INDICE

CUENTOS
CLASICOS…………………………………………. SECCION 1

CUENTOS
 CORTOS……………………………………………SECCION 2


MAS CUENTOS Y COMO TRABAJAR
 CON LOS NIÑOS....................…………………….SECCION 3

MITOS Y
LEYENDAS………………….………………..…….SECCION 4

JUEGOS VERBALES
PARA MATERNAL………………...………….….SECCION  5

COLMOS................……………………………....…SECCION 6

ADIVINANZAS...............……………………….….SECCION 7



TRABALENGUAS..........……………………….….SECCION 8















 SECCION 1



Cuentos clásicos, cuentos tradicionales y cuentos populares



Un rinconcito dedicado a todos aquellos cuentos clásicos que durante generaciones nos han hecho soñar. Lámparas mágicas, soldados de plomo, gatos con zapatos…Son muy numerosos los personajes y protagonistas de estos cuentos populares que han sido transmitidos de padres a hijos durante siglos. La transmisión oral de muchas de estas historias y cuentos en el pasado, y su perdurabilidad en el tiempo, constata la importancia de los mismos, así como su poder de entretenimiento, creativo y educacional.
En el Bosque de Fantasías reivindicamos, como no podía ser de otra forma, la lectura y transmisión de los cuentos tradicionales, con el objetivo de que los niños de hoy puedan conocer, leer, deletrear, cantar y saborear a todos aquellos personajes con los cuales crecieron sus padres y abuelos. Y para ello os ofrecemos un amplia selección de títulos. Una combinación de las historias más actuales, con las historias de siempre, hará de la hora de la lectura o de la de irse a dormir, un momento completo e inolvidable.




  
Cuento infantil : Dumbo

El tren del circo, lleno de animales, payasos y acróbatas, viajaba a través del campo. La locomotora iba delante resoplando y arrastrando a los vagones. En cada ciudad por donde pasaban, el circo daba un gran espectáculo.
Era primavera y las mamás animales esperaban el acontecimiento más importante del año: la llegada de las cigüeñas que iban a traer a los bebés. Miraban anhelantes al cielo, y finalmente una cigüeña entregó un paquete a una joven mamá elefante. La señora Jumbo desenvolvió su envío y los demás elefantes lo rodearon diciendo:
- ¡Qué bebé tan lindo! ¡Qué rico es!
De pronto, el bebé hizo una mueca y estornudó. Con el estornudo desplegó las orejas y todos vieron que eran muy grandes. Los elefantes empezaron a burlarse:
- ¡Qué enormes orejas!
– ¡Parece un barco de vela!
– Déjeme que las toque. ¿Serán de verdad?
A la señora Jumbo no le gustaron las bromas y gritó:
- ¡Aparten sus trompas de mi bebé! ¡No quiero que se metan con él!
El elefantito empezó a llorar, pero la señora Jumbo lo acercó a su cuello, acariciándolo con la trompa.
- Vas a llamarte Dumbo, le dijo.
Al día siguiente, el tren paró en una ciudad, donde los elefantes ayudaron a armar el circo. Hasta el pequeño Dumbo trabajó al lado de su madre. Por la tarde todos desfilaron por la calle principal. El primero iba el director del circo; a su lado, dos payasos; después venían los camellos, leones y tigres, y cerrando el desfile iban los elefantes, con Dumbo al final.

EL pequeño estaba tan emocionado que tropezó con sus orejas. Unos chicos traviesos empezaron a tirarle de ellas, riéndose a carcajadas y burlándose.
- ¡Con esas orejas no te mojarás en días de lluvia!
La señora Jumbo se enfureció, llenó la trompa de agua y dio un baño a los chavales. Como eso no había ocurrido nunca antes, todos pensaron que se había vuelto loca. El director del circo mandó encerrar a la señora Jumbo en un vagón con barrotes. El pobre Dumbo se quedó fuera llorando, solito y asustado.
Los demás elefantes comentaban el suceso, echando la culpa a Dumbo. Decían que su madre estaba presa por su causa.
- ¡Tú no eres un elefante, eres un monstruo!
El ratoncito Timoteo apareció para defender al pequeño y los elefantes huyeron debido al miedo que tenían a los ratones, en ese momento Timoteo y Dumbo se hicieron grandes amigos. Al siguiente día, el director del circo decidió que Dumbo trabajara en el número de los payasos. Montaron en la pista una gran casa de papel, en donde Dumbo tenía que saltar a través del fuego para caer en la lona de los bomberos pero, al realizar el salto, cayó de mala manera y la gente se rió a carcajadas. El pequeño, después del espectáculo, estaba muy dolorido por lo sucedido, Timoteo al verle en ese estado le dio tanta lástima que tuvo una gran idea:
-Tus orejas parecen alas. Tú puedes volar. ¡Vamos, empieza a agitar las orejas, arriba, abajo!
-¡Pero los elefantes no vuelan!, protestó Dumbo.
-Ese es su problema, respondió Timoteo. ¿Te acuerdas que te decían que tú no eras un elefante? Tú volarás. Vamos a entrenarte al campo. ¡Date prisa!
Dumbo se animó mucho y siguió a Timoteo hasta un barranco, donde empezaron el entrenamiento. Timoteo mandó a Dumbo que saltara, agitando las orejas como si fuesen alas pero no se atrevía a saltar solo por lo que Timoteo se subió en su sombrero. Con su amigo acompañándole se armó de valor y realizó un espectacular salto, moviendo las alas, pero cayó en plancha al suelo.
Dumbo y Timoteo probaron muchas veces. Saltaba al barranco, movía las orejas, pero siempre se estrellaba con el suelo. No conseguía volar.
Al acabar el entrenamiento los dos estaban tan cansados que se quedaron a dormir allí mismo. Durante la noche, el pequeño elefantito soñaba que planeaba en el aire, volando ligero y ágil como un pajarito hasta que a la mañana siguiente, cuando Timoteo despertó, vio enfrente a cuatro cuervos.
- ¿Dónde estoy?, preguntó restregándose los ojos.
– Está usted en la copa de un árbol. Y ahora explíquenos cómo usted y ese elefante han conseguido subir aquí, dijeron los cuervos admirados.
Timoteo se quedó atónito. ¡Era verdad!¡Estaban en la copa de un árbol!
- ¡Despierta, Dumbo, despierta!, gritó Timoteo muy excitado. ¡Serás famoso! ¡Puedes volar!
Dumbo despertó, y sólo de pensar que había volado dormido, se sintió aturdido.
- Vamos, Dumbo, inténtalo ahora. Vamos a volar de aquí hasta abajo, dijo Timoteo.
Dumbo se lanzó al aire, pero cayó en un charco de agua que había debajo. Se levantó medio atontado, todo sucio y mojado. Los cuervos se rieron:
- ¡Ja,ja,ja!¡Lo que faltaba!¡Que los elefantes volasen!
Timoteo se encaró con ellos:
-¡Ustedes no tienen corazón! ¡Burlarse de un pobrecillo que nació con orejas como alas!
Los cuervos pidieron disculpas y prometieron enseñar al pequeño elefante a volar.
- Toma esta pluma mágica, dijo el cuervo. Ella te hará volar. Nuestros pajarillos aprenden con ella.
Dumbo tomó la pluma mágica con la trompa y cogió confianza. Agritó las orejas y empezó a volar.
-¡Viva!¡Estas volando!, exclamó Timoteo muy contento, acomodado en el sombrero de Dumbo.
-¡Vamos a darle un diploma de elefante volador!, dijeron los cuervos, entusiasmados con el alumno.
Dumbo se entrenó bastante y aprendió muchos trucos. Después, regresó al circo. Timoteo, como siempre, iba escondido en el ala de su sombrero.
Aquella noche, una vez más, Dumbo tenía que saltar de la casa en llamas. Pero todo fue diferente: ¡salió volando! El público aplaudió entusiasmado. Todos estaban admirados de ver un elefante volador, pero en un pequeño instante mientras volaba perdió la pluma mágica y empezó a caer.
- ¡Puedes volar sin ella, Dumbo! ¡Continúa batiendo las orejas!, ordenó Timoteo.
Dumbo obedeció y subió de nuevo con el aire. La gente aplaudía y gritaba:
- ¡Viva, Dumbo, el elefante volador! ¡Viva!.
Nuestro amigo se hizo tan famoso que el circo pasó a llamarse con su nombre. Su madre fue liberada y le dieron un vagón especial, muy bonito, al final del tren, desde el que podía ver a su hijito volar cuando viajaba.





Cenicienta


Érase una vez una humilde joven, cuyo difunto padre había contraído, en una ocasión, matrimonio por segunda vez. A la pérdida de sus queridos padres, se sumaba ahora una nueva familia formada por una antipática madrastra y sus dos hijas caprichosas y descaradas.
Aquella madre y sus hijas trataban muy mal a la joven huérfana. La obligaban a realizar todas y cada una de las tareas de la casa, y destinaban para su vestimenta andrajos, mientras ellas se engalanaban con las telas más ricas jamás habidas  y con los mejores perfumes. A Cenicienta, que así la llamaban por su color de piel tiznado de las cenizas que a menudo barría junto a la chimenea, su madrastra y sus hermanastras la envidiaban a más no poder por la enorme belleza que a cada paso irradiaba.
Y de este modo, decidieron burlarse una vez más de ella, con motivo del baile que el príncipe de aquel lugar pensaba organizar para buscar esposa. ¡Cuánto se había ilusionado la pobre Cenicienta con la noticia de aquel baile, pensando que al menos por un día podría dejar de barrer y vestirse elegantemente! Sin embargo, aquel no era el destino que su madrastra tenía pensado para ella. Aquella egoísta y cruel mujer, que había visto en la fiesta la ocasión perfecta para casar a una de sus hijas y emparentar con la mismísima realeza, decidió prohibir a Cenicienta acudir a aquel baile, recordándola al paso sus tareas en el hogar. Procuró la madrastra buenos y ricos vestidos a sus hijas para el baile, las cuales presumían frente a una desconsolada Cenicienta.
Llegado el día, Cenicienta observaba deslumbrada los preciosos vestidos de sus hermanastras, al tiempo que las peinaba:
·         ¡Qué desgraciada soy!- Dijo para sí Cenicienta sollozando, mientras observaba a la madrastra y a sus hijas partir finalmente hacia el baile del príncipe.
Cuando de pronto, una luz muy brillante se apareció al fondo de la chimenea, que se encontraba apagada.
·         No llores más niña- Dijo una voz muy suave y cálida.
Cenicienta levantó la cabeza, y divisó frente a ella a un hada que sonreía a la joven con mucha ternura:
·         Por haber sido una joven tan buena, te concederé el deseo de acudir al baile del príncipe.
·         Pero yo no tengo ropas adecuadas para acudir, solo tengo ropas para limpiar la casa- Replicó la joven triste y aturdida.
El hada condujo a Cenicienta hasta el jardín, y allí como de la nada, surgió una enorme calabaza:
·         Tu carruaje te espera. ¡Corre!- Exclamó el hada.
·         Pero… ¿Cómo? Si es solo una calabaza- Contestó Cenicienta muy confundida.
Y de pronto, al posar su mano sobre la gran calabaza que había brotado en el jardín, ésta se convirtió en un hermoso carruaje, y Cenicienta pasó de estar vestida con ropas humildes y estropeadas, a lucir el vestido más brillante y bello que había visto jamás.
·         Ve, pequeña. Pero antes de que den las doce, deberás estar de vuelta en casa- Dijo el hada a Cenicienta, mientras le entregaba unos preciosos y brillantes zapatos de cristal.
Deslumbrados quedaron todos los asistentes que habían acudido al palacio del príncipe, cuando Cenicienta apareció en el salón de baile. Tan preciosa y cambiada estaba, que ni su madrastra, ni sus hijas, reconocieron bajo el vestido a la humilde joven, que disfrutó y bailó como nunca lo había hecho junto al príncipe, al cual no le había pasado desapercibida la presencia de la joven que irradiaba felicidad.
Las horas se le hicieron segundos a Cenicienta, y el reloj marcó las doce en el salón de baile. Rápida, sin despedirse del príncipe, y perdiendo en la carrera hasta uno de sus bellos zapatitos de cristal, emprendió la vuelta a casa que había prometido al hada. Recogió entristecido el príncipe, el zapato de Cenicienta, con la esperanza de volverla a encontrar, y decidió al día siguiente buscarla, probando dicho zapato a cada una de las mujeres jóvenes de la ciudad.
Finalmente, y tras haber probado el zapato a todas las mujeres del pueblo, terminó el príncipe en casa de Cenicienta. Tras probarse la madrastra y sus dos hijas el zapato de cristal, Cenicienta hizo la prueba, y al fin el príncipe (muy sorprendido por ver a la joven con aquellas ropas y rodeada de útiles de fregar), pudo reconocer a la joven que tanto había buscado de aquí a allá.
Propuso tras la prueba el príncipe matrimonio a Cenicienta, y de este modo la joven pudo abandonar la casa que tanto sufrir la había hecho, y ser feliz a partir de entonces y querida de verdad.

