicó Aladino.
– ¡Primero dame
la lámpara! – contestó el hechicero.
Entonces sonó un horrible trueno, y la cueva se
cerró enterrando al joven Aladino en su interior.
-¿Por qué querría ese tipo una lámpara
tan vieja y sucia? – se preguntaba Aladino.
El muchacho la frotó para limpiarla, y de su
interior salió un gigante azul.
– ¿Quién eres
tú? – preguntó sorprendido Aladino.
– Soy el genio
de la lámpara. Pídeme tres deseos y te los concederé.
Aladino, aturdido, le pidió salir de la cueva. No
paso ni un segundo cuando el genio hizo realidad su deseo, saliendo todos al
exterior de la cueva donde estaban presos por la arena del desierto.
Entonces Aladino se acordó de la bella
hija del rey, de quién hacía tiempo estaba enamorado y pidió un segundo
deseo.
– ¡Quiero ser
un príncipe!, para conquistar a la princesa.
El genio vistió a Aladino con un atuendo digno de
un príncipe, cubriéndole de riquezas y sirvientes. El genio le preparó además
una gran carroza y muchos presentes llevándole al palacio por las
calles de la ciudad. Al entrar al palacio, Aladino vio al sultán y a su
hermosa hija.
– Majestad,
vengo a pedir la mano de su hija- dijo Aladino.
– ¡Encantado,
de tener por yerno a un príncipe tan poderoso! – contestó el sultán.
La princesa estaba disgustada al saber que su padre
quería casarla con un príncipe totalmente desconocido para ella por lo que
volvió a su habitación.
Aquella noche, Aladino invitó a la princesa a un
largo paseo sobre la alfombra mágica. Esa misma noche la princesa fue
descubriendo el gran corazón que tenía Aladino y comenzó a sentir un profundo sentimiento
de amor hacía él. Al terminar la noche, Aladino comprendió que ya tenía todo lo
que deseaba por lo que regaló la lámpara mágica a la princesa sin mencionarle
el poder que poseía.
Entretanto, el malvado hechicero, quiso nuevamente
recuperar la lámpara mágica, y se disfrazó de mercader.
– ¡Cambio
lámparas por preciosos regalos para príncipes! – gritaba sin cesar.
Y la princesa que desconocía el poder de la
lámpara, fue a cambiarla por un regalo para Aladino. El hechicero frotó la
lámpara, y apareció el genio, al que pidió que le convirtiera en
otro genio.
El malvado genio, quiso apoderarse de la princesa y
de cuanto la rodeaba, pero Aladino que consiguió nuevamente la lámpara lo
impidió. El astuto muchacho acercó la lámpara al genio diciendo:
– ¿Acaso no es
la lámpara la casa de un genio?
En poco tiempo el malvado genio fue absorbido y
todo volvió a la normalidad. La bella princesa y Aladino se casaron y vivieron
siempre enamorados y felices, sin usar nunca más la lámpara mágica y habiendo
dejado en libertad al genio que les unió.
SECCION 2
CUENTOS
CORTOS
Cuentos
infantiles para toda la familia.
Historia de los cuentos infantiles
Historia de los cuentos infantiles
La tradición de transmitir historias y cuentos a otros, es tan antigua casi como el origen
de los hombres. Estas historias y cuentos cortos, si bien no adaptados aún a la
infancia como en la actualidad, eran confeccionados a modo de leyendas en las
cuales se transmitía la importancia de los dioses y de las tradiciones, o se
fabulaba con la existencia de mundos imaginarios habitados por princesas,
villanos y héroes. En dichas leyendas, se procuraba transmitir oralmente a la
sociedad la idea que se tenía del bien y del mal, a través de símiles y cuentos fantásticos. En la Edad Moderna,
época en la cual se empieza a tener una noción y una preocupación especial por
el niño y la infancia como categoría social, surgen los cuentos infantiles cortos propiamente dichos, adaptados especialmente para
ellos muchas veces de las historias y cuentos breves tradicionales.
· En la actualidad los cuentos infantiles cortos ha tendido a la transformación en cuanto al
rol y dinámicas de sus personajes,cada vez más
alejados de los cuentos
para niños de hadas y princesas de siempre, incorporándose también políticas
educativas como la transversalidad u otros valores pedagógicos.
·
Lo importante es que el resultado de
dichas historias siempre resulte atractivo y útil para los niños y para los padres, bien comocuentos para dormir,
o para leer durante el día y pasar momentos maravillosos solos o en compañía de
la familia.
·
EXPEDIENTE HORMIGA | Cuentos cortos
infantiles
·
Lidia, una niña de
cinco años despierta y muy observadora, creía haber revelado un importante
misterio para la Humanidad. Estaba convencida de haber descubierto el origen de
los marcianos.
·
Dedicaba horas, en
sus ratos libres, a estar en el campo con sus abuelos. Horas en las cuales
observaba, muy atentamente, la naturaleza y todo cuanto sucedía a su alrededor,
acurrucada bajo el viejo chopo del tatarabuelo Rufo. Pero de todo cuanto podía
admirar, sin duda, lo que más le apasionaba eran las hormigas.
·
A la pequeña Lidia
le inquietaba ver de qué manera aquellos minúsculos bichitos iban y venían, de
un lado para otro, a lo largo del día. Su manera de actuar parecía demostrar que
todas aquellas hormigas supiesen perfectamente a qué punto exacto de la
casa o de la huerta del
tatarabuelo Rufo debían dirigirse en cada momento y por qué motivo.
·
Siempre que había
pizcas de miga de pan en la cocina, las dichosas hormigas comenzaban a acudir
desde el viejo chopo, situado a no menos de cien metros de la casa. Una vez
allí, y organizadas en dos bloques perfectos de filas indias, se disponían para
recoger los pequeños cuscurros de pan y volvían hasta la sombra del viejo
chopo, bajo la cual se enterraban en su hormiguero, desapareciendo, como si no
hubiesen estado allí jamás. ¿Cómo podían saber aquellos diminutos seres dónde
se encontraba la cocina? ¿Y por qué parecían saber la hora exacta en la cual
tendrían dispuestos siempre sus abuelos los cuscurros o las miguitas de pan
para llevárselas?, se preguntaba Lidia, atónita, cada vez que observaba el fenómeno. Con
toda seguridad, aquellas hormigas debían de pertenecer a algún grupo o familia
muy unida y avanzada. En ocasiones, desplegaba su gran lupa y hasta le parecía que reían
entre ellas y llegaban a conversar.
·
Lidia había oído a
los adultos hablar sobre todo aquello de las naves
espaciales y los
extraterrestres…y poco a poco, todo parecía encajar. Observar a aquellas
hormigas tan atentamente la había llevado al convencimiento absoluto de que
aquellos extraños seres debían de tener algún sistema de control sobre
nosotros. Un sistema, tan avanzado, que ni siquiera les hacía falta usar naves
para visitarnos, haciéndolo a cuerpo descubierto y enfrentándose a grandes
peligros, como la gran pisada del pie del abuelo Pipe.
·
¡Ajá!
¡Os he descubierto! –Exclamó Lidia observando la boca del hormiguero.
·
Y la pequeña se
echó la siesta aquella tarde, increíblemente feliz, bajo la sombra del viejo
chopo del tatarabuelo Rufo. Había dado
con el secreto de los marcianos…
EL PIRATA ESCACHARRADO | cuentos
infantiles
Érase una vez un pirata, al que la mala suerte (sin saber por qué), le había venido a ver…
El pirata tenía un ojo de palo, una pata llena de ojos y hasta una larga melena, que se le había mudado de la cabeza a los pies.
·
¡Parecía que le hubieran vuelto del
revés!
Aquel corsario destartalado ya no tenía cuchillos, ni garfios, ni parche en el ojo… ni cara de malo. Pero tenía unas uñas tan largas, que le servían de ancla cuando frenaba su barco, para poder hacer pie.
Y es que hasta las anclas se habían alejado de él.
Aquel corsario destartalado ya no tenía cuchillos, ni garfios, ni parche en el ojo… ni cara de malo. Pero tenía unas uñas tan largas, que le servían de ancla cuando frenaba su barco, para poder hacer pie.
Y es que hasta las anclas se habían alejado de él.
·
Descansaba el pirata siempre en islas
desiertas, puesto que todo desaparecía nada más posarse en ellas. Y así vivía
asustando al miedo, con su ojo de palo, su pata llena de ojos y sus pies llenos
de pelo.
·
–La Tierra y el Mar me han olvidado…–
se lamentaba el escacharrado pirata– ¡A pesar de haber robado cien barcos,
navegado mil horas y haber sido un pirata tan malo!
No le quedaban fuerzas ya a aquel pirata, para seguir intentando lo del ser un pirata malo. Y decidió, tras mucho pensar, abandonar sus galones (cuatro jirones mal remendados sobre la solapa de una chaqueta vieja y tiesa) en alta mar.
No le quedaban fuerzas ya a aquel pirata, para seguir intentando lo del ser un pirata malo. Y decidió, tras mucho pensar, abandonar sus galones (cuatro jirones mal remendados sobre la solapa de una chaqueta vieja y tiesa) en alta mar.
·
Y a partir de entonces, la mala
suerte ya no vino a visitarle nunca
más…
Entretejiendo cuentos: La
señorita Ingrid
«Recuerdo muy
bien a la señorita
Ingrid. Recuerdo el día que llegó a la escuela enfundada en su traje de
cuadros, con sus grandes gafas de persona lista. Era el primer día de colegio.
La señorita Ingrid entró en la clase con una sonrisa y se presentó. Tenía una
voz de niña que no le iba nada a su traje de cuadros.
Para mí que esta
presunta profesora no es la que esperábamos… ¿Quién es? – Exclamó mi amiga Pepa
intrigada ante la presencia de aquella curiosa mujer.
Aquel día, todos
los niños al verla se quedaron perplejos y dijeron con voz susurrante: – ¡Qué rara es!, no solo Pepa.
La maestra al poco
de entrar abrió la mochila, y sacando piezas una a una con mucho cuidado,
comenzó a montar su clarinete. Al instante, las notas de una sencilla canción
llenaron la clase. Recuerdo como todos escucharon la melodía, hasta que se
percataron de que un sinnúmero de pajarillos estaba tras la ventana, silbando
las mismas notas que nacían de aquel instrumento. Pero también recuerdo su
perfume llenándolo todo, su sonrisa templando el día. Recuerdos de
ayer…que parecían ahora irrecuperables.
Nunca creí que la
señorita Ingrid fuese una persona extraña. Para mí no era rara, desde luego.
Era muy especial, encantadora y risueña, y todo era magia cuando pronunciaba
alguna palabra. Pero no todos pensaban igual que yo, y me venía a la mente el
día en que mamá volvió a casa enfadada con la señorita Ingrid, por no sé qué motivo. Aquel día me
contó entre gritos que vivía con un elefante. Desde entonces, no pude parar de
imaginar a aquella mujer con su elegante traje de cuadros, sus gafas de persona
lista y su elefante gigante, embelesando en algún tiempo a toda la selva
africana al son de su clarinete. Exactamente igual que había embelesado a los pájaros;
a Alicia, Galiana, Luisa, Jota, Natalia o Lucila…Igual que me había hipnotizado
a mí.»