La Bella Durmiente

Érase una vez un reino muy lejano, cuyos reyes tuvieron a una preciosa niña.Llegado el bautizo de la recién nacida, celebraron una gran fiesta a la cual invitaron a todas las personalidades y vecinos de lugar. A todos, menos a un Hada Malvada que habitaba por las cercanías del castillo de sus majestades los reyes, de la cual se habían olvidado completamente.
Muy indignada por el agravio, el Hada Malvada decidió presentarse en el castillo el día de la fiesta en honor a la pequeña niña. Sigilosa, se situó ante la pequeña y,frente a su cuna, pronunció el hada unas terribles palabras con las cuales pretendía castigar a los reyes condenando en el futuro a la pobre e inocente niña:
·         Cuando cumplas quince años, te situarás frente a una rueca de costura, te pincharás con su aguja al enhebrar el hilo, y morirás- Exclamó enérgicamente el Hada Malvada observando a la princesa.
Afortunadamente, en aquel momento, un Hada Buena que había acudido a la fiesta de los reyes escuchó el maleficio, y una vez había marchado el Hada Malvada, decidió revertir su embrujo con las siguientes palabras:
·         Que esta inocente niña no muera llegado ese día, y que a cambio, permanezca dormida profundamente- Dijo el Hada Buena, compungida ante la maldad delHada Malvada y de su encantamiento.
Su padre, el rey, muy asustado ante el maleficio que el Hada Buena le había dicho presenciar, decidió acabar con todas las ruecas habidas en el castillo y así proteger a la joven princesa de que se pudiese finalmente pinchar. Sin embargo, llegado el plazo previsto por el Hada Malvada, la joven niña se topó misteriosamente en un rincón del castillo con una anciana que, sentada en una rueca y como surgida de la nada, la invitó a aprender a hilar. Y nada más comenzar a hacerlo, la princesa se pinchó con el huso cayendo profundamente dormida sobre el suelo frío del castillo real. ¡Qué tristes se encontraban los reyes observando a su niña tendida sobre una cama sin poder despertar!
El Hada Buena, conmovida ante la injusticia, decidió de nuevo probar con la magia una argucia para poderlo arreglar. Y de este modo, y para evitar que nadie sufriera alrededor de la joven niña, decidió que todo el castillo la acompañase en el sueño, hasta que el encantamiento llegase un día al final.
Pasaron así cien años enteros, en los cuales el reino vivió con un castillo silente y eclipsado en el tiempo. Así, hasta que un día un joven príncipe que paseaba a caballo por el lugar, de pronto se perdió entre la espesura del bosque que había crecido y ocultado el castillo ante los ojos de los nuevos habitantes del reino. Una vez llegado a las puertas de la fortaleza real, el joven no dudó ante el silencio en seguir adentrándose con su caballo, para poder descubrir de ese modo qué era lo que sucedía en aquel extraño lugar. Observó enseguida cuerpos tendidos en los jardines, en las escaleras, en los pasillos y ¡hasta en las cocinas! Pero mayor fue su sorpresa cuando en una habitación, y rodeada de flores frescas de mil colores, vio también a una preciosa joven tendida con las manos entrecruzadas, que parecía dormir profundamente, lo cual comprobó al escuchar los frágiles latidos de su corazón.
·         ¡Están vivos!-Gritó el joven príncipe entusiasmado.
A pesar de no entender lo que sucedía a su alrededor, el joven no conseguía ponerse en marcha, inmóvil como había quedado ante la enorme belleza de la princesa y su  inocente rostro. Pasado el rato, el joven la agarró fuertemente la mano, y finalmente, a punto de partir, decidió despedirse de ella dándole un tierno beso en los labios. De pronto, la princesa abrió lentamente los ojos y, tras ella, todo el castillo despertó. ¡Se había roto el encantamiento del Hada Malvada! Radiantes de alegría, agradecieron al príncipe el haberles salvado del maleficio de un sueño eterno, y de nuevo, llenaron el castillo de fiesta y bailes con los que tiñeron el reino de auténtica felicidad. Y la princesa Bella Durmiente (que así fue llamada desde entonces por los habitantes del lugar), rió y bailó como cualquier muchacha, celebrando la vida junto al también joven príncipe, que ya no se separaría de ella jamás.







El Gato con Botas

En un pueblecito de la campiña vivía hace muchos, muchos años, un anciano molinero con sus tres hijos. Un desgraciado día el molinero falleció y deja en testamento: Al hijo mayor el molino; al segundo hijo el asno y al de menor edad su gato. Pasados unos días los hermanos mayores deciden asociarse para sacar mejor provecho a los bienes heredados.
Por el contrario, el menor de los tres no estaba satisfecho. Al llegar a casa toma sobre sus rodillas al gato y mirándole exclama:
-¡Esta es mi herencia!¡Pero que voy a hacer contigo, si no puedo mantenerme a mí mismo!
En ese momento, el gato que ve que su nuevo amo está pasándolo mal, habla:
-¡Eh! ¡No te preocupes amigo mío! Todo se solucionará. Te aseguro que puedo serte útil.
El joven sorprendido le dice: -¡Así que hablas! ¡Es un buen punto a tu favor! Pero eso no resuelve mis problemas.
-¡Al contrario! –  responde el astuto gato – ¡Confía en mí! Tan sólo necesito un bonito traje que favorezca mi figura, un sombrero con muchas plumas y un par de botas de mi número.
Cuando obtuvo lo que había pedido y se viste con su magnífica ropa, el gato inicia su plan.
Cogió un saco, una cuerda y un puñado de salvado del molino y se fue al bosque. Preparó una trampa y capturó unas codornices. Poco después con el saco a la espalda, silbando de alegría se presenta a las puertas del Palacio Real.
Ya en el salón, el gato se inclina ante el rey quitándose el sombrero de plumas.
-¡He aquí, Señor, unas deliciosas codornices, que mi amo El Marqués de Carabás ha cazado expresamente esta mañana para vos!
El Rey mira complacido y agradece el presente. Desde entonces no pasa un solo día sin que el gato se acercara a la corte, de una u otra manera, llevando caza o pesca para el Rey. Naturalmente, se suponía que todos aquellos presentes los había capturado el mismísimo Marqués de Carabás, el amo del gato con botas, tal y como llamaban todos a nuestro joven amigo. Durante varias mañanas, el gato, apostado en un árbol cercano al río, observa como la carroza real hace el mismo recorrido todos los días, y rápidamente, se lo hace saber a su amor para preparar el siguiente plan, diciéndole:
-Es absolutamente necesario que mañana por la mañana te des un baño en el río. ¡No preguntes y sigue confiando en mí! ¡Ah! Recuerda que tú eres ungran señor, El Marqués de Carabás.
Y así lo hicieron. A la mañana siguiente, mientras el joven se daba un baño en el río, el gato aprovecha un descuido y le esconde la ropa detrás de un matorral. Cuando ve que la carroza real se acerca al lugar, sale a su encuentro gesticulando y gritando:
-¡Ayuda! ¡A mi señor le han asaltado mientras tomaba un baño en el río, y le han robado sus preciadas ropas y la caza!
La Carroza Real se acerca hasta el lugar. El Rey y su hija salen al encuentro preocupados por el desafortunado incidente.
-¡Escudero! Acude presto a Palacio y trae uno de mis mejores trajes al Señor Marqués, para que se pueda vestir con arreglo a su linaje.
-Majestad, no sé cómo agradecéroslo –dice el supuesto Marqués, aún dentro del río-.
-¡Ah Señor! – le interrumpe el Rey- ¡Ni lo menciones! ¡Me he sentido muy halagado con los presentes que vuestro gato me ha ofrecido!
El Escudero regresa con el traje y el gato ayuda a vestirse a su amo. Aprovecha ésta situación para advertirle que no hable nada en concreto y recuerde que es el Marqués de Carabás.
-Me voy, tengo que hacer unos asuntos urgentes – y dicho esto el gato con botas se aleja corriendo-.
- Demos un paseo y conozcámonos mejor que ya teníamos ganas mi hija y yo – convida el Rey.
Al llegar a unas tierras donde había unos campesinos trabajando, el gato se acerca y …
-He de deciros que la Carroza Real pasará por aquí, si el Rey os pregunta de quién son estas tierras, diréis que son del Marqués de Carabás. Mi amo, el Marqués, os recompensará-.
Así sucesivamente fue diciéndoselo a todos los campesinos que encontró a su paso. Al poco rato, aparece la Carroza, y el Rey les pregunta de quién son las tierras que trabajan. Ellos responden al unísono, según lo acordado:
-¡Del Marqués de Carabás!
Así prosigue la carroza el paseo, con el Marqués atónito, y el Rey y su hija complacidos. El gato, entretanto, llega a las puertas de un castillo, y exclama admirado:
-¡Esto sería ideal para mi amo! ¿A quién pertenecerá este castillo?
Pregunta a un campesino y éste le advierte que en él vive un gran ogro, sin embargo, nuestro amigo, está decidido a entrar. Una vez dentro empieza a notar un cierto temblor en las patas. Abre una puerta que da a una gran sala donde está…el Ogro. El Ogro al ver al gato en su castillo, se levanta gritando:
-¡Maldita sea! ¡Cómo te atreves a molestarme!
El gato, armándose de valor, responde:
-Pasaba por aquí y sentí curiosidad por conoceros. ¿Sabéis que sois muy famoso y que se habla muy bien de vos?
-¿De veras? – contestó halagado el Ogro-.
-Y dicen que os podéis transformar en cualquier animal. ¿Eso es cierto? – pregunta el gato-.
-¡Naturalmente! ¡Ahora mismo te lo demuestro!
El Ogro se convierte en un gran león. El gato se asusta tanto que se esconde debajo de una silla.
-¡Si, si! Ya lo veo… eso está muy bien. Pero por favor ¡Basta! Volved a ser como antes –le pide el gato, muy asustado-. Ya veo que os podéis hacer grande, pero ¿podríais convertiros en un animal muy pequeño?
-¡Claro que si! ¡Di el nombre del animal que desees y lo haré al momento!
El gato relamiéndose los bigotes dijo:
-¡En un ratoncito!
Al momento, el Ogro se convierte en un pequeño ratón y el gato se lanza de un salto sobre él y se lo come. Cuando la carroza del Rey acierta a pasar ante el Castillo, el gato con botas, sale a su encuentro tras haber preparado el recibimiento.
-He aquí, Majestad, el castillo del Marqués de Carabás, sed bienvenidos vos y vuestra hija.
Así fue como el hijo menor del molinero, sin comerlo ni beberlo, se vio con tierras y un majestuoso castillo donde vivió feliz con la hija del rey y el gato con botas a quién estará eternamente agradecido. Y como son las cosas, los hermanos que en un principio no contaban con el Marqués de Carabás, no les fue como esperaban. Tuvieron que pedir ayuda a su hermano menor, que sin reparo accedió gustoso.



Caperucita Roja

 Había una vez una niña llamada Caperucita Roja. Era llamada así, porque lucía a diario una bella capa roja que le había cosido con mucho cariño su mamá, y ella la vestía con ternura.
A Caperucita, que era una niña muy buena, le gustaba visitar cada día a su abuelita que vivía atravesando el bosque. Una mañana, la mamá de Caperucita le encomendó llevar unos bizcochos calientes y recién hechos a su abuela, que se encontraba algo enferma. Como la mamá de Caperucita no la podía aquel día acompañar, advirtió a la pequeña para que fuese muy prudente en el camino, puesto que atravesar el bosque conllevaba siempre ciertos peligros.
Recibidos los consejos, emprendió el camino hacia casa de su abuela Caperucita, muy contenta y con ganas de verla y entregarle sus bizcochos. Corría dando saltitos y cantaba jovialmente por el camino la pequeña, entreteniéndose a cada paso ante la belleza del bosque:
·         ¡Qué fresas tan rojas!- Exclamó Caperucita, asomada entre la hierba.
Mientras degustaba con apetito y alegría las fresas maduras, recordó las palabras de mamá e imaginó a su pobre abuelita en cama, y Caperucita reanudó el camino.
Pocos pasos después, Caperucita se encontró con una mariposa preciosa que la condujo con su contoneo hasta un árbol, cuyas raíces se encontraban cubiertas de cientos de margaritas blancas. No pudo evitar Caperucita detenerse de nuevo ante el primoroso perfume que desprendían, y ante su humilde y gran belleza.
·         ¡Qué bonitas son!- Exclamó la niña, mientras organizaba concienzudamente un ramillete para llevar a su abuela.
Escuchó de pronto entre la maleza unos extraños ruidos. Entre los árboles, los ojos atentos de un lobo fiero observaban a la pequeña, que quiso reanudar sin conseguirlo de nuevo el camino:
·         ¿Dónde vas, pequeña?- Preguntó el lobo con extraña amabilidad a Caperucita Roja.
·         Voy a casa de mi abuelita que está enferma. Debo entregarle estos bizcochos – Respondió Caperucita asustada y con apenas un tenue hilillo de voz.
·         Pues creo que estás errada en tu camino, y este que te señalo es mucho más corto.
Confiada la pequeña Caperucita ante las palabras del lobo, que parecía tan amable, emprendió el nuevo camino. Pero el recorrido que el lobo había señalado a Caperucita era el doble de largo que el anterior, y la pobre Caperucita llegó a casa de su abuela casi de anochecida y con los bizcochos recién hechos completamente fríos.
·         ¡Mientras espero a la niña, me comeré a su abuela!- Exclamó el lobo cruel y feroz, que había tomado el camino más corto, ante la puerta de la casa de la abuelita.
·         ¿Quién es?- Preguntó la abuela de Caperucita desde la cama, al escuchar dos toques sobre la puerta.
·         ¡Soy yo abuela, Caperucita!- Exclamó el lobo feroz con una voz muy suave y delicada.
La abuelita sin sospechar nada del cruel engaño, abrió la puerta al lobo feroz, y nada más entrar por ella de un bocado se la comió. Vestido con las ropas de la abuela, decidió esperar el lobo feroz en la cama a Caperucita, que un poco más tarde llamó a la puerta:
·         Abuelita, ¿estás ahí?- Preguntó la pequeña.
Y desde la cama, el lobo imitó su voz:
·         ¡Si, hija mía! ¡Pasa! – Respondió el lobo.
·         Abuelita, ¡pero qué voz tan ronca tienes! – Exclamó la niña asombrada al acercarse a la cama – Y…. ¡qué orejas, abuelita!
·         Son…para oírte mejor – Dijo el lobo, hambriento.
·         ¡Y qué ojos tan grandes!
·         Son…para verte mejor – Dijo el lobo, ansioso.
Y Caperucita, extrañada y algo asustada, exclamó en último lugar:
·         Y ¡qué boca tan grande tienes!
Y el lobo, saltando de la cama de la abuela y dando un feroz rugido, contestó a la niña:
·         ¡Para comerte mejooooor!
Y, tras aquellas palabras, se comió el lobo también a la pobre Caperucita. Saciado de su hambre, decidió echarse una siesta en la cama, quedando dormido profundamente durante algunas horas…
Paseaba mientras tanto por allí, un cazador que andaba tras el rastro de un lobo. Cansado, y divisando desde no muy lejos la casa de la abuela de Caperucita, decidió aproximarse para ver si los dueños le ofrecían su hospitalidad y podía descansar así un rato en ella. Extrañado ante el silencio, decidió el cazador mirar por la ventana de la casa para ver si se encontraba habitada o no.
·         ¡Dios mío, el lobo! – Exclamó atónito el cazador al ver tras los cristales al lobo que tanto había perseguido, metidito en la cama y con la barriga muy llena, en la habitación – ¡He dado con él!
Y lentamente y sin hacer ruido, el cazador entró en la casa por la ventana, y liberó a la abuela y a Caperucita de las entrañas del animal.
·         ¡Qué suerte que haya llegado a tiempo! – Gritó la abuela aturdida y muy agradecida al cazador.
Desde lejos se veía correr a la madre de Caperucita, que asustada por la tardanza de su hija, se había acercado también a la casa. Y así, todas agradecieron al hombre su acción y lloraron de alegría.
·         ¡Qué miedo he pasado abuelita! – Exclamó Caperucita, recuperándose poco a poco del susto.
Y tras abrazarse fuertemente a la abuela y despedirse de ella, Caperucita y su madre volvieron a su hogar sin despistarse, ya nunca más,  ni un segundo del camino.














Los tres cerditos
Hubo una vez tres hermanos cerditos, que decidieron abandonar el hogar familiar un verano, en busca de aventuras y juegos por el bosque. Sin embargo, cuando se aproximaba el otoño y su aire frío, amenazador de invierno, decidieron poner fin a su viaje de aventuras y asentarse en un único lugar construyendo un hogar donde refugiarse.
El cerdito más perezoso construyó una casa de paja, deseoso como estaba de terminar su construcción y de volver a los juegos de siempre:
·         ¡Es demasiado frágil! – Le dijeron sus hermanos…a los que no escuchó.
El segundo cerdito, algo menos perezoso pero igual de testarudo, decidió construir la suya con tablas de madera, y tras unos martillazos finalizó la casa en dos días, deseoso también de diversión y  juegos.
El tercer cerdito, por el contrario, que era muy sabio, decidió olvidar el juego durante un tiempo a cambio de obtener con el trabajo de sus propias manos, una casa muy fuerte y duradera. Y así, ladrillo a ladrillo como un albañil, el tercer cerdito fue terminando su casa mientras sus hermanos se burlaban de él por noquerer ya jugar con ellos.
Días después, unas grandes huellas sobre el terreno, avisaron a los cerditos del posible ataque de un lobo feroz y se refugiaron asustados en sus respectivas casas. Una vez allí el temido lobo, enfurecido y hambriento, se situó frente a la casa de paja gritando al pobre cerdito perezoso que se le iba a comer:
·         ¡Sal cerdito! ¡Solo quiero hablarte!- Exclamó el lobo con la boca hecha agua.
Y tras la negativa del cerdito, el lobo hinchó sus pulmones de aire y sopló frente a la humilde casa de paja, que se desmoronó por completo, dejando desprotegido al cerdito que corrió, antes de que el lobo se percatase, hacia la casa más próxima: la de madera. Enfurecido el lobo al ver que había escapado el cerdito, se dirigió hacia la casa de madera y de nuevo dirigió una llamada a su interior mientras golpeaba la puerta con sus peludas y fieras pezuñas:
·         ¡Abrid cerditos! ¡Sólo quiero hablaros!
Los dos hermanos cerditos refugiados en el interior de la casa de madera, se apoyaban contra la puerta haciendo fuerza y lloraban aterrados de miedo, cuando el lobo de nuevo llenó de aire sus pulmones y lanzó un soplido tan, tan grande, que hizo desplomar cada una de las tablas de madera que sostenían aquel hogar. El cerdito más sabio, que había observado la desgracia de sus hermanos desde una de las ventanas de su fuerte y sólido hogar, abrió rápidamente su puerta para acoger a sus hermanos y librarles de las zarpas del lobo feroz.
Ya en la tercera casa, los tres cerditos se sintieron más seguros y sosegados. El lobo una vez más se situó frente a la puerta y comenzó a soplar, pero la resistente casa construida por el cerdito sabio ni siquiera se inmutaba. Consternado y cada vez más hambriento, el lobo decidió colarse entonces por el hueco de la chimenea que poseía el hogar.
·         ¡Corred! ¡Encendamos el fuego! – Exclamó el cerdito sabio, consciente delnuevo plan urdido por el lobo.
Y de este modo, cuando el lobo por fin consiguió adentrarse por el conducto estrecho de la chimenea, cayó sobre el fuego ardiente del hogar prendido por los tres cerditos. Éstos, reían y reían observando la cola humeante del desdichado lobo, que había echado a correr adentrándose en el bosque sin mirar atrás. Desde aquel día los tres hermanos cerditos fueron muy felices, y todos decidieron dejar la pereza a un lado, y trabajar duro para vivir así tranquilos ante cualquier adversidad.
Desde lejos observaba el lobo las sólidas y grandes casas construidas ya por los tres cerditos y sus enormes chimeneas, y se rumorea que no se atrevió a volver por allí nunca jamás.



Pinocho

Érase una vez un humilde carpintero llamado Geppetto, que vivía muy solo y sin hijos. Esta soledad le apenaba tanto, que Geppetto planeó construirse un muñecode madera, al cual daría forma con mucho tiento, como lo hacía con cada trozo de madera que debía trabajar.
·         Lo llamaré Pinocho- se dijo el carpintero a sí mismo, sonriente, tan contento como estaba con su proyecto.
Y así fue como poco a poco, Geppetto le fue dando forma a la madera. Primero las piernas, después los brazos…Hasta estar completamente terminado. El muñeco se veía precioso, casi parecía un niño con aquellos ojos pintados tan brillantes. Sin embargo, el pobre Geppetto pronto se dio cuenta de que con aquel muñeco no iba a aliviar su soledad:
·         Ojalá tuviera vida…- se dijo con los ojos enjugados en lágrimas.
Al caer la noche, mientras Geppetto descansaba de su jornada, un Hada de los deseos se apareció en la casa del carpintero frente al muñeco Pinocho. El Hada, que había escuchado las súplicas del carpintero, decidió concederle su deseo en recompensa a su esfuerzo y bondad. Y con un toque de magia, de pronto Pinocho fue moviendo cada una de las partes de su pequeño cuerpo, que sin embrago, permanecía de madera. ¡No podía creer Geppetto lo que vio al amanecer!
·         ¡Hola papá!- exclamó Pinocho
·         Pero… ¿eres tú, Pinocho, y no estoy soñando?- contestó Geppetto algo aturdido de la alegría.
A partir de entonces, Geppetto se convirtió en el hombre más feliz de la tierra. Tenía un hijo al fin y ya no estaba solo. Y poco a poco fue enseñándole cada una de las cosas que Pinocho necesitaba para sobrevivir. Le enseñó a hablar y caminar correctamente, y hasta empeñó parte de sus enseres para poder comprarle libros con los que ir a la escuela. ¡Qué contento y agradecido estaba Pinocho! Pero a pesar de todo, el pequeño seguía sin ser un niño de carne y hueso como los demás, y para serlo, el hada le encomendó ser un niño muy bueno, y le regaló un pequeño grillito llamado Pepito Grillo para acompañarle en su camino.
Mientras se dirigía a la escuela, se imaginaba Pinocho aprendiendo miles de cosas y haciéndose muy, muy listo, para poder ganar dinero cuando se hiciera mayor, y comprarle a su padre todas las cosas que había vendido para pagar sus libros.  Pero en el camino, Pinocho se encontró con un lobo malvado que a cambio de algunas monedas y mucha diversión, consiguió conducir a Pinocho hasta el teatro de títeres de la ciudad, desoyendo a Pepito Grillo que le advertía una y otra vez de su error.
·         ¡Vengan, señores, al teatro de títeres!- Vociferaban desde la plaza del pueblo.
Pronto Pinocho se unió a la fiesta y se puso a bailar frente aquel teatro lleno de marionetas, como uno más. Aquel niño de madera era tan inocente aún, que no sabía distinguir el bien del mal, acostumbrado como estaba a las bondades de su padre. Y Pinocho, fue engañado de este modo por el titiritero más famoso de la ciudad. Aquel hombre, egoísta y muy cruel, había observado pacientemente al extraño hijo del carpintero, y pensó que podría hacerse rico llevando a su teatro al primer muñeco de madera con vida, habido jamás en ningún lugar. Rápidamente, encerró al pobre Pinocho  bajo llave en una jaula de hierro, y el pobre Pinocho lloró y lloró junto a Pepito Grillo arrepentido de su acción.
Aquel llanto conmovió al Hada de los deseos, que se presentó junto a la jaula de hierro preguntando a Pinocho cómo había llegado hasta allí:
·         ¡Me atraparon unos malvados camino de la escuela y me encerraron en esta jaula! – exclamó Pinocho.
Y el Hada de los deseos, sabedora de la realidad, hizo crecer la nariz de Pinocho en castigo por no decir la verdad.  Decidió, sin embargo, dar otra oportunidad de demostrar su bondad a Pinocho y deshizo con su magia todos los barrotes de la jaula de hierro que le encerraban. Una vez libre, Pinocho volvió a olvidar los consejos del hada y de su amigo Pepito Grillo, y de nuevo, se dejó tentar por unos niños que hablaban, a su paso, de la llamada Isla de los juguetes. Una vez allí, Pinocho disfrutó de lo lindo con montones de juegos durante largas horas, hasta que de pronto, las orejas de Pinocho comenzaron a crecer y crecer hasta convertirse en unas grandes orejas de burro, destino de todos los niños que abandonaban la escuela solo por diversión. ¡Qué avergonzado se sentía Pinocho por todo! Y lloraba frente a Pepito Grillo pidiéndole perdón, y suplicando al Hada de los deseos, que su padre no se hubiera olvidado de él.
Lejos de eso, Geppetto buscaba a su hijo perdido por tierra y mar, y casi frente a la misma Isla de los juguetes, el carpintero fue tragado por una ballena gigante, que tras engullirle, se adentró de nuevo en el mar. Pinocho, avisado por Pepito Grillo del suceso, no dudó en echarse al mar para intentar liberar a su padre de las zarpas de la ballena. Nadando como pudo con sus pequeños bracitos de madera, Pinocho se situó sobre la boca de la ballena siendo también engullido por ella.
Dentro de la boca de la ballena, padre e hijo se sintieron inmensamente contentos. No tenían miedo. Al fin Geppetto había encontrado a su pequeño y juntos se contaron todas sus historias. Pepito Grillo, mientras tanto, urdía un plan para poder escapar de aquel lugar, y enciendo una fogata en la boca del animal, consiguió hacerle estornudar, y con ello, salir despedidos de nuevo hacia el mar.
Tras todo aquello, Pinocho nunca volvió a desobedecer a Geppetto ni a portarse mal, y el Hada de los deseos decidió premiar al pequeño por todo su esfuerzo, convirtiéndole al fin en un niño de carne y hueso, como los de verdad.





Aladino

Hace muchos años, en un lejano país. Un hechicero, uno de los más malvados detodos los tiempos, se acercó a un joven muchacho, llamado Aladino, prometiéndole tesoros inmensos.
El hechicero se adentró junto con Aladino en lo más profundo del desierto, conduciéndole hacía una cueva gran cueva, y le dijo:
–       Ahí dentro, hay un tesoro para ti. Pero no toques nada hasta darme unapequeña lámpara dorada que encontrarás al final de la cueva.
Aladino aceptó la oferta del hechicero y entro, pero no podía creer lo que veían sus ojos. Ni en sueños podía haber imaginado tesoros como aquellos, montañas de oro, miles de diamantes, perlas… El joven muchacho llego hasta el fondo de la cueva sin tocar nada, encontrando la preciada lámpara. Ya volvía con ella cuando su mono Abu, un pequeño e inseparable compañero suyo, no pudo resistir la tentación de coger una joya de la cámara. En ese mismo instante, la cueva comenzó a cerrarse. Aladino tuvo el tiempo justo para subirse en una alfombra mágica que encontró por el camino y salir volando hasta llegar a la entrada de la cueva.
–       ¡Ayúdeme, buen hombre! – suplicó Aladino.
–       ¡Primero dame la lámpara! – contestó el hechicero.
Entonces sonó un horrible trueno, y la cueva se cerró enterrando al joven Aladino en su interior.
-¿Por qué querría ese tipo una lámpara tan vieja y sucia? – se preguntaba Aladino.
El muchacho la frotó para limpiarla, y de su interior salió un gigante azul.
–       ¿Quién eres tú? – preguntó sorprendido Aladino.
–       Soy el genio de la lámpara. Pídeme tres deseos y te los concederé.
Aladino, aturdido, le pidió salir de la cueva. No paso ni un segundo cuando el genio hizo realidad su deseo, saliendo todos al exterior de la cueva donde estaban presos por la arena del desierto.
Entonces Aladino se acordó de la bella hija del rey, de quién hacía tiempo estaba enamorado y pidió un segundo deseo.
–       ¡Quiero ser un príncipe!, para conquistar a la princesa.
El genio vistió a Aladino con un atuendo digno de un príncipe, cubriéndole de riquezas y sirvientes. El genio le preparó además una gran carroza y muchos presentes llevándole al palacio por las calles de la ciudad. Al entrar al palacio, Aladino vio al sultán y a su hermosa hija.
–       Majestad, vengo a pedir la mano de su hija- dijo Aladino.
–       ¡Encantado, de tener por yerno a un príncipe tan poderoso! – contestó el sultán.
La princesa estaba disgustada al saber que su padre quería casarla con un príncipe totalmente desconocido para ella por lo que volvió a su habitación.
Aquella noche, Aladino invitó a la princesa a un largo paseo sobre la alfombra mágica. Esa misma noche la princesa fue descubriendo el gran corazón que tenía Aladino y comenzó a sentir un profundo sentimiento de amor hacía él. Al terminar la noche, Aladino comprendió que ya tenía todo lo que deseaba por lo que regaló la lámpara mágica a la princesa sin mencionarle el poder que poseía.
Entretanto, el malvado hechicero, quiso nuevamente recuperar la lámpara mágica, y se disfrazó de mercader.
–       ¡Cambio lámparas por preciosos regalos para príncipes! – gritaba sin cesar.
Y la princesa que desconocía  el poder de la lámpara, fue a cambiarla por un regalo para Aladino. El hechicero frotó la lámpara, y apareció el genio, al que pidió que le convirtiera  en otro  genio.
El malvado genio, quiso apoderarse de la princesa y de cuanto la rodeaba, pero Aladino que consiguió nuevamente la lámpara lo impidió. El astuto muchacho acercó la lámpara al genio diciendo:
–       ¿Acaso no es la lámpara la casa de un genio?
En poco tiempo el malvado genio fue absorbido y todo volvió a la normalidad. La bella princesa y Aladino se casaron y vivieron siempre enamorados y felices, sin usar nunca más la lámpara mágica y habiendo dejado en libertad al genio que les unió.