Daba gusto ver al
pequeño Pablo rememorando en su cuarto todos aquellos dulces recuerdos,
acontecidos el año anterior. Apenas quedaba un día para la vuelta a clase y los
nervios le estrujaban y entumecían su diminuto estómago. Pero no eran nervios
malos, sino de emoción. ¿Volvería la señorita Ingrid a clase? ¿Estarían todos
sus compañeros y compañeras con él? Fuese como fuese aquella vuelta, Pablo
estaba convencido de que, sin duda, era el momento de volver a pescar nuevos y
emocionantes recuerdos con ella…
LA TÍA RITA | Cuentos para niños
La tía Rita era una mujer de lo más peculiar.
Poseía una espalda curvada, con la cual aparentaba una edad de lo más avanzada. Joroba que le hacía un cuerpo semejante, al caminar, al de una pobre grulla sin alas.
Sin embargo, no era aquello lo más singular. Todo el mundo comentaba que la tía Rita sufría de espasmos y que, por ello, el cuerpo parecía habérsele partido en cuarto y mitad.
La tía Rita era una mujer de lo más “especialita”. Su hermana decía que era alérgica a la letra “i” y que, por ese motivo, vivía en un sin vivir. Si la nombraban, estornudaba, y si estornudaba…de nuevo, el cuerpo entero otra vez le temblaba: ¡aaachís! La pobre Rita ya no sabía, cómo de aquel castigo escapar podría:
Poseía una espalda curvada, con la cual aparentaba una edad de lo más avanzada. Joroba que le hacía un cuerpo semejante, al caminar, al de una pobre grulla sin alas.
Sin embargo, no era aquello lo más singular. Todo el mundo comentaba que la tía Rita sufría de espasmos y que, por ello, el cuerpo parecía habérsele partido en cuarto y mitad.
La tía Rita era una mujer de lo más “especialita”. Su hermana decía que era alérgica a la letra “i” y que, por ese motivo, vivía en un sin vivir. Si la nombraban, estornudaba, y si estornudaba…de nuevo, el cuerpo entero otra vez le temblaba: ¡aaachís! La pobre Rita ya no sabía, cómo de aquel castigo escapar podría:
«Ji, ji, ji…»
–Carcajadas de señoras y señores…
– « ¡Piii! ¡Piiii! » –Sonido de coches en calles y callejones…
– «Din, don…Din, don… » –Repiques de campanas y relojes…
– « ¡Piii! ¡Piiii! » –Sonido de coches en calles y callejones…
– «Din, don…Din, don… » –Repiques de campanas y relojes…
¡Quiquiriquí!…De la mañana a la noche, la tía Rita se encontraba inmersa en una extraña danza (compuesta de muecas curiosas y muchos temblores) que parecía no tener fin. Hasta que un día la hermana de Rita, ideó una manera de acabar con la caprichosa alergia en torno a aquella letra tan estrechita.
Acordándose de que su hijo Martín, tartamudeaba y se atragantaba con la misma letra “i”, decidió hurtarle la vocal a su hermana, para ponerla en el abecedario del pequeñín. Presurosa, acudió al Consejo superior de los nombres de todos losreinos. En él, las personas más sabias acuñaban en madera elegantemente tallada, todas las letras del abecedario en el Casillero Oficial de todos los niños y niñas, conforme aprendían a hablar, leer y escribir.
Una vez informados del caso de su hermana Rita y de su hijo Martín, todos los sabios y sabias del consejo, acordaron conceder al pequeño, la vocal que tanta alergia le había provocado a su tía. Y, finalmente, tallaron a Martín, muy cuidadosamente, la dichosa letra “i”.
La «hermana Reta», como la llamaron a
partir de entonces, pudo al fin relajarse y vivir feliz, y Martín pudo de una
vez pronunciar la “i”…
Achís!
El Monstruo del Canapé | Cuentos infantiles
¿Alguna vez habéis convivido con
monstruos?
En casa lo hacemos con uno a diario, aunque es mamá la que
siempre se enfrenta a él y… ¡hasta le da de comer!
Todo empezó cuando una tarde, al
volver del colegio, oí contar a mamá que por fin habían traído al Monstruo del
canapé.
Hasta aquel día siempre había pensado,
que de haber monstruos en una habitación, se encontrarían en el armario o
debajo de la cama. Pero dentro de ella…Aquella idea me resultó terrorífica.
No lograba comprender por qué había
que rellenar el hueco existente bajo la cama con un monstruito al que encima
debíamos dar de comer. ¡Y no cualquier comida no! Que aquel monstruo solo
quería alimentarse de nuestras cosas para dejarnossin nada y atemorizarnos, y yo me enfadaba con mamá, que
todos los caprichos le daba: «Voy a llevar estas sábanas al canapé…Los abrigos
que no te valgan al canapé…». Incluso engullía los adornos del árbol de Navidad
que nos sobraban! Y eso que el cabello de ángel que utilizábamos, no se le parecía en nada al que usaba la abuela en sus
deliciosas empanadillas dulces.
En las noches, procuraba conciliar el
sueño con dificultad, puesto que la idea de dormir con un monstruo en la
habitación de al lado, se debía hacer difícil para el más grande de los
valientes. A veces me preguntaba si el Monstruo del canapé sería en realidad un
monstruo de los buenos, encargado de mullirnos el colchón bajo nuestras
espaldas al más mínimo movimiento y de hacer sonar los muelles. Sin embargo,
esta idea de bondad duró poco en mi cabeza. De pronto imaginé a aquel Monstruo
del canapé colocándonos también la almohada y saciando su sed con el rastro de
nuestra saliva nocturna, como lo hacían de savia las flores según mi profesora de naturales, haciéndose cada
vez más y más grande.
Desde la llegada de aquel extraño
ser, aquella era la rutina de nuestros días. Cada tarde al volver de clase,
observaba desde el fondo del salón como mamá organizaba su cuarto y daba de
comer a la fiera, casi siempre enfurecida dado el forcejeo que mamá se traía
siempre subiendo y bajando la tapa de su guarida.
Todo fue sucediéndose con aquella
relativa normalidad, hasta que una mañana tomé una decisión. Aquel día papá había salido del cuarto de mal humor, refunfuñando
que el dichoso canapé le había triturado la espalda. Esa misma mañana elaboré
un plan
estratégico para enfrentarme al monstruo que,
claramente, quería comerse a mis padres.
El primer asalto sería la elaboración
de un suculento menú, con el que sin duda debilitaría al gran bicho. El menú
estaría compuesto de: tornillos de bicicleta, goma de borrar, puré de plastilina
y polvos pica-pica. Una vez debilitado con mi delicioso
menú, volvería a la habitación a enfrentarme a él, cara a cara, en una lucha
más igualitaria. Tal vez hasta podríamos conversar, y me permitiría preguntarle
por qué había engullido nuestras cosas, incluido mi disfraz de guerrero
medieval tan necesario en aquella misión.
Pero nada de aquello ocurrió
finalmente, porque mientras yo aún terminaba de ultimar los detalles finales de
mi plan, mamá ya se había enfrentado sola y en silencio al monstruo. Me recogió
del colegio, y durante el paseo a casa, me sonrió suspirando y dijo:
Al fin dormiremos tranquilos. Ya me
he librado del dichoso canapé.
Y yo la entendí perfectamente y me
alegré, aunque en el fondo lamenté el no haber podido llevar a cabo mi estratégico
plan, y haber estado frente a frente con aquel Monstruo del canapé. Mamá había
sido una heroína. Siempre tan tranquila y tan segura…No podía dejar de mirarla
ni un momento. Estaba convencido, de que algún día, me contaría el secreto de
aquella batalla. Pero en aquel instante caminamos en silencio. La vuelta a casa
jamás había sido tan agradable…
El Vagabundo y la Luna | Cuentos infantiles para niños
Érase una vez un extraño hombrecillo
que moraba entre las sombras de una ciudad.
Prefería la noche al día, y al alba, se acomodaba sobre los tejados más mullidos de la capital.
La gente, que nada de él conocía, acostumbraba a susurrar en su espalda mientras el hombrecillo dormía, ajeno a los demás.
Prefería la noche al día, y al alba, se acomodaba sobre los tejados más mullidos de la capital.
La gente, que nada de él conocía, acostumbraba a susurrar en su espalda mientras el hombrecillo dormía, ajeno a los demás.
¡Pobre vagabundo! –se lamentaban los más bondadosos– ¡Qué vida tan desgraciada tendrá!
A aquel extraño vecino le acompañaba
siempre un gato, lleno de tantas manchas que parecía vestido de lunares, y
¡hasta unas botitas blancas parecía calzar!
Poco más poseía aquel hombre, salvo una pequeña flauta que le alegraba las noches, mientras todos dormían y él despertaba. Y sin embargo, era el hombre más rico de la ciudad.
Cuando la ciudad dormía, todo se tornaba de paz y tranquilidad por las calles y recovecos de aquel lugar. Solo un pequeño hombrecillo y su gato de cien manchas permanecían en aquel momento con los ojos abiertos. Aquel pequeño hombrecillo, o vagabundo (como le llamaban), hacía entonces sonar su flauta llenando las avenidas de alegría, color y magia.
Sentado a los pies de la mismísima luna, cada noche silbaba el músico al viento todas las melodías que recordaba.
Poco más poseía aquel hombre, salvo una pequeña flauta que le alegraba las noches, mientras todos dormían y él despertaba. Y sin embargo, era el hombre más rico de la ciudad.
Cuando la ciudad dormía, todo se tornaba de paz y tranquilidad por las calles y recovecos de aquel lugar. Solo un pequeño hombrecillo y su gato de cien manchas permanecían en aquel momento con los ojos abiertos. Aquel pequeño hombrecillo, o vagabundo (como le llamaban), hacía entonces sonar su flauta llenando las avenidas de alegría, color y magia.
Sentado a los pies de la mismísima luna, cada noche silbaba el músico al viento todas las melodías que recordaba.
¡Qué dichoso y afortunado me siento
aquí sentado! – comentaba a menudo el músico
acariciando a su curioso y pintoresco gato.
Arropadito por un buen manto de
estrellas, tocaba y tocaba sin darse
cuenta la noche entera, y cuando todos
comenzaban a despertar volvía junto a su gato a buscar tejados mullidos donde
poder reposar.
Así una y otra vez hasta que acabase el día, y la noche y la música tuviesen denuevo lugar.
Así una y otra vez hasta que acabase el día, y la noche y la música tuviesen denuevo lugar.
WINTER´S PEAK
Hace tiempo, mucho tiempo…el invierno no
era tan frío como lo es ahora. Al menos, eso es lo que se rumorea en los
pueblos cercanos a Winter’s Peak, el lugar más remoto y humilde que ha existido
en toda la humanidad…El pueblo de la Navidad.
Entonces la ahora fría estación, se
caracterizaba por corrientes tan suaves como las que
rozan las rosadas mejillas de los niños en primavera, y la gente ansiaba su
llegada con ilusión, sabedores de la alegría tan inmensa que cada año traía con
él a la pequeña localidad.
Las luces de mil colores; el olor a
siropes, jengibres y chocolate caliente inundando las calles y los resquicios
de las puertas de las casas; el descanso escolar; los deseos hechos cartas y
canciones; y sobre todo, los encuentros y abrazos de aquellas
familias…ablandaban al invierno de tal manera, que se le hacía imposible
cometer su función de traer la lluvia, el frío y la nieve, permaneciendo calmo
y observador ante la muchedumbre alegre.
Sin embargo, con el tiempo, los habitantes
de Winter’s Peak comenzaron a perder interés por el invierno y la Navidad. Ya
no festejaban aquella fiesta como lo hacían antaño; ni olía tanto a dulce por
los resquicios de las calles y las casas; ni se escribían cartas…ni apenas se
reunían las familias ya.
Los habitantes de Winter’s Peak ya no
soñaban, porque sentían que lo habían soñado todo ya. El invierno se sentía tan
enfadado ante tanta ingratitud, que finalmente decidió realizar sus tareas, al
tiempo que les mostraba la peor de sus caras a todos los vecinos de aquella
localidad:
¡Qué frío tan horroroso! ¡Qué invierno tan duro y desolador!…–Exclamaban los lugareños
ateridos de frío y azotados por incesantes lluvias y tormentas de nieve.
Tanto castigó a aquel pequeño pueblo el invierno, que nadie podía salir a la calle a la
panadería de John Woodle, ni a la escuela, ni siquiera a la tienda de
comestibles de la señorita Pich. Y tal fue la tristeza que provocó el
aislamiento de frío y nieve en los habitantes de Winter’s Peak, que de nuevo se
llenaron de sueños que pedirle a la Navidad. A su llegada, todos decidieron
abrir sus puertas y fueron retirando poco a poco las sendas montañas de nieve,
trabajando codo con codo en la espera última de celebrar como se merecía la
mejor y más bella Navidad.
Se sintió tan satisfecho y emocionado
el invierno ante aquel duro esfuerzo y sólida unión, que no dejó de llorar
copos de cristal fino de nieve sobre las colinasde
Winter’s Peak durante toda la Navidad; tan suaves, que ni siquiera mojaban. Sin
embargo, se olvidó de atemperar los grados de aquellos finos y blancos copos de
nieve, el pobre invierno ante tanta dicha. Y uno a uno, fueron congelando para
siempre aquellos bellos instantes en Winter’s Peak, cual preciosas estampas
navideñas.
Pobre Winter’s Peak…El pueblo de la
Navidad, dicen. El lugar donde se endureció el triste y culpable corazón del
frío invierno, que ya no se ablandaría jamás…
La Jirafa Dromedaria | Cuentos de
animaleS
Érase una vez una Jirafa Dromedaria que habitaba en la sabana africana…
Esta curiosa jirafa vivía al margen
de su manada porque… ¡apenas se le parecía en nada!.
Su lomo asemejábase más al de un
camello, o a un dromedario (o a un tobogán), y ni siquiera gozaba del cuello largo y rectilíneo del que disfrutaban el resto de las
jirafas de aquella sabana. Ninguna de sus parientes jirafas podía ver en ella
ni a una tía, ni a una hermana, ni siquiera a una prima lejana; ni contemplaban
tampoco al verla, a alguien con quien compartir el agua o las sabrosas acacias.
Recelosas, observaban muy erguidas en las alturas a aquel extraño animal, cuasi
jorobado, que tanto se les acercaba.
La Jirafa Dromedaria cansada, con el
tiempo, de agazaparse y correr siempre al rebufo del resto de la manada,
decidió vagar sola por la sabana en busca de más jirafas dromedarias, en busca
de una auténtica familia que en apenas algo se le asemejara.
Tras un tiempo observando y buscando
su nuevo hogar, la Jirafa Dromedaria creyó haberlo encontrado al
ver el pelaje de un leopardo, intentando camuflarse entre el pastizal.
Acercóse la insensata jirafa hacia el fiero animal, hasta que sus finos y largos bigotes pudo
casi palpar. Pero el leopardo (creyendo ver al mismísimo demonio en la piel de
un camello con sarampión) se quedó tan congelado cuando la llegó a observar,
que concedió a la jirafa el tiempo justo para lograr escapar. Y emprendiendo
como pudo una carrera, al trote de un paso muy vacilante y torpón, la Jirafa
Dromedaria de nuevo retomó la búsqueda de su familia de verdad.
Harta de trotar para escapar del
leopardo y de un posible ataque fatal, creyó divisar a lo lejos un paraíso de
antílopes colosal. En la distancia, pudo olisquear el aroma de las hojas y de
las vainas frescas que cubrían parte de los terrenos de aquel esbelto y bello
animal, y cansada y apurada por el hambre, pensó haber llegado al hogar.
A su llegada, los antílopes no
dudaron en dar la bienvenida a aquella invitada curiosa y particular.
Agasajaron a la jirafa con hierbas frescas de temporada y, al anochecer, la
acomodaron en un humilde rincón fresco de pasto para que pudiese reposar. Al día siguiente, ya descansada, la Jirafa Dromedaria se divirtió
de lo lindo con las pequeñas y juguetonas crías del grácil antílope, las cuales
se deslizaban por su espalda jorobada, como si recorriesen mil rampas a lomos
de un tobogán. Qué gracia en sus saltos y movimientos… ¡qué cariño en cada uno
de sus gestos!
La Jirafa Dromedaria, por primera
vez, parecía formar parte de un grupo, de una manada; y nunca más se puso en marcha en busca de familiares por la
sabana.
Qué extraño resultaba verla en medio de aquella tribu africana. ¡Qué familia tan disparatada formaban! Y qué felices los niños junto a su nueva amiga del alma.
Qué extraño resultaba verla en medio de aquella tribu africana. ¡Qué familia tan disparatada formaban! Y qué felices los niños junto a su nueva amiga del alma.
Microcuentos infantiles
PARA LOS PEQUEÑITOS
Los microrelatos o microcuentos breves, son textos que
narran historias de una forma muy condensada
conuna extensión de
unas pocas líneas. En nuestro espacio encontraréis
microcuentos originales realizados por nosotros, que podréis leer en mucho
menos de un minuto. ¡A por ellos!
MICROCUENTOS
·
Microcuento infantil : El
Niño Manuel
Ay, qué fuerte…
¡Qué fuerte gritaba el niño Manuel!
Al pobre, con menos de un año…
¡Ya le había salido la nuez!
El Mago de los Deseos
«Quisiera ser libre como el viento, y moverme como
las hojas acariciadas al sol», exclamó una
inocente y joven niña, ajena a que sus deseos
escuchados habían sido, por un mago obediente
y muy trabajador.
Y así, poco a poco, los cabellos de la joven en
ramas secas convirtió.
El acebo y el gorrión
Microcuento
«Miles de kilómetros recorrió un pequeño gorrión,
para posarse sobre la rama de acebo más bella del mundo.
Y sobre ella, esperó y esperó al amor verdadero, el romántico gorrión.»
Y sobre ella, esperó y esperó al amor verdadero, el romántico gorrión.»
El viento
“De
vez en cuando Eolo, el viento, acariciaba a los niños con su feroz aliento, emborrachándoles
de ataques de risa y sueños…”
La Navidad
El niño de los pies
descalzos observaba la Navidad, con toda su gente apresurándose entre las
calles. Percibía sus rostros coléricos y nerviosos, mientras pisoteaban y empujaban
a los descalzos con sus regalos…
Entonces, fue consciente de la pobreza de aquella gente. Retiró el cestillo, se sonrió, y se deseó la mejor de las navidades posibles.
Entonces, fue consciente de la pobreza de aquella gente. Retiró el cestillo, se sonrió, y se deseó la mejor de las navidades posibles.
La soberbia
«
¡Tengo la habitación más triste del mundo!» –Espetó la niña
llorosa en su enorme cuarto lleno de innumerables juguetes…
Y
la soberbia se la comió.
SECCION 3
MAS CUENTOS... Y COMO TRABAJAR CON LOS NIÑOS
Cuento:
El Árbol De Las Risas
Esta historia comienza
así: hace muchos años existía un famoso pueblito, alejado de la ciudad, llamado
Glabilú. En el medio de la única placita que tenía, había un árbol, con hojas
grandes, chicas, medianas, verdes, rojas, amarillas, celestes y muchos colores
más. No sólo era hermoso, sino que regalaba sonrisas a toda la gente.
Cada vez que alguien se sentía un poquito triste, se iba hasta la plaza, se acercaba al árbol y automáticamente se empezaba a reír. Para los chicos, Risitas, que así lo llamaban a su árbol, era un amigo más. Esperaban ansiosos que llegara la tarde para poder ir a jugar junto a él. Se trepaban en sus ramas, le cantaban canciones, se divertían mucho.
Una noche, el Señor Gogó, que era del pueblito vecino, fue hasta la placita. Miró para todos lado, se fijo que no hubiese nadie, y se acerco al árbol en puntitas de pie. Era un hombre muy malo y serio, y no le gustaba que sus vecinos siempre estuvieran alegres. Entonces, empezó a arrancarle las coloridas hojas a Risitas y a patearle su tronco ¡con mucha bronca!. El pobre árbol empezó a reír cada vez menos... hasta dejarlo de hacer por completo. Y cuando lo hizo, el Señor Gogó se fue satisfecho a su pueblo.
A la mañana siguiente el árbol amaneció enfermo, casi muerto. La gente se puso muy triste cuando lo vio, y la risa desapareció de sus caras. Entre ellos se miraban y se preguntaban: ¿qué le habrá pasado? ¿quién lo lastimó?. Se pusieron a juntar sus hojitas, a cuidarlo, a regarlo, pero Risitas seguía igual. Hasta que un día, decidieron que la forma para curarlo era darle lo mismo que el siempre les dio a ellos: RISAS. Se juntaron todos, hicieron una ronda alrededor del árbol, se agarraron de las manos y empezaron a reír. Y rieron cada vez más fuerte, tan fuerte que hasta la tierra comenzó a vibrar. Risitas empezó a tomar vida, le volvieron a salir sus coloridas hojas y con ellas, su alegría. Empezó riéndose bajito, casi no se lo oía, pero terminó riéndose tan alto que hasta contagió al Sol. Comenzaron a crecer muchas y muchas flores a su alrededor y se formó un arco iris, el más bello que habían visto en toda su vida.
La risa empezó a contagiar a los pueblos vecinos y llegó hasta la casa del Señor Gogó, y sin darse cuenta, de sus labios, comenzaron a salir risas.
Y colorín, colorete, a este cuento se lo llevó un cohete.
Cada vez que alguien se sentía un poquito triste, se iba hasta la plaza, se acercaba al árbol y automáticamente se empezaba a reír. Para los chicos, Risitas, que así lo llamaban a su árbol, era un amigo más. Esperaban ansiosos que llegara la tarde para poder ir a jugar junto a él. Se trepaban en sus ramas, le cantaban canciones, se divertían mucho.
Una noche, el Señor Gogó, que era del pueblito vecino, fue hasta la placita. Miró para todos lado, se fijo que no hubiese nadie, y se acerco al árbol en puntitas de pie. Era un hombre muy malo y serio, y no le gustaba que sus vecinos siempre estuvieran alegres. Entonces, empezó a arrancarle las coloridas hojas a Risitas y a patearle su tronco ¡con mucha bronca!. El pobre árbol empezó a reír cada vez menos... hasta dejarlo de hacer por completo. Y cuando lo hizo, el Señor Gogó se fue satisfecho a su pueblo.