Bambi

Bambi nació en el bosque, en un lugar bien escondido entre grandes árboles. La noticia corrió entre los animales y todos fueron a verle, porque su padre el Gran Príncipe del Bosque. El Búho fue el primero que vio el recién nacido.
-¡Enhorabuena, mamá! ¡Qué hijo tan precioso ha tenido la señora! Es un verdadero príncipe. – dijo el búho.
La madre de Bambi miró hacia arriba. -Muchas gracias-, dijo con dulzura. Después acarició a su hijo con el hocico.
- ¿Cuál es el nombre del niño?-preguntó el conejito.
- Bambi. -respondió la madre.
- Bambi. -repitió el conejito. Es un bonito nombre. Yo me llamo Tambor.
Y se fue dando saltos con su madre y sus hermanitos.
El bosque estaba precioso en verano. Los árboles se erguían silenciosos contra el cielo azul y la tierra parecía una alfombra de flores, que abrían sus corolas rojas, blancas y amarillas. Bambi fue a pasear con su madre por los caminos de hierba. Por todas partes encontró Bambi amigos. Se quedó muy asombrado cuando vio a las zarigüeyas colgadas de una rama cabeza abajo.
-Creo que nunca aprenderé eso, -dijo Bambi girando la cabeza para mirar a las zarigüeyas.
Al llegar a un pequeño claro el bosque, Bambi y su madre encontraron a Tambor y su familia.
-¡Bambi!, ¡Ven a saltar conmigo! -Dijo Tambor.
Bambi echó a correr al lado de Tambor. Pero al ver a una familia de pájaros, Bambi se detuvo a mirarlos.
-Son pájaros, Bambi. -dijo Tambor.
-Pajaritos. – repitió encantado.
Cuando una mariposa se posó en su cola, gritó: -¡Pajarito!
-No, Bambi. -le explicó Tambor. También vuela, pero no es un pajarito. Es una mariposa.
Entones Bambi vio una mata de flores amarillas y corrió hacia ellas.
-¡Mariposas!. -exclamó.
-No, Bambi. –dijo Tambor. Eso son flores.
De repente Bambi se quedó mirando atentamente. Del macizo de flores surgía algo distinto, era una cabecita negra con dos ojitos brillantes.
- ¡Flor! -dijo Bambi.
- Eso no es una flor, es un zorrillo.
-¡Flor! -repitió nuevamente el pequeño.
-Puedes llamarme flor si quieres – dijo el zorrillo. No me ofendo. La verdad es que me gusta.
En ese momento nuestro pequeño amigo ya tenía un nuevo compañero de juegos.
Un día la madre de Bambi le llevó a pasear hasta un lago. Cuando vio su imagen dentro del agua, se extraño muchísimo, apareciendo a continuación otro animal igual a él. El pequeño exclamó: ¡Ahora hay dos dentro del agua!
-No Bambi, esta es Falina, tu prima, que también ha venido a pasear con su madre – le explicó su madre.
En ese momento Bambi y Falina se hicieron amigos y fueron al bosque a jugar pero de pronto, oyeron el ruido de muchos cascos golpeando el suelo; los animales empezaron a huir del bosque. Todos se parecían a Bambi y Falina, pero tenía grandes cuernos y corrían a gran velocidad.
Entre ellos estaba el Gran Príncipe del Bosque, el más valiente y fuerte de todos. Se paró junto a Bambi y su madre y les avisó: -¡HAY HOMBRES EN EL BOSQUE!
Más tarde, escondido junto a su madre, Bambi, que era muy preguntón, quiso saber:
¿Qué animal es el HOMBRE? -Preguntó Bambi.
Su madre le explicó:
- El HOMBRE es un animal de escopeta. – Dijo su madre.
- ¿Y aquel grandote que nos avisó quién es? -Preguntó Bambi.
Aquél es el Gran Príncipe del Bosque. Es tu padre Bambi, – le dijo su madre.
Algunos meses después vino el invierno. Una mañana Bambi se despertó tiritando de frio. Cuando miro a través del bosque, vio que todo estaba cubierto de blanco.
-Es la nieve, Bambi. -Dijo la madre. Ven a caminar por ella.
Cautelosamente, dio sus primeros pasos por la nieve, y vio que sus patas se hundían en el suelo. Tambor patinaba sobre el lago cubierto de hielo y Bambi trotó por la ladera abajo para ir a jugar con él, pero no estaba acostumbrado a caminar sobre hielo por lo que sus patitas finas  y largas resbalaron cayendo sentado en el frío suelo. Cuando miró, Tambor se reía a carcajadas. El invierno era una época penosa para los animales del bosque. No había hojas ni brotes para comer. A veces, Bambi y su madre tenían que arrancar corteza de los árboles, pues no había otro alimento.
Por fin, cuando parecía que no iban a encontrar nada más, se produjo un gran cambio. Un día la madre de Bambi cavó en el suelo y encontró hierba debajo de la nieve. Era primavera otra vez. El sol brillaba nuevamente y todo volvía a estar verde. Bambi, Tambor y Flor habían crecido. -Es la época del cortejo-, dijo el Búho. Al cabo de poco tiempo, Bambi oyó una voz:
-Hola, Bambi, ¿ya no me conoces? Soy Falina.
Bambi la miró encantado ya que Falina había crecido y estaba muy guapa. Al rato los dos se fueron juntos a pasear por el bosque. Ahora Bambi sabía que “cortejar” significaba enamorar.
Un día Bambi advirtió en el aire la presencia del hombre. Luego oyó los ladridos de los perros de los cazadores que se acercaban. Oyó disparos y se sitió herido. En aquel momento apareció el Gran Príncipe del Bosque y dijo:
-¡El fuego del campamento de los hombres ha incendiado el bosque! Nuestra única salida es el río.
Ayudado por su padre, Bambi consiguió llegar al otro lado del río, donde encontró a Falina y a los otros animales que había huido del bosque, salvándose todos del gran peligro que les acechaba.
Cayó la nieve y después de ella llegó otra vez la primavera. Bambi era ahora el Gran Príncipe del Bosque, Tambor quiso invitarle a conocer a su familia y también Flor le llevó a ver a la suya.
Bambi se sintió encantado con los hijos de sus dos amigos. ¡Eran lindísimos! Luego les invitó a todos a visitar a Falina, que había tenido dos preciosos cervatillos. Tambor y Flor felicitaron a Bambi, que ahora era padre de un pequeño príncipe y de una princesita.



Blancanieves y los siete enanitos
Hace muchísimos años, una reina bordaba junto a una ventana de su castillo. De pronto, se pinchó y tres gotas de sangre brotaron de su dedo.
–       ¡Me gustaría tener una niña de labios rojos como esta sangre, piel blanca como la nieve y cabellos negros como el azabache! – suspiró.
Pasó el tiempo y así sucedió, la reina tuvo una niña bellísima y, en recuerdo de aquella tarde la llamó Blancanieves. Pero la reina murió y el rey se casó con otra mujer. La nueva reina envidiaba a Blancanieves, por ello, la humillaba imponiéndola las tareas más duras de palacio.
Un día que estaba sacando agua del pozo tuve una conversación con sus amigos los pajaritos, pidiéndoles el siguiente favor:
–       Amigos míos, que con vuestro vuelo podéis llevar mis palabras a tierras lejanas, contad mi historia de esclavitud y penumbra, encontradme un príncipe que venga a liberarme.
Los pájaros volaron y volaron, difundiendo las palabras de la hermosa Blancanieves, hasta llegar a un reino donde un príncipe escuchó la historia y decidió ir a buscarla. Al llegar al reino, el príncipe vio asomada a Blancanieves en un pequeño balcón y le dijo:
–       Buenos días, princesa, los pájaros me dieron vuestro mensaje.
–       ¿De quién es esa voz?, preguntó Blancanieves.
–       De un príncipe que ha venido de un reino muy lejano para rescatar a la más hermosa mujer que jamás ha visto el mundo.
La reina, que estaba en una habitación cercana al balcón oyó su conversación, cogió su espejo mágico que le recordaba lo hermosa que era y le preguntó:
–       Espejo, espejito mágico, ¿quién es la más hermosa del reino?- preguntó la reina.
–       Tú eres hermosa, pero Blancanieves es más hermosa que tú- respondió el espejo.
La reina al oír esas palabras se puso tan furiosa que decidió llamar a los guardias de palacio para apresar al apuesto príncipe.
–       ¡Apresadlo, ha invadido los jardines de palacio!- dijo la reina.
La madrastra, loca de rabia y no contenta con apresar al príncipe en un calabozo llamó a su cazador, ordenándole lo siguiente:
–       Deseo que lleves a Blancanieves al bosque y la mates.
El cazador no fue capaz de ejecutar la perversa orden de la reina.
–       ¡Huye, Blancanieves! – le suplicó el cazador.
Blancanieves corrió despavorida, agotada y sin aliento, quedó dormida profundamente. Cuando despertó se encontró rodeada de simpáticos animalitos. Blancanieves se levantó y vio una minúscula casita a lo lejos, se acercó hasta ella y, entró.
Había siete sillas diminutas, siete camitas… La casita estaba tan sucia y desordenada que Blancanieves, decidió cambiarla de aspecto. Barrió el suelo, fregó los cacharros y colocó cada cosa en su sitio. Al terminar,cansada, se echó sobre las camitas y, quedó dormida.
Mientras tanto, por el bosque, regresaban a casa después de un duro día de trabajo los siete enanitos que allí vivían.
–       ¡Mirad! ¡La luz está encendida! – dijo el enanito más pequeño.
Tomando toda clase de precauciones, abrieron la puerta.
–       ¡Es una linda muchacha! – exclamaron a coro.
Blancanieves despertó y necesitó toda su paciencia para calmarles y contar su triste historia. Los enanitos conmovidos decidieron acogerla en su casa.
Todas las mañanas cuando los enanitos se marchaban a trabajar, Blancanieves se dedicaba a las tareas de la casa: limpiaba, cocinaba deliciosos platos… Pero aquella alegría duró poco tiempo, ya que la madrastra volvió a preguntar.
–       Espejo, espejito mágico, ¿quién es la más hermosa del reino?
–       Bello es tu rostro, pero más bella que tú es, la que ahora vive con los enanitos, Blancanieves- respondió.
Al oír estas palabras, la madrastra lanzó un grito de furia:
–       ¡Blancanieves sigue viva!, ¡yo me encargaré de matarla!. La madrastra se transformó en bruja y envenenó una manzana. Aquella mañana, puntuales como siempre, los enanitos salieron de casa a trabajar.
La reina bruja llegó hasta la casa de los enanitos disfrazada de anciana.
–       ¡No te asustes, linda muchacha!, sólo soy una pobre anciana que viene a ofrecerte unas manzanas- dijo la Reina Bruja.
–       ¡Qué grandes y rojas están! – suspiró la niña.
–       Prueba una y, si te gusta…
Blancanieves ignoró el peligro, mordió la manzana y cayó al suelo fulminada. Los enanitos que habían sido alertados por los animales del bosque, corrieron para socorrerla.
–       ¡La muchacha está muerta!- se lamentaron.
Los siete enanitos trataron de reanimarla, pero todo fue inútil. Consternados y afligidos, construyeron una urna de cristal y metieron en ella a Blancanieves y la llevaron a un claro del bosque.
Una mañana radiante de primavera llegó su príncipe, qué logró escapar del castillo de la malvada bruja. Al ver a Blancanieves, el príncipe desconsolado por su pérdida decidió darla un besó de amor.
La bella muchacha, cuando recibió aquél beso, se despertó como por arte de magia, rompiéndose el horrible hechizo que la mantenía dormida. Blancanieves abrazó a su dulce salvador y despidiéndose de sus amigos los enanitos del bosque partió hacia el reino del príncipe, donde vivieron felices para siempre.


El Patito Feo
Ocurrió una vez en un bello lugar del campo, que una Mamá Pata al esperar ansiosa y alegre a sus pequeños patitos, que siempre le salían preciosos, encontró un último huevo grande y muy extraño, que parecía no quererse abrir.
Muy extrañada, Mamá Pata y sus pequeños patitos recién nacidos, observaron y observaron al huevo en espera de algún movimiento, hasta que al fin ocurrió.
Y de aquel gran cascarón que Mamá Pata ni siquiera recordaba esperar, finalmente salió un patito de extraño plumaje, completamente distinto a los demás. Perpleja, Mamá Pata contemplaba a aquel pequeño mientras él se aproximaba a su mamá y a sus hermanos con movimientos absolutamente torpes.
–      ¡Sólo puede ser un error! – se decía Mamá Pata. ¡En nada se parece al resto de mis crías!
Y una vez que el patito de pelaje extraño se situó frente a Mamá Pata, ésta le retiró la mirada, negándole así el calor que el pequeño necesitaba.
Nadie parecía quererle, tan distinto que era a su familia, de manera que aquel pobre pato al que habían apodado el Feo, decidió al día siguiente abandonar su hogar y emprender un nuevo camino.
En busca de una familia que se le pareciera, el pobre patito se encontró con una mujer que le condujo a su casa. Allí pudo conocer a otros animales y comió muy bien. Tanto…que pronto se advirtió del peligro que le acechaba en casa de aquella anciana, que no había querido ayudarle, sino que procuraba engordarle y cenársele por Navidad.
De nuevo, y aunque ya había llegado el invierno, el patito de pelaje extraño escapó. Las fuertes heladas retrasaban su camino y languidecían al pobre animal, hasta que un hombre que paseaba le encontró desvanecido sobre el blanco de la nieve y decidió llevarlo consigo a su hogar. ¡Qué felicidad reinaba en aquella casa! Y, ¡qué cariño profesó aquella familia al pobre patito feo!
Sin embargo, una vez recuperado de salud, el hombre que le había recogido y cuidado, consideró que debían liberarlo de nuevo y llevarlo a su verdadero hogar: el campo. Y así, llegada y florida la primavera, depositaron al pato en un precioso y tranquilo estanque.
Los días resultaban armoniosos y cálidos en aquel lugar, y ya nadie parecía atosigar al patito feo. Paseaba tan tranquilo por aquellas aguas, que casi parecía haber olvidado todo lo malo. Hasta que una tarde plácida, al observar el fondo del cristalino estanque, el patito pudo ver su imagen reflejada por vez primera. Había crecido mucho. Su plumaje ahora brillaba como el de aquellos cisnes que le acompañaban cada día en el estanque. Muy contrariado, el patito de pelaje extraño decidió preguntar:
–      ¿Por qué nadáis en este estanque en compañía de un vulgar pato tan feo como yo?–exclamó.
Los cisnes quedaron boquiabiertos ante aquella pregunta, y el más viejo le respondió:
–      ¿Acaso no te ves, hermano mío? No solo eres un cisne, sino que además, eres uno de los más bellos que mis ojos han visto nunca.
Y así fue como al fin en su hogar, el Cisne comprendió porque no había sido nunca el Pato más raro y feo… ¡Qué felicidad sintió!