A la mañana siguiente el árbol amaneció enfermo, casi muerto. La gente se puso muy triste cuando lo vio, y la risa desapareció de sus caras. Entre ellos se miraban y se preguntaban: ¿qué le habrá pasado? ¿quién lo lastimó?. Se pusieron a juntar sus hojitas, a cuidarlo, a regarlo, pero Risitas seguía igual. Hasta que un día, decidieron que la forma para curarlo era darle lo mismo que el siempre les dio a ellos: RISAS. Se juntaron todos, hicieron una ronda alrededor del árbol, se agarraron de las manos y empezaron a reír. Y rieron cada vez más fuerte, tan fuerte que hasta la tierra comenzó a vibrar. Risitas empezó a tomar vida, le volvieron a salir sus coloridas hojas y con ellas, su alegría. Empezó riéndose bajito, casi no se lo oía, pero terminó riéndose tan alto que hasta contagió al Sol. Comenzaron a crecer muchas y muchas flores a su alrededor y se formó un arco iris, el más bello que habían visto en toda su vida.
La risa empezó a contagiar a los pueblos vecinos y llegó hasta la casa del Señor Gogó, y sin darse cuenta, de sus labios, comenzaron a salir risas.
Y colorín, colorete, a este cuento se lo llevó un cohete.
FIN
Diferentes tipos de títeres
La
Bruja Despelucada
Un día salió la bruja de
su casa como en todas lastardes, como todos los días a divertirse, como siempre a molestar
a los humanos; como siempre salía volando en su escoba desde la ventana de su
casa, la más alta, la del ático; como siempre un despegue un poco escabroso por
entre el único árbol que había y que pasaba justo por la ventana y como siempre
lograba salir dando remolinos y vueltas en el
aire arruinando su peinado matutino y haciendo sus terribles fechorías como
cualquier otra temible bruja despelucada.
Esa misma noche cuando riéndose a carcajadas de las caras de los humanos que caían en sus trampas, vio a lo lejos una cosa circular blanca y cuando la vio pensó en su cena, y cuando lo hizo pensó en ¡galleta!, y sin pensarlo dos veces salió disparada, a toda velocidad, en su búsqueda.
Esa misma noche cuando riéndose a carcajadas de las caras de los humanos que caían en sus trampas, vio a lo lejos una cosa circular blanca y cuando la vio pensó en su cena, y cuando lo hizo pensó en ¡galleta!, y sin pensarlo dos veces salió disparada, a toda velocidad, en su búsqueda.
Cuando menos se dio cuenta la punta de su escoba estaba clavada
en una gran galleta blanca y
un silencio tan grande hizo que se le encresparan hasta los pelos de la escoba.
Para su desgracia eso que había pensado que era una galleta, era la
luna; y
los humanos al ver que en medio de la noche la luna se apagó quedaron estupefactos.
los humanos al ver que en medio de la noche la luna se apagó quedaron estupefactos.
La bruja descontenta y
encogida de la vergüenza elevó anclas y regresó a la tierra.
Los humanos extrañados pensaron que algo muy terrible le había sucedido a la bruja y corrieron a verla cuando se estrelló directamente ahora, contra el planeta.
Al verla tan aporreada y pequeñita le trajeron una canasta con grandes galletas.
Los humanos extrañados pensaron que algo muy terrible le había sucedido a la bruja y corrieron a verla cuando se estrelló directamente ahora, contra el planeta.
Al verla tan aporreada y pequeñita le trajeron una canasta con grandes galletas.
Ella muy apenada les
pidió perdón y prometió no volver a molestarlos nunca jamás, los vecinos
quedaron tranquilos y regresaron a sus vidas felices; y aunque la bruja seguía
viviendo en esa extraña casa y salía de vez en cuando a dar un paseo por las
estrellas, nunca molesto más a las personas de aquel lugar.
Enviado por
Lina Soto Afanador Bogotá Colombia
Lina Soto Afanador Bogotá Colombia
LA SEMILLITA DORMIDA
Preparar un rotafolio de
transparencias y narrar el cuento de
"La semillita dormida"
1) Había una vez una
semillita que estaba bien dormidita adentro de su casita,
su casita estaba bajo la tierra.
2) Un día llegó el sol y con sus brazitos tibios comenzó a hacerle cosquillas en la pancita.¡Despiértate, dormilona!- le decía, pero la semillita remolona no quería abrir su casita. El señor sol comenzó a calentarla más y más y de pronto la semillita estiró de a poquitito una patita, esa patita se llama raíz.
3) Luego vino la señora lluvia y le mojó la carita con sus suaves gotitas. ¡Arriba, arriba hay que levantarse!
.-UUUUUUAAAAHHHHH, UUUUUJJJJJ - bostezaba la semillita y poquito a poco, fue estirando sus brazitos y rompiendo un poquitito su casita tibia.
4) El señor Sol y la señora lluvia la alentaban para que pronto saliera de abajo de la tierra, y estirara sus brazitos aún más.
5) Una tortuguita que pasaba por allí se sentó a esperar que semillita apareciera, total ella no teníamucho apuro, también vinieron algunas mariposas.
6) De pronto unos pequeñísimos brotecitos comenzaron a asomarse en la húmeda tierra.¡Bienvenida! le dijeron todos, ahora sí me puedo estirar bien, dijo semillita! Y se estiró, se estiró como nosotros después de levantarnos de una linda siesta.
7) A semillita comenzaron a salirle unas verdes hojitas y por último para recibir a la señora primavera que estaba por llegar, se vistió de hermosas flores, de muchos colores. la tortuguita y las mariposas, aplaudían muy contentas, y el señor Sol y la señora lluvia, sonreían muy satisfechos por haber ayudado a semillita a crecer feliz.
2) Un día llegó el sol y con sus brazitos tibios comenzó a hacerle cosquillas en la pancita.¡Despiértate, dormilona!- le decía, pero la semillita remolona no quería abrir su casita. El señor sol comenzó a calentarla más y más y de pronto la semillita estiró de a poquitito una patita, esa patita se llama raíz.
3) Luego vino la señora lluvia y le mojó la carita con sus suaves gotitas. ¡Arriba, arriba hay que levantarse!
.-UUUUUUAAAAHHHHH, UUUUUJJJJJ - bostezaba la semillita y poquito a poco, fue estirando sus brazitos y rompiendo un poquitito su casita tibia.
4) El señor Sol y la señora lluvia la alentaban para que pronto saliera de abajo de la tierra, y estirara sus brazitos aún más.
5) Una tortuguita que pasaba por allí se sentó a esperar que semillita apareciera, total ella no teníamucho apuro, también vinieron algunas mariposas.
6) De pronto unos pequeñísimos brotecitos comenzaron a asomarse en la húmeda tierra.¡Bienvenida! le dijeron todos, ahora sí me puedo estirar bien, dijo semillita! Y se estiró, se estiró como nosotros después de levantarnos de una linda siesta.
7) A semillita comenzaron a salirle unas verdes hojitas y por último para recibir a la señora primavera que estaba por llegar, se vistió de hermosas flores, de muchos colores. la tortuguita y las mariposas, aplaudían muy contentas, y el señor Sol y la señora lluvia, sonreían muy satisfechos por haber ayudado a semillita a crecer feliz.
FIN
Algunas
Actividades Para Trabajar El Cuento:
*Dramatizar el cuento.
*Cambiar el final del cuento, cambiar el principio del cuento.
*Dibujar utilizando alguna técnica a los personajes del cuento.
*Construir con material descartable el sol, la lluvia, animalitos, árboles, plantas, etc.
*Jugar con expresión corporal, utilizar sábanas. Nos escondemos, comenzamos a estirarnos como la semillita, con música bailar y moverse suavemente, estiramos los brazos, las piernas.
*Inventamos sonidos con instrumentos no convencionales (sonido de la lluvia, el caminar de la tortuguita, como rompía la semillita su casita, etc, inventar sonidos de..)
*Cambiar el final del cuento, cambiar el principio del cuento.
*Dibujar utilizando alguna técnica a los personajes del cuento.
*Construir con material descartable el sol, la lluvia, animalitos, árboles, plantas, etc.
*Jugar con expresión corporal, utilizar sábanas. Nos escondemos, comenzamos a estirarnos como la semillita, con música bailar y moverse suavemente, estiramos los brazos, las piernas.
*Inventamos sonidos con instrumentos no convencionales (sonido de la lluvia, el caminar de la tortuguita, como rompía la semillita su casita, etc, inventar sonidos de..)
La planta de
Bartolo
(en “La torre de
cubos”)
El buen Bartolo
sembró un día un hermoso cuaderno en un macetón. Lo regó, lo puso al calor del
sol, y cuando menos lo esperaba, ¡trácate!, brotó una planta tiernita con hojas
de todos colores.
Pronto la plantita
comenzó a dar cuadernos.
Eran cuadernos hermosísimos, como esos que gustan a los chicos. De tapas duras con muchas hojas muy blancas que invitaban a hacer sumas y restas y dibujitos.
Eran cuadernos hermosísimos, como esos que gustan a los chicos. De tapas duras con muchas hojas muy blancas que invitaban a hacer sumas y restas y dibujitos.
Bartolo palmoteó
siete veces de contento y dijo:
—Ahora, ¡todos los chicos tendrán cuadernos!
—Ahora, ¡todos los chicos tendrán cuadernos!
¡Pobrecitos los
chicos del pueblo! Estaban tan caros los cuadernos que las mamás, en lugar de
alegrarse porque escribían mucho y los iban terminando, se enojaban y les
decían:
—¡Ya terminaste
otro cuaderno! ¡Con lo que valen!
Y los pobres chicos
no sabían qué hacer.
Bartolo salió a la calle y haciendo bocina con sus enormes manos de tierra gritó:
—¡Chicos!, ¡tengo cuadernos, cuadernos lindos para todos! ¡El que quiera cuadernos nuevos que venga a ver mi planta de cuadernos!
Bartolo salió a la calle y haciendo bocina con sus enormes manos de tierra gritó:
—¡Chicos!, ¡tengo cuadernos, cuadernos lindos para todos! ¡El que quiera cuadernos nuevos que venga a ver mi planta de cuadernos!
Una bandada de
parloteos y murmullos llenó inmediatamente la casita del buen Bartolo y todos
los chicos salieron brincando con un cuaderno nuevo debajo del brazo.
Y así pasó que cada
vez que acababan uno, Bartolo les daba otro y ellos escribían y aprendían con
muchísimo gusto.
Pero, una piedra
muy dura vino a caer en medio de la felicidad de Bartolo y los chicos. El
Vendedor de Cuadernos se enojó como no sé qué.
Un día, fumando su
largo cigarro, fue caminando pesadamente hasta la casa de Bartolo. Golpeó la
puerta con sus manos llenas de anillos de oro: ¡Toco toc! ¡Toco toc!
—Bartolo —le dijo
con falsa sonrisa atabacada—, vengo a comprarte tu planta de hacer cuadernos.
Te daré por ella un tren lleno de chocolate y un millón de pelotitas de
colores.