La Bella y la Bestia
Érase una vez un mercader que tenía varias hijas. De todas ellas la que más brillaba era la hija más pequeña, que además de bella tenía el corazón enormemente noble. A diferencia de las demás, jamás solicitaba a su padre ningún objeto ni mercancía de ninguno de los lugares lejanos que visitaba, y se conformaba con esperarle y verle de vuelta sano y salvo. Sin embargo, ante la insistencia de su adorado padre, Bella (que así la llamaban) decidió pedirle una humilde rosa en su último viaje.
De este modo, todo se sucedía con tranquilidad mientras las hijas del mercader esperaban una vez más la llegada de su padre. Pero nada ocurrió como de costumbre, y el mercader a su regreso, se vio envuelto en una fuerte tormenta que le desviaba una y otra vez del camino. Presuroso, corrió junto a su caballo en busca de algún refugio que pudiese apaciguarle de la lluvia y del aire gélido que le calaba los huesos. Y así, casi sin saber cómo había llegado, ni dónde estaba, el mercader de pronto se encontró frente a la gran puerta de un extraño castillo.
Cansado, y al ver que nadie le escuchaba ni abría la puerta, decidió adentrarse en él. La puerta se encontraba abierta, y tras ella, todo parecía perfectamente dispuesto: la mesa iluminada y repleta de comida para cenar; las habitaciones ambientadas con leña fresca y colchones bien mullidos…Y el mercader no pudo resistirse a todos aquellos placeres, tan hambriento y fatigado como estaba. De modo que cenó, durmió caliente, e incluso desayunó mientras seguía sin responder nadie a sus llamadas ni recibirle en ninguna estancia. Repuesto, el mercader salió al jardín con la esperanza de encontrar al fin al dueño de aquella casa, y poder agradecerle así antes de su partida tantísima hospitalidad. Pero también el jardín se encontraba vacío y silencioso, de manera que el mercader decidió volver a casa.
Justo cuando estaba a punto de salir de aquel extraño lugar, el mercader recordó la petición de su joven hija Bella, casi hipnotizado por el fuerte y maravilloso perfume que desprendían los rosales de aquel jardín. Eligió la rosa que más resaltaba y brillaba de todas y la cortó. En aquel momento, la tranquilidad y el silencio del jardín se vieron interrumpidos por una gran fiera que se lanzó sobre el mercader, atacándole con amenazas e insultos por no haberse comportado como un buen y agradecido invitado, robándole las flores de su jardín.
El pobre mercader intentó explicarse, hablándole a aquella Bestia de su hija pequeña y de su humilde promesa. Sin embargo, las palabras del mercader no ablandaban a la Bestia que quería encerrar al mercader para siempre en su castillo como castigo.
–       Te perdonaré la vida si en tu lugar, traes a tu hija Bella para que me acompañe en el castillo.
El mercader, tras aquella horrible propuesta, acudió a casa nervioso y muy asustado.  Una vez en casa y más tranquilo, el mercader pudo relatar todo lo que había sucedido a sus hijas, y Bella, serenándole con un beso, le dijo:
–       No te preocupes, padre mío, que yo volveré al castillo en tu lugar.
Y así fue como Bella terminó llegando al castillo, al igual que lo había hecho su padre. En él, fue recibida por una extraña Bestia, que al contrario de lo que había relatado su padre, se mostraba amable, delicada y muy galante. Rodeada de una más que apacible tranquilidad, Bella fue pasando en el castillo los días mientras bordaba, leía historias o charlaba animosamente con la Bestia. Pero pronto empezó a echar de menos a su familia y a preocuparse por ellos, reflejándose en su rostro una tristeza que la Bestia, a pesar de sus buenos modales, no podía remediar. Decidió entonces regalar a Bella un espejo mágico en el cual pudiese ver siempre a los suyos y no preocuparse por ellos más. Cuando de pronto, una nocheBella vio reflejado en el espejo a su padre cansado y enfermo.
La pobre Bella, cuyo corazón era bueno y amaba a los demás, sintió la necesidad de acompañar a su padre y de marchar, a pesar de su promesa con la Bestia.
–       ¡Desearía tanto ver a mi padre, aunque sea por última vez!- exclamó la joven apenada.
La Bestia, conmovida, permitió a marchar a Bella con la condición de su regreso al cabo de unos días. Pero pasaron días y también semanas, y Bella no volvía junto a la Bestia, tan a gusto como se encontraba al lado de su padre y de sus hermanas. Poco a poco, sin embargo, y cada vez con más fuerza, Bella recordaba a aquella extraña Bestia que había salvado a su padre y que tan bien se había portado con ella.
Y así fue como Bella decidió volver finalmente al castillo para continuar con el cumplimiento de su promesa dando compañía a la Bestia, a la cual encontró desplomada y agonizante a su llegada en el jardín:
–       ¡No te mueras por favor! Has sido tan bueno conmigo…No te volveré a dejar solo y me casaré contigo – exclamó llorosa y preocupada la joven Bella.
Tras aquellas palabras un halo mágico envolvió a la Bestia, que poco a poco fue perdiendo sus garras, su pelo, sus dientes…hasta convertirse en un hermoso  y joven príncipe, que tan solo había sido víctima de un hechizo. Un hechizo, que solo podía romper el amor puro de un alma noble…
Celebrada la boda, el joven príncipe inundó el jardín de rosas en honor a Bella, a las que superaba en belleza de rostro y corazón.




Peter Pan
La historia que os voy a contar a continuación ocurrió hace ya mucho tiempo, pero puede volver a pasar ¡incluso a vosotros! Érase una vez una pequeña muchacha llamada Wendy, y sus dos hermanos llamados Juan y Miguel. Cada noche, su hermana mayor les contaba la historia de un joven y aventurero niño que vivía en el país de Nunca Jamás y que se prometió a sí mismo no crecer nunca, su nombre era Peter Pan.
Los dos hermanos, como todos los niños del mundo, adoraban los cuentos y escuchaban atentamente e imaginaban las increíbles aventuras que Wendy les contaba sobre Peter. Sus historias estaban tan bien narradas que incluso el propio Peter Pan, sin hacer ruido, se sentaba en el alféizar de la ventana del cuarto de los niños a escucharlas.
Una noche, mientras dormían, la pequeña Wendy se sobresaltó al ver una luz brillante junto a la ventana. Se levantó de la cama y caminó lentamente hacía la ventana, en ella se encontraba Peter junto con la inseparable Campanilla, el hada que va con él a todas sus aventuras. Juan y Miguel se despertaron al oír a su hermana gritar, ¡es Peter, es Peter!.
En ese momento Peter les invitó a ir al país de Nunca Jamás pero los niños no sabían volar, por lo que les explicó cómo podían hacerlo:
–        Sólo necesitáis un poco de polvo mágico de hada y un pensamiento alegre – dijo Peter.
–        ¿Sólo eso? ¡Es muy sencillo! – exclamó la pequeña Wendy.
La pequeña Campanilla roció a los niños con polvo mágico de hada y al pensar en sus recuerdos más felices se elevaron.
–        ¡Seguidme! – dijo Peter.
Siguiendo a Peter Pan, los tres pequeños salieron volando de su habitación, dirigiéndose al país de Nunca Jamás, una isla maravillosa y mágica en un mar desconocido.
Al llegar los pequeños se encontraban totalmente perdidos y desorientados ya que era la primera vez que estaban ahí por lo que Peter Pan pidió a Campanilla que los guiase al campamento que tenían en el Bosque. Campanilla, se encontraba celosa por la pequeña Wendy por lo que se adelantó y pidió a losNiños Perdidos que la derribasen, poniendo la excusa de que era enemigo de Peter Pan.
Usando pequeños tirachinas, los niños perdidos empezaron a tirar piedras a Wendy a órdenes de Campanilla, alcanzándola y derribándola pero antes de caer al suelo Peter Pan voló hacia ella y consiguió salvarla.Peter preguntó por qué había hecho eso, respondiendo los Niños Perdidos que Campanillas les dijo que era un enemigo suyo. Al oír eso, Peter quiso desterrar a la pequeña hada pero Wendy lo impidió al darle mucha pena.
A continuación Peter Pan llevó a Wendy, Juan y Miguel a su casa subterránea, un gran árbol hueco donde en una de sus raíces se encontraba una puerta secreta. Allí además vivían muy felices los Niños Perdidos, que tampoco querían crecer y mantenerse siempre niños como Peter.
Los Niños Perdidos invitaron a Juan y a Miguel a visitar a los indios de la aldea mientras que Peter llevo a Wendy a ver las preciosas sirenas que vivían a la orilla del mar.
Al llegar a la costa Peter Pan vio de lejos el bote del Capitán Garfio y su siervo inseparable y leal Smee. Garfio ansiaba matar a Peter Pan, por lo que siempre estaba dispuesto a todo para conseguirlo. En ese momento Peter pudo distinguir desde lejos además a una muchacha que resultó ser la princesa india Tigridia. El Capitán Garfio quería que le revelase el escondite secreto de Peter Pan pero la joven se negó. Ante la negativa de Tigridia, Garfio le ató a una gran roca, abandonándola a su suerte en una cueva hasta que la marea subiese y se cobrara su vida.
Peter Pan al ver la escena se enfrentó al Capitán Garfio, resultando victorioso y salvando a Tigridia. Garfio huyó despavorido y Peter pudo devolver a la joven a la aldea de su tribu. Al llegar a la aldea, los indios vieron como Peter Pan traía a Tigridia sana y salva por lo que organizaron una gran fiesta en su honor, nombrándole “Águila Voladora” y bailando al lado de una hoguera hasta altas horas de la noche junto a Wendy, Juan y Miguel.
A la mañana siguiente, Garfio al ser derrotado nuevamente contra Peter Pan, decidió vengarse utilizando los celos de Campanilla, la cual traicionó a Peter revelando el escondite secreto del árbol. En ese mismo instante Garfio fue hacía allí, raptando a Wendy, Juan y Miguel, llevándolos a su barco y atándolos a un mástil. El Capitán Garfio reveló a los pequeños que había colocado un pequeño paquete con una bomba en su interior y cuando Peter viera una carta falsa de Wendy que ponía que abriese el paquete justamente a media noche, la vida de Peter Pan llegaría a su fin.
Campanilla oyó los malvados planes del Capitán Garfio y se dio cuenta que había caído en una trampa, en ese momento voló hacía el escondite lo más deprisa que pudo ya que solo quedaban unos minutos para que fuera media noche. Al llegar Campanilla pudo arrebatar rápidamente el paquete de las manos de Peter que ya estaba predispuesto a abrirlo. Al salvarlo confesó a Peter lo que había hecho y que Wendy, Juan y Miguel eran presos del capitán Garfio en su navío.
Peter reaccionó rápidamente y fue volando hasta el barco pirata lo más rápido que podía. Mientras tanto, Garfio cogió a la pequeña Wendy del mástil y la obligó a caminar por una tabla para arrojarla al mar. En el momento en el que Wendy fue arrojada Peter Pan la rescato con sus brazos evitando el trágico desenlace de morir ahogada. Después de poner a Wendy a salvo, Peter subió a la cubierta del barco donde le esperaría el Capitán Garfio, perplejo al ver que Peter todavía seguía con vida. Los Niños Perdidos ayudaron en la lucha usando sus tirachinas contra los piratas, haciéndoles retroceder y abandonar el barco. Después de la feroz pelea entre ambos blandiendo sus espadas, Peter consiguió derrotar al Capitán Garfio junto a su tripulación de piratas, cayendo al mar donde había ¡un feroz cocodrilo! pero finalmente consiguió escapar en uno de los botes.
Peter Pan junto con los Niños Perdidos tomó posesión del barco y pidió a Campanilla que echará polvo de hadas en toda la cubierta. En ese instante el barco empezó a volar, llevando de vuelta a los pequeños a casa de Wendy.
–        ¡Ha sido una aventura fantástica! – dijeron Juan y Miguel.
–        ¡Gracias Peter por este maravilloso viaje! – dijo Wendy.
Peter Pan y los Niños Perdidos se despidieron de los pequeños y tomaron posiciones para tomar rumbo hacía la segunda estrella más a la derecha, la que les llevaría otra vez hasta el país de Nunca Jamás.



Aladino

Hace muchos años, en un lejano país. Un hechicero, uno de los más malvados detodos los tiempos, se acercó a un joven muchacho, llamado Aladino, prometiéndole tesoros inmensos.
El hechicero se adentró junto con Aladino en lo más profundo del desierto, conduciéndole hacía una cueva gran cueva, y le dijo:
–       Ahí dentro, hay un tesoro para ti. Pero no toques nada hasta darme unapequeña lámpara dorada que encontrarás al final de la cueva.
Aladino aceptó la oferta del hechicero y entro, pero no podía creer lo que veían sus ojos. Ni en sueños podía haber imaginado tesoros como aquellos, montañas de oro, miles de diamantes, perlas… El joven muchacho llego hasta el fondo de la cueva sin tocar nada, encontrando la preciada lámpara. Ya volvía con ella cuando su mono Abu, un pequeño e inseparable compañero suyo, no pudo resistir la tentación de coger una joya de la cámara. En ese mismo instante, la cueva comenzó a cerrarse. Aladino tuvo el tiempo justo para subirse en una alfombra mágica que encontró por el camino y salir volando hasta llegar a la entrada de la cueva.
–       ¡Ayúdeme, buen hombre! – suplicó Aladino.
–       ¡Primero dame la lámpara! – contestó el hechicero.
Entonces sonó un horrible trueno, y la cueva se cerró enterrando al joven Aladino en su interior.
-¿Por qué querría ese tipo una lámpara tan vieja y sucia? – se preguntaba Aladino.
El muchacho la frotó para limpiarla, y de su interior salió un gigante azul.
–       ¿Quién eres tú? – preguntó sorprendido Aladino.
–       Soy el genio de la lámpara. Pídeme tres deseos y te los concederé.
Aladino, aturdido, le pidió salir de la cueva. No paso ni un segundo cuando el genio hizo realidad su deseo, saliendo todos al exterior de la cueva donde estaban presos por la arena del desierto.
Entonces Aladino se acordó de la bella hija del rey, de quién hacía tiempo estaba enamorado y pidió un segundo deseo.
–       ¡Quiero ser un príncipe!, para conquistar a la princesa.
El genio vistió a Aladino con un atuendo digno de un príncipe, cubriéndole de riquezas y sirvientes. El genio le preparó además una gran carroza y muchos presentes llevándole al palacio por las calles de la ciudad. Al entrar al palacio, Aladino vio al sultán y a su hermosa hija.
–       Majestad, vengo a pedir la mano de su hija- dijo Aladino.
–       ¡Encantado, de tener por yerno a un príncipe tan poderoso! – contestó el sultán.
La princesa estaba disgustada al saber que su padre quería casarla con un príncipe totalmente desconocido para ella por lo que volvió a su habitación.
Aquella noche, Aladino invitó a la princesa a un largo paseo sobre la alfombra mágica. Esa misma noche la princesa fue descubriendo el gran corazón que tenía Aladino y comenzó a sentir un profundo sentimiento de amor hacía él. Al terminar la noche, Aladino comprendió que ya tenía todo lo que deseaba por lo que regaló la lámpara mágica a la princesa sin mencionarle el poder que poseía.
Entretanto, el malvado hechicero, quiso nuevamente recuperar la lámpara mágica, y se disfrazó de mercader.
–       ¡Cambio lámparas por preciosos regalos para príncipes! – gritaba sin cesar.
Y la princesa que desconocía  el poder de la lámpara, fue a cambiarla por un regalo para Aladino. El hechicero frotó la lámpara, y apareció el genio, al que pidió que le convirtiera  en otro  genio.
El malvado genio, quiso apoderarse de la princesa y de cuanto la rodeaba, pero Aladino que consiguió nuevamente la lámpara lo impidió. El astuto muchacho acercó la lámpara al genio diciendo:
–       ¿Acaso no es la lámpara la casa de un genio?
En poco tiempo el malvado genio fue absorbido y todo volvió a la normalidad. La bella princesa y Aladino se casaron y vivieron siempre enamorados y felices, sin usar nunca más la lámpara mágica y habiendo dejado en libertad al genio que les unió.


                      

                                                                



SECCION 2






CUENTOS

 CORTOS

    Cuentos infantiles para toda la familia.
Historia de los cuentos infantiles
   


     La tradición de transmitir historias y cuentos a otros, es tan antigua casi como el origen de los hombres. Estas historias y cuentos cortos, si bien no adaptados aún a la infancia como en la actualidad, eran confeccionados a modo de leyendas en las cuales se transmitía la importancia de los dioses y de las tradiciones, o se fabulaba con la existencia de mundos imaginarios habitados por princesas, villanos y héroes. En dichas leyendas, se procuraba transmitir oralmente a la sociedad la idea que se tenía del bien y del mal, a través de símiles y cuentos fantásticos. En la Edad Moderna, época en la cual se empieza a tener una noción y una preocupación especial por el niño y la infancia como categoría social, surgen los cuentos infantiles cortos propiamente dichos, adaptados especialmente para ellos muchas veces de las historias y cuentos breves tradicionales.
·       En la actualidad los cuentos infantiles cortos ha tendido a la transformación en cuanto al rol y dinámicas de sus personajes,cada vez más alejados de los cuentos para niños de hadas y princesas de siempre, incorporándose también políticas educativas como la transversalidad u otros valores pedagógicos.
·         Lo importante es que el resultado de dichas historias siempre resulte atractivo y útil para los niños y para los padres, bien comocuentos para dormir, o para leer durante el día y pasar momentos maravillosos solos o en compañía de la familia.





·      EXPEDIENTE HORMIGA | Cuentos cortos infantiles
     
·         Lidia, una niña de cinco años despierta y muy observadora, creía haber revelado un importante misterio para la Humanidad. Estaba convencida de haber descubierto el origen de los marcianos.
·         Dedicaba horas, en sus ratos libres, a estar en el campo con sus abuelos. Horas en las cuales observaba, muy atentamente, la naturaleza y todo cuanto sucedía a su alrededor, acurrucada bajo el viejo chopo del tatarabuelo Rufo. Pero de todo cuanto podía admirar, sin duda, lo que más le apasionaba eran las hormigas.
·         A la pequeña Lidia le inquietaba ver de qué manera aquellos minúsculos bichitos iban y venían, de un lado para otro, a lo largo del día. Su manera de actuar parecía demostrar que todas aquellas hormigas supiesen perfectamente a qué punto exacto de la casa o de la huerta del tatarabuelo Rufo debían dirigirse en cada momento y por qué motivo.
·         Siempre que había pizcas de miga de pan en la cocina, las dichosas hormigas comenzaban a acudir desde el viejo chopo, situado a no menos de cien metros de la casa. Una vez allí, y organizadas en dos bloques perfectos de filas indias, se disponían para recoger los pequeños cuscurros de pan y volvían hasta la sombra del viejo chopo, bajo la cual se enterraban en su hormiguero, desapareciendo, como si no hubiesen estado allí jamás. ¿Cómo podían saber aquellos diminutos seres dónde se encontraba la cocina? ¿Y por qué parecían saber la hora exacta en la cual tendrían dispuestos siempre sus abuelos los cuscurros o las miguitas de pan para llevárselas?, se preguntaba Lidia, atónita, cada vez que observaba el fenómeno. Con toda seguridad, aquellas hormigas debían de pertenecer a algún grupo o familia muy unida y avanzada. En ocasiones, desplegaba su gran lupa y hasta le parecía que reían entre ellas y llegaban a conversar.
·         Lidia había oído a los adultos hablar sobre todo aquello de las naves espaciales y los extraterrestres…y poco a poco, todo parecía encajar. Observar a aquellas hormigas tan atentamente la había llevado al convencimiento absoluto de que aquellos extraños seres debían de tener algún sistema de control sobre nosotros. Un sistema, tan avanzado, que ni siquiera les hacía falta usar naves para visitarnos, haciéndolo a cuerpo descubierto y enfrentándose a grandes peligros, como la gran pisada del pie del abuelo Pipe.
·         ¡Ajá! ¡Os he descubierto! –Exclamó Lidia observando la boca del hormiguero.
·         Y la pequeña se echó la siesta aquella tarde, increíblemente feliz, bajo la sombra del viejo chopo del tatarabuelo Rufo.  Había dado con el secreto de los marcianos…



EL PIRATA ESCACHARRADO | cuentos infantiles 

Érase una vez un pirata, al que la
 mala suerte (sin saber por qué), le había venido a ver…
El pirata tenía un ojo de palo, una pata llena de ojos y hasta una larga melena, que se le había mudado de la cabeza a los pies.
·         ¡Parecía que le hubieran vuelto del revés!
Aquel corsario destartalado ya no tenía cuchillos, ni garfios, ni parche en el ojo… ni cara de malo. Pero tenía unas uñas tan largas, que le servían de ancla cuando frenaba su barco, para poder hacer pie.
Y es que hasta las anclas se habían alejado de él.
·         Descansaba el pirata siempre en islas desiertas, puesto que todo desaparecía nada más posarse en ellas. Y así vivía asustando al miedo, con su ojo de palo, su pata llena de ojos y sus pies llenos de pelo.
·         –La Tierra y el Mar me han olvidado…– se lamentaba el escacharrado pirata– ¡A pesar de haber robado cien barcos, navegado mil horas y haber sido un pirata tan malo!
No le quedaban fuerzas ya a aquel pirata, para seguir intentando lo del ser un pirata malo. Y decidió, tras mucho pensar, abandonar sus galones (cuatro jirones mal remendados sobre la solapa de una chaqueta vieja y tiesa) en
 alta mar.
·         Y a partir de entonces, la mala suerte ya no vino a visitarle nunca más



Entretejiendo cuentos: La señorita Ingrid
«Recuerdo muy bien a la señorita Ingrid. Recuerdo el día que llegó a la escuela enfundada en su traje de cuadros, con sus grandes gafas de persona lista. Era el primer día de colegio. La señorita Ingrid entró en la clase con una sonrisa y se presentó. Tenía una voz de niña que no le iba nada a su traje de cuadros.
Para mí que esta presunta profesora no es la que esperábamos… ¿Quién es? – Exclamó mi amiga Pepa intrigada ante la presencia de aquella curiosa mujer.
Aquel día, todos los niños al verla se quedaron perplejos y dijeron con voz susurrante: – ¡Qué rara es!, no solo Pepa.
La maestra al poco de entrar abrió la mochila, y sacando piezas una a una con mucho cuidado, comenzó a montar su clarinete. Al instante, las notas de una sencilla canción llenaron la clase. Recuerdo como todos escucharon la melodía, hasta que se percataron de que un sinnúmero de pajarillos estaba tras la ventana, silbando las mismas notas que nacían de aquel instrumento. Pero también recuerdo su perfume llenándolo todo, su sonrisa templando el día.  Recuerdos de ayer…que parecían ahora irrecuperables.
Nunca creí que la señorita Ingrid fuese una persona extraña. Para mí no era rara, desde luego. Era muy especial, encantadora y risueña, y todo era magia cuando pronunciaba alguna palabra. Pero no todos pensaban igual que yo, y me venía a la mente el día en que mamá volvió a casa enfadada con la señorita Ingrid, por no sé qué motivo. Aquel día me contó entre gritos que vivía con un elefante. Desde entonces, no pude parar de imaginar a aquella mujer con su elegante traje de cuadros, sus gafas de persona lista y su elefante gigante, embelesando en algún tiempo a toda la selva africana al son de su clarinete. Exactamente igual que había embelesado a los pájaros; a Alicia, Galiana, Luisa, Jota, Natalia o Lucila…Igual que me había hipnotizado a mí.»
Daba gusto ver al pequeño Pablo rememorando en su cuarto todos aquellos dulces recuerdos, acontecidos el año anterior. Apenas quedaba un día para la vuelta a clase y los nervios le estrujaban y entumecían su diminuto estómago. Pero no eran nervios malos, sino de emoción. ¿Volvería la señorita Ingrid a clase? ¿Estarían todos sus compañeros y compañeras con él? Fuese como fuese aquella vuelta, Pablo estaba convencido de que, sin duda, era el momento de volver a pescar nuevos y emocionantes recuerdos con ella…



LA TÍA RITA | Cuentos para niños 

La tía Rita era una mujer de lo más peculiar.
Poseía una espalda curvada, con la cual aparentaba una edad de lo más avanzada. Joroba que le hacía un cuerpo semejante, al caminar, al de una pobre grulla sin alas.
Sin embargo, no era aquello lo más singular. Todo el mundo comentaba que la tía Rita sufría de espasmos y que, por ello, el cuerpo parecía habérsele partido en cuarto y mitad.
La tía Rita era una mujer de lo más “especialita”. Su hermana decía que era alérgica a la letra “i” y que, por ese motivo, vivía en un sin vivir. Si la nombraban, estornudaba, y si estornudaba…de nuevo, el cuerpo entero
 otra vez le temblaba: ¡aaachís! La pobre Rita ya no sabía, cómo de aquel castigo escapar podría:
«Ji, ji, ji…» –Carcajadas de señoras y señores…
– «
 ¡Piii! ¡Piiii! » –Sonido de coches en calles y callejones…
– «
Din, don…Din, don… » –Repiques de campanas y relojes…

¡Quiquiriquí!…De la mañana a la noche, la tía Rita se encontraba inmersa en una extraña danza (compuesta de muecas curiosas y muchos temblores) que parecía no tener fin. Hasta que un día la hermana de Rita, ideó una manera de acabar con la caprichosa alergia en torno a aquella letra tan estrechita.
Acordándose de que su hijo Martín, tartamudeaba y se atragantaba con la misma letra “i”, decidió hurtarle la vocal a su hermana, para ponerla en el abecedario del pequeñín. Presurosa, acudió al Consejo superior de los nombres de
 todos losreinos. En él, las personas más sabias acuñaban en madera elegantemente tallada, todas las letras del abecedario en el Casillero Oficial de todos los niños y niñas, conforme aprendían a hablar, leer y escribir.
Una vez informados del caso de su hermana Rita y de su hijo Martín, todos los sabios y sabias del consejo, acordaron conceder al pequeño, la vocal que tanta alergia le había provocado a su tía. Y, finalmente, tallaron a Martín, muy cuidadosamente, la dichosa letra “i”.
La «hermana Reta», como la llamaron a partir de entonces, pudo al fin relajarse y vivir feliz, y Martín pudo de una vez pronunciar la “i”… Achís!



El Monstruo del Canapé | Cuentos infantiles 
       
¿Alguna vez habéis convivido con monstruos?
En casa lo hacemos con uno a diario, aunque es mamá la que siempre se enfrenta a él y… ¡hasta le da de comer!
Todo empezó cuando una tarde, al volver del colegio, oí contar a mamá que por fin habían traído al Monstruo del canapé.
Hasta aquel día siempre había pensado, que de haber monstruos en una habitación, se encontrarían en el armario o debajo de la cama. Pero dentro de ella…Aquella idea me resultó terrorífica.
No lograba comprender por qué había que rellenar el hueco existente bajo la cama con un monstruito al que encima debíamos dar de comer. ¡Y no cualquier comida no! Que aquel monstruo solo quería alimentarse de nuestras cosas para dejarnossin nada y atemorizarnos, y yo me enfadaba con mamá, que todos los caprichos le daba: «Voy a llevar estas sábanas al canapé…Los abrigos que no te valgan al canapé…». Incluso engullía los adornos del árbol de Navidad que nos sobraban! Y eso que el cabello de ángel que utilizábamos, no se le parecía en nada al que usaba la abuela en sus deliciosas empanadillas dulces.
En las noches, procuraba conciliar el sueño con dificultad, puesto que la idea de dormir con un monstruo en la habitación de al lado, se debía hacer difícil para el más grande de los valientes. A veces me preguntaba si el Monstruo del canapé sería en realidad un monstruo de los buenos, encargado de mullirnos el colchón bajo nuestras espaldas al más mínimo movimiento y de hacer sonar los muelles. Sin embargo, esta idea de bondad duró poco en mi cabeza. De pronto imaginé a aquel Monstruo del canapé colocándonos también la almohada y saciando su sed con el rastro de nuestra saliva nocturna, como lo hacían de savia las flores según mi profesora de naturales, haciéndose cada vez más y más grande.
Desde la llegada de aquel extraño ser, aquella era la rutina de nuestros días. Cada tarde al volver de clase, observaba desde el fondo del salón como mamá organizaba su cuarto y daba de comer a la fiera, casi siempre enfurecida dado el forcejeo que mamá se traía siempre subiendo y bajando la tapa de su guarida.
Todo fue sucediéndose con aquella relativa normalidad, hasta que una mañana tomé una decisión. Aquel día papá había salido del cuarto de mal humor, refunfuñando que el dichoso canapé le había triturado la espalda. Esa misma mañana elaboré un plan estratégico para enfrentarme al monstruo que, claramente, quería comerse a mis padres.
El primer asalto sería la elaboración de un suculento menú, con el que sin duda debilitaría al gran bicho. El menú estaría compuesto de: tornillos de bicicleta, goma de borrar, puré de plastilina y polvos pica-pica. Una vez debilitado con mi delicioso menú, volvería a la habitación a enfrentarme a él, cara a cara, en una lucha más igualitaria. Tal vez hasta podríamos conversar, y me permitiría preguntarle por qué había engullido nuestras cosas, incluido mi disfraz de guerrero medieval tan necesario en aquella misión.
Pero nada de aquello ocurrió finalmente, porque mientras yo aún terminaba de ultimar los detalles finales de mi plan, mamá ya se había enfrentado sola y en silencio al monstruo. Me recogió del colegio, y durante el paseo a casa, me sonrió suspirando y dijo:
Al fin dormiremos tranquilos. Ya me he librado del dichoso canapé.
Y yo la entendí perfectamente y me alegré, aunque en el fondo lamenté el no haber podido llevar a cabo mi estratégico plan, y haber estado frente a frente con aquel Monstruo del canapé. Mamá había sido una heroína. Siempre tan tranquila y tan segura…No podía dejar de mirarla ni un momento. Estaba convencido, de que algún día, me contaría el secreto de aquella batalla. Pero en aquel instante caminamos en silencio. La vuelta a casa jamás había sido tan agradable…