—No —dijo Bartolo
mientras comía un rico pedacito de pan.
—¿No? Te daré entonces una bicicleta de oro y doscientos arbolitos de navidad.
—No.
—Un circo con seis payasos, una plaza llena de hamacas y toboganes.
—No.
—Una ciudad llena de caramelos con la luna de naranja.
—No.
—¿Qué querés entonces por tu planta de cuadernos?
—Nada. No la vendo.
—¿Por qué sos así conmigo?
—Porque los cuadernos no son para vender sino para que los chicos trabajen tranquilos.
—Te nombraré Gran Vendedor de Lápices y serás tan rico como yo.
—No.
—Pues entonces —rugió con su gran boca negra de horno—, ¡te quitaré la planta de cuadernos!
—y se fue echando humo como la locomotora.
—¿No? Te daré entonces una bicicleta de oro y doscientos arbolitos de navidad.
—No.
—Un circo con seis payasos, una plaza llena de hamacas y toboganes.
—No.
—Una ciudad llena de caramelos con la luna de naranja.
—No.
—¿Qué querés entonces por tu planta de cuadernos?
—Nada. No la vendo.
—¿Por qué sos así conmigo?
—Porque los cuadernos no son para vender sino para que los chicos trabajen tranquilos.
—Te nombraré Gran Vendedor de Lápices y serás tan rico como yo.
—No.
—Pues entonces —rugió con su gran boca negra de horno—, ¡te quitaré la planta de cuadernos!
—y se fue echando humo como la locomotora.
Al rato volvió con
los soldaditos azules de la policía.
—¡Sáquenle la
planta de cuadernos! —ordenó.
Los soldaditos
azules iban a obedecerle cuando llegaron todos los chicos silbando y gritando,
y también llegaron los pajaritos y los conejitos.
Todos rodearon con
grandes risas al vendedor de cuadernos y cantaron “arroz con leche”, mientras
los pajaritos y los conejitos le desprendían los tiradores y le sacaban los
pantalones. Tanto y tanto se rieron los chicos al ver al Vendedor con sus
calzoncillos colorados, gritando como un loco, que tuvieron que sentarse a
descansar.
—¡Buen negocio en
otra parte! —gritó Bartolo secándose los ojos, mientras el Vendedor, tan
colorado como sus calzoncillos, se iba a la carrera hacia el lugar solitario
donde los vientos van a dormir cuando no trabajan.
Laura Devetach
El caso Gaspar
(en “Un elefante ocupa mucho espacio”)
Aburrido de recorrer la ciudad con su valija a cuestas para
vender -por lo menos- doce manteles diarios, harto de gastar suelas, cansado de
usar los pies, Gaspar decidió caminar sobre las manos. Desde ese momento, todos
los feriados del mes se los pasó encerrado en el altillo de su casa,
practicando posturas frente al espejo. Al principio, le costó bastante esfuerzo
mantenerse en equilibrio con las piernas para arriba, pero al cabo de reiteradas
pruebas el buen muchacho logró marchar del revés con asombrosa habilidad. Una
vez conseguido esto, dedicó todo su empeño para desplazarse sosteniendo la
valija con cualquiera de sus pies descalzos. Pronto pudo hacerlo y su destreza
lo alentó: -¡desde hoy, basta de zapatos! ¡Saldré a vender mis manteles
caminando sobre las manos!- exclamó Gaspar una mañana, mientras desayunaba. Y
-dicho y hecho- se dispuso a iniciar esa jornada de trabajo andando sobre las
manos.
Su vecina barría la vereda cuando lo vio salir. Gaspar la saludó al pasar, quitándose caballerosamente la galera: – Buenos días, doña Ramona. ¿Qué tal los canarios?
Pero como la señora permaneció boquiabierta, el muchacho volvió a colocarse la galera y dobló la esquina. Para no fatigarse, colgaba un rato de su pie izquierdo y otro del derecho la valija con los manteles, mientras hacía complicadas contorsiones a fin de alcanzar los timbres de las casas sin ponerse de pie.
Lamentablemente, a pesar de su entusiasmo, esa mañana no vendió ni siquiera un mantel. ¡Ninguna persona confiaba en ese vendedor domiciliario que se presentaba caminando sobre las manos!
Su vecina barría la vereda cuando lo vio salir. Gaspar la saludó al pasar, quitándose caballerosamente la galera: – Buenos días, doña Ramona. ¿Qué tal los canarios?
Pero como la señora permaneció boquiabierta, el muchacho volvió a colocarse la galera y dobló la esquina. Para no fatigarse, colgaba un rato de su pie izquierdo y otro del derecho la valija con los manteles, mientras hacía complicadas contorsiones a fin de alcanzar los timbres de las casas sin ponerse de pie.
Lamentablemente, a pesar de su entusiasmo, esa mañana no vendió ni siquiera un mantel. ¡Ninguna persona confiaba en ese vendedor domiciliario que se presentaba caminando sobre las manos!
– Me rechazan porque soy el primero que se atreve a cambiar la
costumbre de marchar sobre las piernas… Si supieran qué distinto se ve el mundo
de esta manera, me imitarían… Paciencia… Ya impondré la moda de caminar sobre
las manos… -pensó Gaspar, y se aprestó a cruzar una amplia avenida.
Nunca lo hubiera hecho: ya era el mediodía… los autos circulaban casi pegados unos contra otros. Cientos de personas transitaban apuradas de aquí para allá.
– ¡Cuidado! ¡Un loco suelto! -gritaron a coro al ver a Gaspar. El muchacho las escuchó divertido y siguió atravesando la avenida sobre sus manos, lo más campante. – ¿Loco yo? Bah, opiniones…
Pero la gente se aglomeró de inmediato a su alrededor y los vehículos lo aturdieron con sus bocinazos, tratando de deshacer el atascamiento que había provocado con su singular manera de caminar. En un instante, tres vigilantes lo rodearon:
– Está detenido -aseguró uno de ellos, tomándolo de las rodillas, mientras los otros dos se comunicaban por radioteléfono con el Departamento Central de Policía. ¡Pobre Gaspar! Un camión celular lo condujo a la comisaría más próxima, y allí fue interrogado por innumerables policías:
– ¿Por qué camina con las manos? ¡Es muy sospechoso! ¿Qué oculta en esos guantes? ¡Confíese! ¡Hable!
Ese día, los ladrones de la ciudad asaltaron los bancos con absoluta tranquilidad: toda la policía estaba ocupadísima con el “Caso Gaspar -sujeto sospechoso que marcha sobre las manos”.
A pesar de que no sabía qué hacer para salir de esa difícil situación, el muchacho mantenía la calma y -¡sorprendente!- continuaba haciendo equilibrio sobre sus manos ante la furiosa mirada de tantos vigilantes. Finalmente se le ocurrió preguntar:
– ¿Está prohibido caminar sobre las manos?. El jefe de policía tragó saliba y le repitió la pregunta al comisario número 1, el comisario número 1 se la transmitió al número 2, el número dos al número 3, el número 3 al número 4… En un momento, todo el Departamento Central de Policía se preguntaba: ¿ESTA PROHIBIDO CAMINAR SOBRE LAS MANOS? Y por más que buscaron en pilas de libros durante varias horas, esa prohibición no apareció. No, señor. ¡No existía ninguna ley que prohibiera marchar sobre las manos ni tampoco otra que obligara a usar exclusivamente los pies!
Así fue como Gaspar recobró la libertad de hacer lo que se le antojara, siempre que no molestara a los demás con su conducta. Radiante, volvió a salir a la calle andando sobre las manos. Y por la calle debe encontrarse en este momento, con sus guantes, su galera y su valija, ofreciendo manteles a domicilio…
¡Y caminando sobre las manos!
Nunca lo hubiera hecho: ya era el mediodía… los autos circulaban casi pegados unos contra otros. Cientos de personas transitaban apuradas de aquí para allá.
– ¡Cuidado! ¡Un loco suelto! -gritaron a coro al ver a Gaspar. El muchacho las escuchó divertido y siguió atravesando la avenida sobre sus manos, lo más campante. – ¿Loco yo? Bah, opiniones…
Pero la gente se aglomeró de inmediato a su alrededor y los vehículos lo aturdieron con sus bocinazos, tratando de deshacer el atascamiento que había provocado con su singular manera de caminar. En un instante, tres vigilantes lo rodearon:
– Está detenido -aseguró uno de ellos, tomándolo de las rodillas, mientras los otros dos se comunicaban por radioteléfono con el Departamento Central de Policía. ¡Pobre Gaspar! Un camión celular lo condujo a la comisaría más próxima, y allí fue interrogado por innumerables policías:
– ¿Por qué camina con las manos? ¡Es muy sospechoso! ¿Qué oculta en esos guantes? ¡Confíese! ¡Hable!
Ese día, los ladrones de la ciudad asaltaron los bancos con absoluta tranquilidad: toda la policía estaba ocupadísima con el “Caso Gaspar -sujeto sospechoso que marcha sobre las manos”.
A pesar de que no sabía qué hacer para salir de esa difícil situación, el muchacho mantenía la calma y -¡sorprendente!- continuaba haciendo equilibrio sobre sus manos ante la furiosa mirada de tantos vigilantes. Finalmente se le ocurrió preguntar:
– ¿Está prohibido caminar sobre las manos?. El jefe de policía tragó saliba y le repitió la pregunta al comisario número 1, el comisario número 1 se la transmitió al número 2, el número dos al número 3, el número 3 al número 4… En un momento, todo el Departamento Central de Policía se preguntaba: ¿ESTA PROHIBIDO CAMINAR SOBRE LAS MANOS? Y por más que buscaron en pilas de libros durante varias horas, esa prohibición no apareció. No, señor. ¡No existía ninguna ley que prohibiera marchar sobre las manos ni tampoco otra que obligara a usar exclusivamente los pies!
Así fue como Gaspar recobró la libertad de hacer lo que se le antojara, siempre que no molestara a los demás con su conducta. Radiante, volvió a salir a la calle andando sobre las manos. Y por la calle debe encontrarse en este momento, con sus guantes, su galera y su valija, ofreciendo manteles a domicilio…
¡Y caminando sobre las manos!
Elsa Isabel Bornemann
Sapo verde
Publicado
originalmente en la colección Los cuentos del Chiribitil del Centro
Editor de América Latina (Buenos Aires, 1978). Actualmente agotado. Reproducido
enImaginaria con
autorización de la autora.
Humberto
estaba muy triste entre los yuyos del charco.
Ni
ganas de saltar tenía. Y es que le habían contado que las mariposas del Jazmín de Enfrente andaban
diciendo que él era sapo feúcho, feísimo y refeo.
—Feúcho
puede ser —dijo, mirándose en el agua oscura—, pero tanto como refeo... Para mí
que exageran... Los ojos un poquitito saltones, eso sí. La piel un poco gruesa,
eso también. Pero ¡qué sonrisa!
Y
después de mirarse un rato le comentó a una mosca curiosa pero prudente que
andaba dándole vueltas sin acercarse demasiado:
—Lo que
a mí me faltan son colores. ¿No te parece? Verde, verde, todo verde. Porque
pensándolo bien, si tuviese colores sería igualito, igualito a las mariposas.
La
mosca, por las dudas, no hizo ningún comentario.