  

El Vagabundo y la Luna | Cuentos infantiles para niños
    
Érase una vez un extraño hombrecillo que moraba entre las sombras de una ciudad.
Prefería la noche al día, y al alba, se acomodaba sobre los tejados más mullidos de la capital.
La gente, que nada de él conocía, acostumbraba a susurrar en su espalda mientras el hombrecillo dormía, ajeno a los demás.
¡Pobre vagabundo! –se lamentaban los más bondadosos– ¡Qué vida tan desgraciada tendrá!
A aquel extraño vecino le acompañaba siempre un gato, lleno de tantas manchas que parecía vestido de lunares, y ¡hasta unas botitas blancas parecía calzar!
Poco más poseía aquel hombre, salvo una pequeña flauta que le alegraba las noches, mientras todos dormían y él despertaba. Y sin embargo, era el hombre más rico de la ciudad.
Cuando la ciudad dormía, todo se tornaba de paz y tranquilidad por las calles y recovecos de aquel lugar. Solo un pequeño hombrecillo y su gato de cien manchas permanecían en aquel momento con los ojos abiertos. Aquel pequeño hombrecillo, o vagabundo (como le llamaban),  hacía entonces sonar su flauta llenando las avenidas de alegría, color y magia.
Sentado a los pies de la mismísima luna, cada noche silbaba el músico al viento todas las melodías que recordaba.
¡Qué dichoso y afortunado me siento aquí sentado! – comentaba a menudo el músico acariciando a su curioso y pintoresco gato.
Arropadito por un buen manto de estrellas, tocaba y tocaba sin darse cuenta la noche entera, y cuando todos comenzaban a despertar volvía junto a su gato a buscar tejados mullidos donde poder reposar.
Así una y otra vez hasta que acabase el día, y la noche y la música tuviesen de
nuevo lugar.




WINTER´S PEAK 
Hace tiempo, mucho tiempo…el invierno no era tan frío como lo es ahora. Al menos, eso es lo que se rumorea en los pueblos cercanos a Winter’s Peak, el lugar más remoto y humilde que ha existido en toda la humanidad…El pueblo de la Navidad.
Entonces la ahora fría estación, se caracterizaba por corrientes tan suaves como las que rozan las rosadas mejillas de los niños en primavera, y la gente ansiaba su llegada con ilusión, sabedores de la alegría tan inmensa que cada año traía con él a la pequeña localidad.
Las luces de mil colores; el olor a siropes, jengibres y chocolate caliente inundando las calles y los resquicios de las puertas de las casas; el descanso escolar; los deseos hechos cartas y canciones; y sobre todo, los encuentros y abrazos de aquellas familias…ablandaban al invierno de tal manera, que se le hacía imposible cometer su función de traer la lluvia, el frío y la nieve, permaneciendo calmo y observador ante la muchedumbre alegre.
Sin embargo, con el tiempo, los habitantes de Winter’s Peak comenzaron a perder interés por el invierno y la Navidad. Ya no festejaban aquella fiesta como lo hacían antaño; ni olía tanto a dulce por los resquicios de las calles y las casas; ni se escribían cartas…ni apenas se reunían las familias ya.
Los habitantes de Winter’s Peak ya no soñaban, porque sentían que lo habían soñado todo ya. El invierno se sentía tan enfadado ante tanta ingratitud, que finalmente decidió realizar sus tareas, al tiempo que les mostraba la peor de sus caras a todos los vecinos de aquella localidad:
¡Qué frío tan horroroso! ¡Qué invierno tan duro y desolador!…–Exclamaban los lugareños ateridos de frío y azotados por incesantes lluvias y tormentas de nieve.
Tanto castigó a aquel pequeño pueblo el invierno, que nadie podía salir a la calle a la panadería de John Woodle, ni a la escuela, ni siquiera a la tienda de comestibles de la señorita Pich. Y tal fue la tristeza que provocó el aislamiento de frío y nieve en los habitantes de Winter’s Peak, que de nuevo se llenaron de sueños que pedirle a la Navidad. A su llegada, todos decidieron abrir sus puertas y fueron retirando poco a poco las sendas montañas de nieve, trabajando codo con codo en la espera última de celebrar como se merecía la mejor y más bella Navidad.
Se sintió tan satisfecho y emocionado el invierno ante aquel duro esfuerzo y sólida unión, que no dejó de llorar copos de cristal fino de nieve sobre las colinasde Winter’s Peak durante toda la Navidad; tan suaves, que ni siquiera mojaban. Sin embargo, se olvidó de atemperar los grados de aquellos finos y blancos copos de nieve, el pobre invierno ante tanta dicha. Y uno a uno, fueron congelando para siempre aquellos bellos instantes en Winter’s Peak, cual preciosas estampas navideñas.
Pobre Winter’s Peak…El pueblo de la Navidad, dicen. El lugar donde se endureció el triste y culpable corazón del frío invierno, que ya no se ablandaría jamás…




La Jirafa Dromedaria | Cuentos de animaleS
Érase una vez una Jirafa Dromedaria que habitaba en la sabana africana
Esta curiosa jirafa vivía al margen de su manada porque… ¡apenas se le parecía en nada!.
Su lomo asemejábase más al de un camello, o a un dromedario (o a un tobogán), y ni siquiera gozaba del cuello largo y rectilíneo del que disfrutaban el resto de las jirafas de aquella sabana. Ninguna de sus parientes jirafas podía ver en ella ni a una tía, ni a una hermana, ni siquiera a una prima lejana; ni contemplaban tampoco al verla, a alguien con quien compartir el agua o las sabrosas acacias. Recelosas, observaban muy erguidas en las alturas a aquel extraño animal, cuasi jorobado, que tanto se les acercaba.
La Jirafa Dromedaria cansada, con el tiempo, de agazaparse y correr siempre al rebufo del resto de la manada, decidió vagar sola por la sabana en busca de más jirafas dromedarias, en busca de una auténtica familia que en apenas algo se le asemejara.
Tras un tiempo observando y buscando su nuevo hogar, la Jirafa Dromedaria creyó haberlo encontrado al ver el pelaje de un leopardo, intentando camuflarse entre el pastizal.
Acercóse la insensata jirafa hacia el fiero animal, hasta que sus finos y largos bigotes pudo casi palpar. Pero el leopardo (creyendo ver al mismísimo demonio en la piel de un camello con sarampión) se quedó tan congelado cuando la llegó a observar, que concedió a la jirafa el tiempo justo para lograr escapar. Y emprendiendo como pudo una carrera, al trote de un paso muy vacilante y torpón, la Jirafa Dromedaria de nuevo retomó la búsqueda de su familia de verdad.
Harta de trotar para escapar del leopardo y de un posible ataque fatal, creyó divisar a lo lejos un paraíso de antílopes colosal. En la distancia, pudo olisquear el aroma de las hojas y de las vainas frescas que cubrían parte de los terrenos de aquel esbelto y bello animal, y cansada y apurada por el hambre, pensó haber llegado al hogar.
A su llegada, los antílopes no dudaron en dar la bienvenida a aquella invitada curiosa y particular. Agasajaron a la jirafa con hierbas frescas de temporada y, al anochecer, la acomodaron en un humilde rincón fresco de pasto para que pudiese reposar. Al día siguiente, ya descansada, la Jirafa Dromedaria se divirtió de lo lindo con las pequeñas y juguetonas crías del grácil antílope, las cuales se deslizaban por su espalda jorobada, como si recorriesen mil rampas a lomos de un tobogán. Qué gracia en sus saltos y movimientos… ¡qué cariño en cada uno de sus gestos!
La Jirafa Dromedaria, por primera vez, parecía formar parte de un grupo, de una manada; y nunca más se puso en marcha en busca de familiares por la sabana.
Qué extraño resultaba verla en medio de aquella tribu africana. ¡Qué familia tan disparatada formaban! Y qué felices
 los niños junto a su nueva amiga del alma.

Microcuentos infantiles 

PARA LOS PEQUEÑITOS


Los microrelatos microcuentos breves, son textos que narran historias de una forma muy condensada conuna extensión de unas pocas líneas. En nuestro espacio encontraréis microcuentos originales realizados por nosotros, que podréis leer en mucho menos de un minuto. ¡A por ellos!


MICROCUENTOS


·        
Microcuento infantil : El Niño Manuel
Ay, qué fuerte…
¡Qué fuerte gritaba el niño Manuel!
Al pobre, con menos de un año…
¡Ya le había salido la nuez!
  
 El Mago de los Deseos
«Quisiera ser libre como el viento, y moverme como las hojas acariciadas al sol», exclamó una
inocente y joven niña, ajena a que sus deseos escuchados habían sido, por un mago obediente
y muy trabajador.
Y así, poco a poco, los cabellos de la joven en ramas secas convirtió.
  
El acebo y el gorrión
  Microcuento
«Miles de kilómetros recorrió un pequeño gorrión, para posarse sobre la rama de acebo más bella del mundo.
Y sobre ella, esperó y esperó al amor verdadero, el romántico gorrión.»
  
El viento

 “De vez en cuando Eolo, el viento, acariciaba a los niños con su feroz aliento, emborrachándoles de ataques de risa y sueños…”

La Navidad
El niño de los pies descalzos observaba la Navidad, con toda su gente apresurándose entre las calles. Percibía sus rostros coléricos y nerviosos, mientras pisoteaban y empujaban a los descalzos con sus regalos…
Entonces, fue consciente de la pobreza de aquella gente. Retiró el cestillo, se sonrió, y se deseó la mejor de las navidades posibles.
   
La soberbia
 « ¡Tengo la habitación más triste del mundo!» –Espetó la niña llorosa en su enorme cuarto lleno de innumerables juguetes…
Y la soberbia se la comió.






SECCION 3



MAS  CUENTOS... Y COMO TRABAJAR CON LOS NIÑOS

Cuento: El Árbol De Las Risas

Esta historia comienza así: hace muchos años existía un famoso pueblito, alejado de la ciudad, llamado Glabilú. En el medio de la única placita que tenía, había un árbol, con hojas grandes, chicas, medianas, verdes, rojas, amarillas, celestes y muchos colores más. No sólo era hermoso, sino que regalaba sonrisas a toda la gente.
Cada vez que alguien se sentía un poquito triste, se iba hasta la plaza, se acercaba al árbol y automáticamente se empezaba a reír. Para los chicos, Risitas, que así lo llamaban a su árbol, era un amigo más. Esperaban ansiosos que llegara la tarde para poder ir a jugar junto a él. Se trepaban en sus ramas, le cantaban canciones, se divertían mucho. 
Una noche, el Señor Gogó, que era del pueblito vecino, fue hasta la placita. Miró para todos lado, se fijo que no hubiese nadie, y se acerco al árbol en puntitas de pie. Era un hombre muy malo y serio, y no le gustaba que sus vecinos siempre estuvieran alegres. Entonces, empezó a arrancarle las coloridas hojas a Risitas y a patearle su tronco ¡con mucha bronca!. El pobre árbol empezó a reír cada vez menos... hasta dejarlo de hacer por completo. Y cuando lo hizo, el Señor Gogó se fue satisfecho a su pueblo.
A la mañana siguiente el árbol amaneció enfermo, casi muerto. La gente se puso muy triste cuando lo vio, y la risa desapareció de sus caras. Entre ellos se miraban y se preguntaban: ¿qué le habrá pasado? ¿quién lo lastimó?. Se pusieron a juntar sus hojitas, a cuidarlo, a regarlo, pero Risitas seguía igual. Hasta que un día, decidieron que la forma para curarlo era darle lo mismo que el siempre les dio a ellos: RISAS. Se juntaron todos, hicieron una ronda alrededor del árbol, se agarraron de las manos y empezaron a reír. Y rieron cada vez más fuerte, tan fuerte que hasta la tierra comenzó a vibrar. Risitas empezó a tomar vida, le volvieron a salir sus coloridas hojas y con ellas, su alegría. Empezó riéndose bajito, casi no se lo oía, pero terminó riéndose tan alto que hasta contagió al Sol. Comenzaron a crecer muchas y muchas flores a su alrededor y se formó un arco iris, el más bello que habían visto en toda su vida. 
La risa empezó a contagiar a los pueblos vecinos y llegó hasta la casa del Señor Gogó, y sin darse cuenta, de sus labios, comenzaron a salir risas.
Y colorín, colorete, a este cuento se lo llevó un cohete.
FIN
Diferentes tipos de títeres
·         Títere de varilla o mango: De cabeza solamente, de cabeza con vestimenta, de silueta completa.
·         Títere de guante: Cómo se realiza
·         Titere de cono: Cómo se construye
·         Titere de dediles: Dediles y de dedos invertidos
·         Titere de manoplas. Simples y con fuelle



La Bruja Despelucada

Un día salió la bruja de su casa como en todas lastardes, como todos los días a divertirse, como siempre a molestar a los humanos; como siempre salía volando en su escoba desde la ventana de su casa, la más alta, la del ático; como siempre un despegue un poco escabroso por entre el único árbol que había y que pasaba justo por la ventana y como siempre lograba salir dando remolinos y vueltas en el  aire arruinando su peinado matutino y haciendo sus terribles fechorías como cualquier otra temible bruja despelucada. 
Esa misma noche cuando riéndose a carcajadas de las caras de los humanos que caían en sus trampas, vio a lo lejos una cosa circular blanca y  cuando la vio pensó en su cena, y cuando lo hizo  pensó en  ¡galleta!, y sin pensarlo dos veces salió disparada, a toda velocidad, en su búsqueda.
Cuando menos se dio cuenta la punta de su escoba estaba clavada en una gran galleta blanca y un silencio tan grande hizo que se le encresparan hasta los pelos de la escoba. Para su desgracia eso que había pensado que era una galleta,   era la luna; y 
los humanos al ver que en medio de la noche la luna se apagó quedaron estupefactos.
La bruja descontenta y encogida de la vergüenza  elevó anclas y regresó a la tierra. 
Los humanos extrañados pensaron que algo muy terrible le había sucedido  a la bruja  y corrieron a verla cuando se estrelló directamente ahora, contra el planeta. 
Al verla tan aporreada y pequeñita  le trajeron una canasta con grandes galletas.
Ella muy apenada les pidió perdón y prometió no volver a molestarlos nunca jamás, los vecinos quedaron tranquilos y regresaron a sus vidas felices; y aunque la bruja seguía viviendo en esa extraña casa y salía de vez en cuando a dar un paseo por las estrellas, nunca  molesto más  a las personas de aquel lugar. 
 