Y
Humberto se puso la boina y salió corriendo a buscar colores al Almacén de los
Bichos.
Timoteo,
uno de los ratones más atentos que se vieron nunca, lo recibió, como siempre,
con muchas palabras:
—¿Qué
lo trae por aquí, Humberto? ¿Anda buscando fosforitos para cantar de noche? A
propósito, tengo una boina a cuadros que
le va a venir de perlas.
—Nada
de eso, Timoteo. Ando necesitando colores.
—¿Piensa
pintar la casa?
—Usted
ni se imagina, Timoteo, ni se imagina.
Y
Humberto se llevó el azul, el amarillo, el colorado, el fucsia y el anaranjado.
El verde no, porque ¿para qué puede querer más verde un sapo verde?
En
cuanto llegó al charco se sacó la boina, se preparó un pincel con pastos secos
y empezó: una pata azul, la otra anaranjada, una mancha amarilla en la cabeza,
una estrellita colorada en el lomo, el buche fucsia. Cada tanto se echaba una
ojeadita en el espejo del charco.
Cuando
terminó tenía más colorinches que la más pintona de las mariposas. Y entonces
sí que se puso contento el sapo Humberto: no le quedaba ni un cachito de verde.
¡Igualito a las mariposas!
Tan
alegre estaba y tanto saltó que las mariposas del Jazmín lo vieron y se
vinieron en bandada para el charco.
—Más
que refeo. ¡Refeísimo! —dijo una de pintitas azules, tapándose los ojos con las
patas.
—¡Feón!
¡Contrafeo al resto! —terminó otra, sacudiendo las antenas con las carcajadas.
—Además
de sapo, y feo, mal vestido —dijo una de negro, muy elegante.
—Lo
único que falta es que quiera volar —se burló otra desde el aire.
¡Pobre
Humberto! Y él que estaba tan contento con su corbatita fucsia.
Tanta
vergüenza sintió que se tiró al charco para esconderse, y se quedó un rato
largo en el fondo, mirando cómo el agua le borraba los colores.
Cuando
salió todo verde, como siempre, todavía estaban las mariposas riéndose como
locas.
—¡Sa-po
verde! ¡Sa-po verde!
La que no se le paraba en la cabeza le hacía cosquillas
en las patas.
Pero en
eso pasó una calandria, una calandria lindísima, linda con ganas, tan
requetelinda, que las mariposas se callaron para mirarla revolotearentre los
yuyos.
Al ver
el charco bajó para tomar un poco de agua y peinarse las plumas con el pico, y
lo vio a Humberto en la orilla, verde, tristón y solo. Entonces dijo en voz
bien alta:
—¡Qué
sapo tan buen mozo! ¡Y qué bien le sienta el verde!
Humberto
le dio las gracias con su sonrisa gigante de sapo y las mariposas del Jazmín
perdieron los colores de pura vergüenza, y así anduvieron, caiduchas y
transparentes, todo el verano.
SECCION 4
Fábulas
infantiles cortas con moraleja para niños
La fábula es un estilo literario clásico y fantástico, caracterizado por la enseñanza de determinados valores,
considerados importantes para la sociedad de cada momento. Estas fábulaspara niños y para el público en general, se caracterizan por
su brevedad, por su ritmo narrativo, y por la didáctica de sus historias en
forma de moraleja o alegorías. Se dice que las fábulas ya fueron cultivadas por
los primeros hombres de la antigüedad, época en la cual destaca por encima de
todos los fabulistas el griego Esopo, aunque su éxito rotundo lo alcanzarían en
la Edad Media, gracias a escritores tan famosos como el escritor español Félix María Samaniego o el francésJean de La Fontaine.
La fantasía y aventuras que rodean a la mayoría de
fábulas infantiles, junto a los personajes singulares y maravillosos
que las habitan, reivindicaban ya su presencia en El Bosque. ¡Esperamos
que disfrutéis con esta nueva sección de contenido adaptado para vosotros!
Fábula infantil : El gallo
y la zorra
Un
gallo muy astuto, se encontraba un día vigilando su alrededor sobre la rama de
un árbol, cuando de pronto se acercó una zorra y le dijo maliciosamente:
-
¡Hermano! Vengo a firmar la paz entre tu especie y la mía. No quiero que seamos
enemigos nunca más. Baja rápido de ese árbol que podamos darnos un beso y un
gran abrazo fraterno, para sellar así esta alianza de una vez por todas.
-
¡Amiga! -Contesto el gallo- ¡Me das la mejor de las noticias posibles! Esta paz
que tanto hemos deseado… ¡Y salida de tus propios labios! ¡Qué casualidad! –
Prosiguió el gallo- Por el fondo del camino diviso a dos enormes perros, que
seguro vienen de recaderos a darme la buena nueva que ya me has avanzado tú.
De
pronto, asustada la zorra por los supuestos perros, dijo:
-
Bueno, hasta otra, que tengo mucha prisa. Ya lo celebraremos otro día…
Y
el fiero animal salió corriendo campo a través, sin haber dado alcance a su
presa. Mientras, el astuto gallo, se regocijaba sobre la rama del árbol de su
hazaña y valentía. Le resultaba un auténtico placer haber conseguido engañar a
quien engaña.
Fábula corta : El buey y la
cigarra
Arando se encontraba un buey, cuando
una cigarra, que a poca distancia se situaba, le dijo
cantando:
- ¡Ay! ¡Qué surco tan torcido has hecho!
– Si no estuviera lo demás derecho, usted no conocería lo torcido.-Respondió sabiamente el buey.- A mi dueño sirvo bien, y me perdona entre muchos aciertos, un descuido.
– Si no estuviera lo demás derecho, usted no conocería lo torcido.-Respondió sabiamente el buey.- A mi dueño sirvo bien, y me perdona entre muchos aciertos, un descuido.
De necia y envidiosa quedó retratada
la cigarra, pues así resulta quien se atreve a afear un pequeño descuido, en
medio de un gran cometido.
Fábula : El jilguero y el
cisne
- ¡Calla ya, pajarillo
vocinglero!- Exclamó un gran cisne a un humilde jilguero. ¿Por qué me provocas
a cantar, cuando de mi voz sale la melodía más dulce, que jamás ha tenido lugar
entre las aves?
El jilguero continuaba en sus trinos,
y el cisne, ofendido continuó:
- ¡Qué insolencia! ¡Miren como me
insulta el jilguerillo! Si no me decido a humillarle con mi canto, le
habrá de dar gracias a mi gran prudencia y educación.
– ¡Claro que sí, canta!- respondió el jilguero interrumpiendo su canto- Y así escucharé esos cantos tan afamados que jamás he oído y que dices son mejor que los míos…
– ¡Claro que sí, canta!- respondió el jilguero interrumpiendo su canto- Y así escucharé esos cantos tan afamados que jamás he oído y que dices son mejor que los míos…
Tras esto quiso el cisne cantar, y
dio un enorme y chirriante graznido. Y es que de nada sirve la fama, sino se
corresponden las obras.
Fábula : El burro flautista
Esta fabulita,
salga bien o mal,
se me ha ocurrido ahora
por casualidad.
salga bien o mal,
se me ha ocurrido ahora
por casualidad.
Cerca de unos prados
que hay en mi lugar,
pasaba un borrico
por casualidad.
que hay en mi lugar,
pasaba un borrico
por casualidad.
Una flauta en ellos
halló, que un zagal
se dejó olvidada
por casualidad.
halló, que un zagal
se dejó olvidada
por casualidad.
Acercóse a olerla
el dicho animal,
y dio un resoplido
por casualidad.
el dicho animal,
y dio un resoplido
por casualidad.
En la flauta el aire
se hubo de colar,
y sonó la flauta
por casualidad.
se hubo de colar,
y sonó la flauta
por casualidad.
« ¡Oh!-dijo el borrico-
¡Qué bien se tocar!
¡Y dicen que es mala
la música asnal!»
¡Qué bien se tocar!
¡Y dicen que es mala
la música asnal!»
Sin reglas del arte
borriquitos hay
que una vez aciertan
por casualidad.
borriquitos hay
que una vez aciertan
por casualidad.
(Sin reglas del
arte, el que en algo acierta… ¡es por obra de arte!)
Fábula para niños : La
zorra y el cuervo
Un día, se encontraba un cuervo
encaramado en la copa de un árbol, degustando un rico trozo de queso. Bajo el árbol que habitaba el cuervo, merodeaba
una zorra que había sido atraída por el olorcillo del queso.
- ¡Buenos días, señor cuervo! ¡Qué
bello plumaje viste! Desde luego, si su canto es igual a su plumaje… ¡será
usted un auténtico primor!- Exclamó la zorra dirigiéndose al cuervo, con cierto
tono irónico…
El cuervo, que no lo advirtió y no
estaba acostumbrado a que le halagasen, por ser pájaro de mal agüero, abrió
rápidamente el pico para mostrar a la zorra su magnífico canto, dejando caer el
rico trozo de queso al suelo. En ese mismo instante, le dijo la zorra:
- No hay que dejarse
embelesar por todo aquel que de coba, señor cuervo. La lección que le doy,
¡bien vale este trozo de queso!
Y el cuervo, muy avergonzado, juró
que nunca
más se dejaría engañar.
Fábula corta : La lechera
Fábula corta : La lechera
Juana la lechera caminaba muy
contenta con su cántaro de leche sobre la
cabeza. Imaginaba ya en qué forma gastaría todo el dinero que la venta del
cántaro le iba a proporcionar: «Podré adquirir un cerdo, no me costará mucho
cebarlo; con su venta ganaré dinero. Entonces me compraré una vaca, que tendrá
un ternerillo; y más tarde seré dueña de un rebaño…».
Comenzó a dar saltos de alegría ante
su idea, cuando de pronto tropezó, y el cántaro de leche cayó al suelo
haciéndose mil pedazos. ¡Adiós al ternero, a la vaca, al cerdo y al rebaño!
Desolada observaba el cántaro roto la lechera, consciente de haber sufrido la
pérdida de su fortuna antes de lograrla.
Sin embargo, a pesar de los pesares,
todos construimos castillos en el aire, porque no hay nada más humano ni
esperanzador.
Fábula corta: Las ranas y
las liebres
Una liebre meditaba
un día en el escondrijo que le hacía las funciones de hogar. El animal se
encontraba muy triste y asustado:
·
¡Qué infelices son aquellos que nacen
tímidos y miedosos! – Exclamaba sollozante. – No hay nunca comida que les
aproveche, ni viven jamás de forma tranquila, siempre con sobresaltos de acá
para allá. Pues, ¡así es mi vida! – Se lamentaba – El miedo me obliga a vivir
siempre con los
ojos abiertos… « ¡Puede corregirse!»,
dicen alegremente aquellos que se creen muy sabios…pero no saben nada.
Con estas palabras reflexionaba sobre
su vida la liebre, en continua alerta ante cualquier peligro. El viento, las
sombras, los ruidos…todo angustiaba al pobre animal.
De pronto, un día, al encogerse por
un crujido en medio de la noche, corrió asustado como de costumbre hacia su
madriguera. En la carrera, la liebre arrolló con una charca llena de
pequeñas ranas que se espantaron al verle. Sobrecogido ante aquella escena, y
casi apenado por haber sido el culpable de asustar a aquellos animales
inocentes, la liebre comprendió que no era única en el mundo, y que el miedo
podía habitar en cualquier ser y lugar.
Fábula infantil : El león y
el ratón
Conviene que seamos generosos con todo el mundo, en la medida de nuestras fuerzas, pues
con frecuencia necesitamos la ayuda de alguien más débil que nosotros… De esta
verdad dará fe la fábula siguiente:
Un día que salió un ratoncillo de su
agujero, muy aturdido, fue a caer entre las garras de un león. El león, rey de
los animales, se mostró muy generoso y decidió no comerle y perdonarle la
vida. Pero aquella generosidad no había sido gratuita, y el león había visto en
el insignificante ratón a un importante aliado.
Aquel fiero animal,
había caído en unas redes de las cuales no podía escapar, y de nada le servían
sus rugidos y sus temibles garras. En cambio, el ratoncillo… ¡qué bien se movía
entre las redes! De este modo, trabajó a fondo con sus minúsculos dientes hasta
roer la malla, y conseguir devolverle el favor al león de perdonarle la vida, desarmándole
todos los nudos de la malla.
Y es que…consigue más la paciencia y
el tiempo, que la ira y la fuerza bruta.
Fábula corta : El león y el
mosquito
Encontrábase un día un león,
reposando tranquilamente en la selva, cuando unmosquito trompetero
decidió declararle la guerra.
- ¡No creas que tu título de rey me
inquieta!- Exclamaba el insecto
voladordesafiante al león, conocido como el
rey de la selva.
Tras aquellas palabras, el mosquito,
ni corto ni perezoso, empezó a rodear al león volando de un lado a otro,
subiendo y bajando, mientras hacía sonar su larga trompeta.
¡El león rugía enfurecido ante el
atrevimiento del mosquito! Y a pesar de sus intentos por zafarse, el mosquito
le picaba en el lomo, en el hocico y hasta en la nariz, hasta que el león se
derrumbó en el suelo por el cansancio.
Sentíase victorioso el mosquito, y
alzando de nuevo su trompeta, retomó el camino por el que había venido. Pero
tropezó en su marcha el mosquito con una tela de araña, y vencido se vio
también.
Y es que no existen nunca peligros
pequeños, ni tropiezos insignificantes.
Fábula corta : La Gallina de los Huevos de Oro
Dicen que la avaricia rompe el saco.
Un buen ejemplo es del hombre que hubo una vez, cuya gallina todos los días le
ponía un hermoso huevo de oro.
Aquel hombre, feliz por ser el dueño
de tan increíble animal, imaginó que se haría rico con el tesoro que aquella
gallina debía albergar en sus entrañas. Ni corto ni perezoso decidió sacrificar
al pobre animal para poder comprobar cuánto brillaba el tesoro de la gallina.
Sin embargo, al abrirla pudo comprobar con sus propios ojos, como aquella
gallina era igual por dentro que aquellas que no ponían ni un solo huevo
extraordinario. Y de esta forma fue como el hombre de la gallina de los huevos de
oro, se privó de su gran fortuna.
Qué gran mensaje y lección para las
personas egoístas…De la noche a la mañana, el rico se vuelve pobre por no
conformarse con lo que gana.
Fábula corta : La Cigarra y
la Hormiga
Érase una vez una descuidada cigarra,
que vivía siempre al día y despreocupada, riendo y cantando, ajena por
completo a los problemas del día a día. Disfrutaba de lo lindo la cigarra del
verano, y reíase de su vecina la hormiga, que durante el período estival, en
lugar de relajarse, trabajaba duro a cada rato, almacenando comida y yendo de
un lado a otro.
Poco a poco fue desapareciendo el
calor, según se avecinaba el otoño y sus días frescos, y con él fueron
desapareciendo también todos los bichitos que la primavera había traído
al campo, y de los cuales se había alimentado la cigarra entre juego y juego.
De pronto, la desdichada cigarra se encontró sin nada que
comer, y cansada y desganada, comprendió su falta de previsión:
·
¿Podrías darme cobijo y algo de comer? – Dijo la cigarra dirigiéndose a la hormiga,
recordando los enseres que esta última había recolectado durante el verano en
su hormiguero.
·
¿Acaso no viste lo duro que trabajé
mientras tú jugabas y cantabas? – Exclamó la hormiga ofendida, mientras señalaba
a la cigarra que no había sitio para ella en su hormiguero.
Y así, emprendió de nuevo el camino
la cigarra en busca de un refugio donde pasar el invierno, lamentándose
terriblemente por la actitud perezosa e infantil que había llevado en la vida.
SECCION 5
JUEGOS
VERBALES PARA MATERNAL
Las Hormiguitas
Unas por aquí,
otras por allá,
hormiguitas vienen,
hormiguitas van...
otras por allá,
hormiguitas vienen,
hormiguitas van...
La Gallina Bataraza
La gallina
bataraza
puso un huevo en la canasta
Puso uno, puso dos,
puso tres, puso cuatro,
hasta mañana a las cuatro.
puso un huevo en la canasta
Puso uno, puso dos,
puso tres, puso cuatro,
hasta mañana a las cuatro.
El Ovillo
Yo tengo un
ovillo
de hilo amarillo
empieza en la punta
termina en mi bolsillo.
de hilo amarillo
empieza en la punta
termina en mi bolsillo.
Mi Manito
Que linda manito
que tengo yo.
Chiquitita y bonita
que Dios me la dió
que tengo yo.
Chiquitita y bonita
que Dios me la dió
oy Chiquito
Soy chiquitito
no alcanzo a la mesa,
pongo un banquito
y ¡Pum! de cabeza.
no alcanzo a la mesa,
pongo un banquito
y ¡Pum! de cabeza.
Pepita De Ají
Soy chiquitito
como una pepita de ají
pero tengo un corazón grande
para ¡quererte a tí!..
pero tengo un corazón grande
para ¡quererte a tí!..
La Gallina Blanca
La gallina blanca (se hacen cosquillas en el dedo)
puso un huevo
en el sombreo.
Hice una tortilla (tirando de cada dedo)
con sal y perejil
un poquito lo comí (se recorre el brazo y se esconden los dedos en las axilas)
y otro poco lo escondí.
puso un huevo
en el sombreo.
Hice una tortilla (tirando de cada dedo)
con sal y perejil
un poquito lo comí (se recorre el brazo y se esconden los dedos en las axilas)
y otro poco lo escondí.
l Huevito
Empezar con el dedo meñique
Este puso un
huevito
éste le echó sal
éste lo cocinó
éste lo revolvió
y este pícaro gordito
se lo comió
éste le echó sal
éste lo cocinó
éste lo revolvió
y este pícaro gordito
se lo comió
La Luna
Luna, luneta,
cascabeleta
si no comés pan
comes croqueta.
(Colombia)
cascabeleta
si no comés pan
comes croqueta.
(Colombia)
inco Ratoncitos
Cinco ratoncitos
salen de la cueva
mueven el hocico,
juegan a la rueda.
salen de la cueva
mueven el hocico,
juegan a la rueda.
SECCION 6
COLMOSSSS
Cual es el colmo de un electricista?
VIVR EN LA CALLE CORRIENTE
VIVR EN LA CALLE CORRIENTE
¿Cuál es el colmo de la primavera?
TENER ALERGIA A LAS FLORES
TENER ALERGIA A LAS FLORES
¿Cuál es el colmo de un álamo en primavera?
EXTRAÑAR LA PELADA DEL INVIERNO
EXTRAÑAR LA PELADA DEL INVIERNO
¿Cuál es el colmo de King kong?
VIVIR EN UNMONOAMBIENTE
VIVIR EN UNMONOAMBIENTE
¿Cuál es el colmo de un calvo?
COMPRARSE UN SOMBRERO Y QUE LE VENGA AL PELO
COMPRARSE UN SOMBRERO Y QUE LE VENGA AL PELO
¿Cuál es el colmo de un mecánico?
COMPRARSE UN AUTO-RETRATO
COMPRARSE UN AUTO-RETRATO
¿Cuál es el colmo de la leche cortada?
QUE LE PONGAN UNA CURITA
QUE LE PONGAN UNA CURITA
¿Cuál es el colmo de un mudo?
SER UN HOMBRE DE PALABRA
SER UN HOMBRE DE PALABRA
¿Cuál es el colmo de un botón?
SE R UN DESPRENDIDO
SE R UN DESPRENDIDO
¿Cuál es el colmo de un policía?
QUE LO ASALTE UNA DUDA
QUE LO ASALTE UNA DUDA
¿Cuál es el colmo de un farmacéutico?
VIVIR EN LA CALLE REMEDIO DE ESCALADA
VIVIR EN LA CALLE REMEDIO DE ESCALADA
¿Cuál es el colmo de un cajero?
QUE LO DEJEN SIEMPRE PAGANDO
QUE LO DEJEN SIEMPRE PAGANDO
¿Cuál es el colmo de un sastre?
QUE NO PUEDA TOMAR NINGUNA MEDIDA
QUE NO PUEDA TOMAR NINGUNA MEDIDA
¿Cuál es el colmo de un oculista?
NO PEGAR UN OJO TODA LA NOCHE
NO PEGAR UN OJO TODA LA NOCHE
¿Cuál es el esposo de una ballena?
El colectivo (porque va lleno):
El colectivo (porque va lleno):
Viene un chico y le dice a otro chico:
-Yo tengo un perro que dice papá y mamá.
-¿Y qué? Yo tengo una lata que dice arvejas.
-Yo tengo un perro que dice papá y mamá.
-¿Y qué? Yo tengo una lata que dice arvejas.
Aviso Clasificado:
Pinto casas y voy a domicilio.
Pinto casas y voy a domicilio.
La mamá pulpo le dijo a su hijito:
-Tomáte de mi mano, de mi mano, de mi mano, de mi mano...
-Tomáte de mi mano, de mi mano, de mi mano, de mi mano...
¿Cuál es el personaje más tranquilo de la época colonial?
El sereno.
El sereno.
Chiste Gaucho:
-Oiga, don Zoilo, ¿le puso silla al caballo?
í, pero no se quiere sentar!!!
-Oiga, don Zoilo, ¿le puso silla al caballo?
í, pero no se quiere sentar!!!
SECCION 7
ADIVINANZAS
PASOS PARA ENSEÑAR A CREAR
ADIVINANZAS
En el conocido libro de Gianni Rodari,
"Gramática de la fantasía" se describen los pasos paraconstruir
adivinanzas.
El autor las denomina operaciones.
El autor las denomina operaciones.
Primera
Operación:
Extrañamiento:
Elegir un objeto pero
con la sorpresa que nos produce algo por primera vez. Separado de su
significado y de su contenido habitual, el objeto pierde esa familiaridad que
tiene, que nos hace identificarlo, y de tan conocido se transforma en misterioso.
Por ejemplo el paraguas protege de la lluvia, es de tela, tiene mango.
Por ejemplo el paraguas protege de la lluvia, es de tela, tiene mango.
Segunda
Operación:
Asociación
y comparación:
Tomamos alguna
característica del objeto elegido, pero que no lo defina en su totalidad.
Por ejemplo la forma del paraguas. una especie de techito.
Por ejemplo la forma del paraguas. una especie de techito.
Tercera
Operación.
Metáfora
final.
Finalmente se presenta
el objeto desde un lugar totalmente distinto, con lo cual se lo convierte en un
desafío a la imaginación.
Cuarta
Operación:
Se trata de rimar la
flamante creación, aunque no siempre sea indispensable.
"Me llevan para la lluvia,
me usan de techito,
me cuelgan de la percha
cuando hay solcito."
(El paraguas)
me usan de techito,
me cuelgan de la percha
cuando hay solcito."
(El paraguas)
ADIVINANZAS DE ANIMALES
Pasea de noche y duerme de día,
le gusta la leche
y la carne fría. EL GATO
le gusta la leche
y la carne fría. EL GATO
En caravana con sus amigas
pasa cargada
de hojas y migas. HORMIGAS
pasa cargada
de hojas y migas. HORMIGAS
Lleva su casita,
camina despacio,
camina despacio,
aunque tenga espacio. LA TORTUGA
camina despacio,
camina despacio,
aunque tenga espacio. LA TORTUGA
Cortarse el pelo
ella se deja,
no es la vaca,
es la... OVEJA
ella se deja,
no es la vaca,
es la... OVEJA
Fabrica miel a toda hora,
no es la oveja es la... AVEJA
no es la oveja es la... AVEJA
Tantas manos le dio el mar
a este extraño pasajero
que lo quieren contratar
para que juegue de arquero.
EL PULPO
a este extraño pasajero
que lo quieren contratar
para que juegue de arquero.
EL PULPO
ADIVINANZAS DEL CUERPO
HUMANO
Dos hermanos sonrosados
juntos viven sin hablar
pero deben separarse
cuando quieren conversar. LOS LAVIOS
juntos viven sin hablar
pero deben separarse
cuando quieren conversar. LOS LAVIOS
Por más que busco desesperado,
miro y miro, no las encuentro
pero las llevo a cada lado. LAS OREJAS
miro y miro, no las encuentro
pero las llevo a cada lado. LAS OREJAS
Todos en la fila
bien ordenaditos,
me río y se ven
todos derechitos. LOS DIENTES
bien ordenaditos,
me río y se ven
todos derechitos. LOS DIENTES
Vivo dentro de tus ojos
salgo solo en ocasiones;
cuando mamita me reta
o cuando me hago chichones. LAGRIMAS
salgo solo en ocasiones;
cuando mamita me reta
o cuando me hago chichones. LAGRIMAS
Cuando huele algún perfume
siempre se ensancha,
y si le pica la punta
muchas veces dice: achíss.
NARIZ
siempre se ensancha,
y si le pica la punta
muchas veces dice: achíss.
NARIZ
ADIVINANZAS DE MEDIOS
DE TRANSPORTES
Corre, corre derechito,
sólo para en la estación;
si no sacas boleto
te darán un coscorrón
EL TREN
sólo para en la estación;
si no sacas boleto
te darán un coscorrón
EL TREN
Va por el cielo
como ventarrón
lleva pasajeros
y anda a motor:
EL AVION
como ventarrón
lleva pasajeros
y anda a motor:
EL AVION
Tiene motor, cuatro ruedas,
ventanillas sin cortinas,
un volante todo negro y también una bocina.
ventanillas sin cortinas,
un volante todo negro y también una bocina.
EL AUTO
SECCION 8
TRABALENGUAS
El perro de San Roque
no tiene rabo.
Porque Ramón Ramirez
se lo ha robado.
no tiene rabo.
Porque Ramón Ramirez
se lo ha robado.
Poquito a poquito,
Copete empaqueta
poquitas copitas
en este paquete.
Copete empaqueta
poquitas copitas
en este paquete.
El gallo Pinto no pinta
el que pinta es el pintor,
que al gallo Pinto las pintas
pinta por pinta pintó
el que pinta es el pintor,
que al gallo Pinto las pintas
pinta por pinta pintó
Pocos copos
Paca come.
Paca pone
pocos copos.
Paca come.
Paca pone
pocos copos.
Chola y Chita
comen panchos
con cholo y cacho
en el quincho de cacho.
comen panchos
con cholo y cacho
en el quincho de cacho.
Pedro Pablo
Perez Pereira,
pobre pintor portugués,
pinta paisajes
por poca plata,
para pasear
por París.
Perez Pereira,
pobre pintor portugués,
pinta paisajes
por poca plata,
para pasear
por París.
Un diablo se cayó al pozo
y otro diablo lo sacó,
y el diablo dijo:
-¡Qué diablos!
¿Cómo diablos se cayó?
y otro diablo lo sacó,
y el diablo dijo:
-¡Qué diablos!
¿Cómo diablos se cayó?
Habla claro, Clarita
que yo claro, clarito
aclaro tu clara hablita
¡Clarita!
que yo claro, clarito
aclaro tu clara hablita
¡Clarita!
El hipopótamo Hipo
está con hipo.
¿Quién quita el hipo
al hipopótamo Hipo?
está con hipo.
¿Quién quita el hipo
al hipopótamo Hipo?
Erre con erre, cigarro.
Erre con erre, carril.
Por la línea de los carros
corre el ferrocarril.
Erre con erre, carril.
Por la línea de los carros
corre el ferrocarril.
El cielo está enladrillado,
¿quién lo desenladrillará?
El desenladrillador
que lo desenladrille
¡buen desenladrillador será!
¿quién lo desenladrillará?
El desenladrillador
que lo desenladrille
¡buen desenladrillador será!
Piquito, picotea
poquito a poquito
pica que te pica
con el piquito.
poquito a poquito
pica que te pica
con el piquito.
Roque el perro
Corre que te corre.
Rita la ratita
rie redondita.
Corre que te corre.
Rita la ratita
rie redondita.
Pablito clavó un clavito,
¿qué clavito clavó Pablito?
¿qué clavito clavó Pablito?
Chana chapotea
en el charco chiquito
¡Que enchastre Chana!
en el charco chiquito
¡Que enchastre Chana!
Una chinche chinchuda
se chocó con un chuflín
quedó chata, pobre chinche
y chistosa comenzó a reir.
se chocó con un chuflín
quedó chata, pobre chinche
y chistosa comenzó a reir.
¿Qué pasa?
Paso a paso repaso,
paso a paso
pasa y repasa.
Paso a paso repaso,
paso a paso
pasa y repasa.
Ana ama la lana, la pala, la lata,
asa patatas, trabaja de azafata.
Más Ana llama papa a la lana,
lana a la papa, lata a la lana.
Ana, Ana, ¡tanta macana aplana!
asa patatas, trabaja de azafata.
Más Ana llama papa a la lana,
lana a la papa, lata a la lana.
Ana, Ana, ¡tanta macana aplana!
Sisi susurra susurros,
susurrosos, susurrosamente.
Si Sissi susurrase susurros sin
susurrear susurrosamente, sus
susurros no serían
susurros susurrosos.
susurrosos, susurrosamente.
Si Sissi susurrase susurros sin
susurrear susurrosamente, sus
susurros no serían
susurros susurrosos.
Frida y Francisco nos ofrecen
con frecuencia frescos
refrescos de frambuesa.
con frecuencia frescos
refrescos de frambuesa.
Tres tristes tigres
trigo tragaron
en un trigal.
trigo tragaron
en un trigal.
¡Vaya, vaya
con la yegua baya!
Que saltó la valla
a comer la baya.
con la yegua baya!
Que saltó la valla
a comer la baya.
Compré pocas copas,
pocas copas compré;
y como compré
pocas copas,
pocas copas pagué.
pocas copas compré;
y como compré
pocas copas,
pocas copas pagué.
CANCION
CUMBIA DEL MONSTRUO (Cumbia
colombo-santafesina)
L y M: Ruth Hillar
Al monstruo de la laguna....
le gusta bailar la cumbia....
Se empieza a mover seguro
de a poquito y sin apuro.
El monstruo de la laguna
empieza a mover la panza,
para un lado y para el otro,
parece una calabaza.
Mueve la panza.....
pero no le alcanza!
El monstruo de la laguna
empieza a mover las manos,
para un lado y para el otro
como si fueran gusanos.
Mueve las manos,
mueve la panza.....
pero no le alcanza!
El monstruo de la laguna
empieza a mover los hombros,
para un lado y para el otro
poniendo cara de asombro.
Mueve los hombros,
mueve las manos,
mueve la panza.....
pero no le alcanza!
El monstruo de la laguna
empieza con la cadera.
Para un lado y para el otro
pesado se bambolea.
Mueve la cadera,
mueve los hombros,
mueve las manos,
mueve la panza.....
pero no le alcanza!
El monstruo de la laguna
empieza a mover los pies,
para un lado y para el otro
del derecho y del revés.
Mueve los pies,
mueve la cadera,
mueve los hombros,
mueve las manos,
mueve la panza.....
pero no le alcanza!
El monstruo de la laguna.....
se para con la cabeza.....
con las patas para arriba....
¡Mirá que broma traviesa!
Mueve la cabeza,
mueve los pies,
mueve la cadera,
mueve los hombros,
mueve las manos,
mueve la panza.....
Hasta que se cansa!
L y M: Ruth Hillar
Al monstruo de la laguna....
le gusta bailar la cumbia....
Se empieza a mover seguro
de a poquito y sin apuro.
El monstruo de la laguna
empieza a mover la panza,
para un lado y para el otro,
parece una calabaza.
Mueve la panza.....
pero no le alcanza!
El monstruo de la laguna
empieza a mover las manos,
para un lado y para el otro
como si fueran gusanos.
Mueve las manos,
mueve la panza.....
pero no le alcanza!
El monstruo de la laguna
empieza a mover los hombros,
para un lado y para el otro
poniendo cara de asombro.
Mueve los hombros,
mueve las manos,
mueve la panza.....
pero no le alcanza!
El monstruo de la laguna
empieza con la cadera.
Para un lado y para el otro
pesado se bambolea.
Mueve la cadera,
mueve los hombros,
mueve las manos,
mueve la panza.....
pero no le alcanza!
El monstruo de la laguna
empieza a mover los pies,
para un lado y para el otro
del derecho y del revés.
Mueve los pies,
mueve la cadera,
mueve los hombros,
mueve las manos,
mueve la panza.....
pero no le alcanza!
El monstruo de la laguna.....
se para con la cabeza.....
con las patas para arriba....
¡Mirá que broma traviesa!
Mueve la cabeza,
mueve los pies,
mueve la cadera,
mueve los hombros,
mueve las manos,
mueve la panza.....
Hasta que se cansa!
credits
from NADA EN SU LUGAR, released 08 June 2013
Daniela Ranallo: voz
Laura Ibañez: voz
Ruth Hillar: coros y acordeón
Nahuel Ramayo: batería y percusión
Daniel Bianchi: percusión
Gonzalo Carmelé: bajo
Invitado:
Sebastián Cúneo: coros
Daniela Ranallo: voz
Laura Ibañez: voz
Ruth Hillar: coros y acordeón
Nahuel Ramayo: batería y percusión
Daniel Bianchi: percusión
Gonzalo Carmelé: bajo
Invitado:
Sebastián Cúneo: coros
tags
license
all rights reserved
No hay comentarios:
Publicar un comentario