Enviado por
Lina Soto Afanador 
Bogotá Colombia 
LA SEMILLITA DORMIDA
Preparar un rotafolio de transparencias y narrar el cuento de "La semillita dormida"
1) Había una vez una semillita que estaba bien dormidita adentro de su casita, su casita estaba bajo la tierra.
2) Un día llegó el sol y con sus brazitos tibios comenzó a hacerle cosquillas en la pancita.¡Despiértate, dormilona!- le decía, pero la semillita remolona no quería abrir su casita. El señor sol comenzó a calentarla más y más y de pronto la semillita estiró de a poquitito una patita, esa patita se llama raíz.
3) Luego vino la señora lluvia y le mojó la carita con sus suaves gotitas. ¡Arriba, arriba hay que levantarse!
.-UUUUUUAAAAHHHHH, UUUUUJJJJJ - bostezaba la semillita y poquito a poco, fue estirando sus brazitos y rompiendo un poquitito su casita tibia.
4) El señor Sol y la señora lluvia la alentaban para que pronto saliera de abajo de la tierra, y estirara sus brazitos aún más.
5) Una tortuguita que pasaba por allí se sentó a esperar que semillita apareciera, total ella no teníamucho apuro, también vinieron algunas mariposas. 
6) De pronto unos pequeñísimos brotecitos comenzaron a asomarse en la húmeda tierra.¡Bienvenida! le dijeron todos, ahora sí me puedo estirar bien, dijo semillita! Y se estiró, se estiró como nosotros después de levantarnos de una linda siesta. 
7) A semillita comenzaron a salirle unas verdes hojitas y por último para recibir a la señora primavera que estaba por llegar, se vistió de hermosas flores, de muchos colores. la tortuguita y las mariposas, aplaudían muy contentas, y el señor Sol y la señora lluvia, sonreían muy satisfechos por haber ayudado a semillita a crecer feliz.
FIN

Algunas Actividades Para Trabajar El Cuento:

*Dramatizar el cuento.
*Cambiar el final del cuento, cambiar el principio del cuento.
*Dibujar utilizando alguna técnica a los personajes del cuento.
*Construir con material descartable el sol, la lluvia, animalitos, árboles, plantas, etc.
*Jugar con expresión corporal, utilizar sábanas. Nos escondemos, comenzamos a estirarnos como la semillita, con música bailar y moverse suavemente, estiramos los brazos, las piernas. 
*Inventamos sonidos con instrumentos no convencionales (sonido de la lluvia, el caminar de la tortuguita, como rompía la semillita su casita, etc, inventar sonidos de..)


La planta de Bartolo
(en “La torre de cubos”)
El buen Bartolo sembró un día un hermoso cuaderno en un macetón. Lo regó, lo puso al calor del sol, y cuando menos lo esperaba, ¡trácate!, brotó una planta tiernita con hojas de todos colores.

Pronto la plantita comenzó a dar cuadernos.
Eran cuadernos hermosísimos, como esos que gustan a los chicos. De tapas duras con muchas hojas muy blancas que invitaban a hacer sumas y restas y dibujitos.
Bartolo palmoteó siete veces de contento y dijo:
—Ahora, ¡todos los chicos tendrán cuadernos!
¡Pobrecitos los chicos del pueblo! Estaban tan caros los cuadernos que las mamás, en lugar de alegrarse porque escribían mucho y los iban terminando, se enojaban y les decían:
—¡Ya terminaste otro cuaderno! ¡Con lo que valen!
Y los pobres chicos no sabían qué hacer.
Bartolo salió a la calle y haciendo bocina con sus enormes manos de tierra gritó:
—¡Chicos!, ¡tengo cuadernos, cuadernos lindos para todos! ¡El que quiera cuadernos nuevos que venga a ver mi planta de cuadernos!
Una bandada de parloteos y murmullos llenó inmediatamente la casita del buen Bartolo y todos los chicos salieron brincando con un cuaderno nuevo debajo del brazo.
Y así pasó que cada vez que acababan uno, Bartolo les daba otro y ellos escribían y aprendían con muchísimo gusto.
Pero, una piedra muy dura vino a caer en medio de la felicidad de Bartolo y los chicos. El Vendedor de Cuadernos se enojó como no sé qué.
Un día, fumando su largo cigarro, fue caminando pesadamente hasta la casa de Bartolo. Golpeó la puerta con sus manos llenas de anillos de oro: ¡Toco toc! ¡Toco toc!
—Bartolo —le dijo con falsa sonrisa atabacada—, vengo a comprarte tu planta de hacer cuadernos. Te daré por ella un tren lleno de chocolate y un millón de pelotitas de colores.

—No —dijo Bartolo mientras comía un rico pedacito de pan.
—¿No? Te daré entonces una bicicleta de oro y doscientos arbolitos de navidad.
—No.
—Un circo con seis payasos, una plaza llena de hamacas y toboganes.
—No.
—Una ciudad llena de caramelos con la luna de naranja.
—No.
—¿Qué querés entonces por tu planta de cuadernos?
—Nada. No la vendo.
—¿Por qué sos así conmigo?
—Porque los cuadernos no son para vender sino para que los chicos trabajen tranquilos.
—Te nombraré Gran Vendedor de Lápices y serás tan rico como yo.
—No.
—Pues entonces —rugió con su gran boca negra de horno—, ¡te quitaré la planta de cuadernos!
—y se fue echando humo como la locomotora.
Al rato volvió con los soldaditos azules de la policía.
—¡Sáquenle la planta de cuadernos! —ordenó.
Los soldaditos azules iban a obedecerle cuando llegaron todos los chicos silbando y gritando, y también llegaron los pajaritos y los conejitos.
Todos rodearon con grandes risas al vendedor de cuadernos y cantaron “arroz con leche”, mientras los pajaritos y los conejitos le desprendían los tiradores y le sacaban los pantalones. Tanto y tanto se rieron los chicos al ver al Vendedor con sus calzoncillos colorados, gritando como un loco, que tuvieron que sentarse a descansar.
—¡Buen negocio en otra parte! —gritó Bartolo secándose los ojos, mientras el Vendedor, tan colorado como sus calzoncillos, se iba a la carrera hacia el lugar solitario donde los vientos van a dormir cuando no trabajan.  



Laura Devetach

El caso Gaspar

(en “Un elefante ocupa mucho espacio”)
Aburrido de recorrer la ciudad con su valija a cuestas para vender -por lo menos- doce manteles diarios, harto de gastar suelas, cansado de usar los pies, Gaspar decidió caminar sobre las manos. Desde ese momento, todos los feriados del mes se los pasó encerrado en el altillo de su casa, practicando posturas frente al espejo. Al principio, le costó bastante esfuerzo mantenerse en equilibrio con las piernas para arriba, pero al cabo de reiteradas pruebas el buen muchacho logró marchar del revés con asombrosa habilidad. Una vez conseguido esto, dedicó todo su empeño para desplazarse sosteniendo la valija con cualquiera de sus pies descalzos. Pronto pudo hacerlo y su destreza lo alentó: -¡desde hoy, basta de zapatos! ¡Saldré a vender mis manteles caminando sobre las manos!- exclamó Gaspar una mañana, mientras desayunaba. Y -dicho y hecho- se dispuso a iniciar esa jornada de trabajo andando sobre las manos.
Su vecina barría la vereda cuando lo vio salir. Gaspar la saludó al pasar, quitándose caballerosamente la galera: – Buenos días, doña Ramona. ¿Qué tal los canarios?
Pero como la señora permaneció boquiabierta, el muchacho volvió a colocarse la galera y dobló la esquina. Para no fatigarse, colgaba un rato de su pie izquierdo y otro del derecho la valija con los manteles, mientras hacía complicadas contorsiones a fin de alcanzar los timbres de las casas sin ponerse de pie.
Lamentablemente, a pesar de su entusiasmo, esa mañana no vendió ni siquiera un mantel. ¡Ninguna persona confiaba en ese vendedor domiciliario que se presentaba caminando sobre las manos!
– Me rechazan porque soy el primero que se atreve a cambiar la costumbre de marchar sobre las piernas… Si supieran qué distinto se ve el mundo de esta manera, me imitarían… Paciencia… Ya impondré la moda de caminar sobre las manos… -pensó Gaspar, y se aprestó a cruzar una amplia avenida.
Nunca lo hubiera hecho: ya era el mediodía… los autos circulaban casi pegados unos contra otros. Cientos de personas transitaban apuradas de aquí para allá.
– ¡Cuidado! ¡Un loco suelto! -gritaron a coro al ver a Gaspar. El muchacho las escuchó divertido y siguió atravesando la avenida sobre sus manos, lo más campante. – ¿Loco yo? Bah, opiniones…
Pero la gente se aglomeró de inmediato a su alrededor y los vehículos lo aturdieron con sus bocinazos, tratando de deshacer el atascamiento que había provocado con su singular manera de caminar. En un instante, tres vigilantes lo rodearon:
– Está detenido -aseguró uno de ellos, tomándolo de las rodillas, mientras los otros dos se comunicaban por radioteléfono con el Departamento Central de Policía. ¡Pobre Gaspar! Un camión celular lo condujo a la comisaría más próxima, y allí fue interrogado por innumerables policías:
– ¿Por qué camina con las manos? ¡Es muy sospechoso! ¿Qué oculta en esos guantes? ¡Confíese! ¡Hable!
Ese día, los ladrones de la ciudad asaltaron los bancos con absoluta tranquilidad: toda la policía estaba ocupadísima con el “Caso Gaspar -sujeto sospechoso que marcha sobre las manos”.
A pesar de que no sabía qué hacer para salir de esa difícil situación, el muchacho mantenía la calma y -¡sorprendente!- continuaba haciendo equilibrio sobre sus manos ante la furiosa mirada de tantos vigilantes. Finalmente se le ocurrió preguntar:
– ¿Está prohibido caminar sobre las manos?. El jefe de policía tragó saliba y le repitió la pregunta al comisario número 1, el comisario número 1 se la transmitió al número 2, el número dos al número 3, el número 3 al número 4… En un momento, todo el Departamento Central de Policía se preguntaba: ¿ESTA PROHIBIDO CAMINAR SOBRE LAS MANOS? Y por más que buscaron en pilas de libros durante varias horas, esa prohibición no apareció. No, señor. ¡No existía ninguna ley que prohibiera marchar sobre las manos ni tampoco otra que obligara a usar exclusivamente los pies!
Así fue como Gaspar recobró la libertad de hacer lo que se le antojara, siempre que no molestara a los demás con su conducta. Radiante, volvió a salir a la calle andando sobre las manos. Y por la calle debe encontrarse en este momento, con sus guantes, su galera y su valija, ofreciendo manteles a domicilio…
¡Y caminando sobre las manos!
Elsa Isabel Bornemann


Sapo verde

Publicado originalmente en la colección Los cuentos del Chiribitil del Centro Editor de América Latina (Buenos Aires, 1978). Actualmente agotado. Reproducido enImaginaria con autorización de la autora.
Humberto estaba muy triste entre los yuyos del charco.
Ni ganas de saltar tenía. Y es que le habían contado que las mariposas del Jazmín de Enfrente andaban diciendo que él era sapo feúcho, feísimo y refeo.
—Feúcho puede ser —dijo, mirándose en el agua oscura—, pero tanto como refeo... Para mí que exageran... Los ojos un poquitito saltones, eso sí. La piel un poco gruesa, eso también. Pero ¡qué sonrisa!
Y después de mirarse un rato le comentó a una mosca curiosa pero prudente que andaba dándole vueltas sin acercarse demasiado:
—Lo que a mí me faltan son colores. ¿No te parece? Verde, verde, todo verde. Porque pensándolo bien, si tuviese colores sería igualito, igualito a las mariposas.
La mosca, por las dudas, no hizo ningún comentario.
Y Humberto se puso la boina y salió corriendo a buscar colores al Almacén de los Bichos.
Timoteo, uno de los ratones más atentos que se vieron nunca, lo recibió, como siempre, con muchas palabras:
—¿Qué lo trae por aquí, Humberto? ¿Anda buscando fosforitos para cantar de noche? A propósito, tengo una boina a cuadros que le va a venir de perlas.
—Nada de eso, Timoteo. Ando necesitando colores.
—¿Piensa pintar la casa?
—Usted ni se imagina, Timoteo, ni se imagina.
Y Humberto se llevó el azul, el amarillo, el colorado, el fucsia y el anaranjado. El verde no, porque ¿para qué puede querer más verde un sapo verde?
En cuanto llegó al charco se sacó la boina, se preparó un pincel con pastos secos y empezó: una pata azul, la otra anaranjada, una mancha amarilla en la cabeza, una estrellita colorada en el lomo, el buche fucsia. Cada tanto se echaba una ojeadita en el espejo del charco.
Cuando terminó tenía más colorinches que la más pintona de las mariposas. Y entonces sí que se puso contento el sapo Humberto: no le quedaba ni un cachito de verde. ¡Igualito a las mariposas!
Tan alegre estaba y tanto saltó que las mariposas del Jazmín lo vieron y se vinieron en bandada para el charco.
—Más que refeo. ¡Refeísimo! —dijo una de pintitas azules, tapándose los ojos con las patas.
—¡Feón! ¡Contrafeo al resto! —terminó otra, sacudiendo las antenas con las carcajadas.
—Además de sapo, y feo, mal vestido —dijo una de negro, muy elegante.
—Lo único que falta es que quiera volar —se burló otra desde el aire.
¡Pobre Humberto! Y él que estaba tan contento con su corbatita fucsia.
Tanta vergüenza sintió que se tiró al charco para esconderse, y se quedó un rato largo en el fondo, mirando cómo el agua le borraba los colores.
Cuando salió todo verde, como siempre, todavía estaban las mariposas riéndose como locas.
—¡Sa-po verde! ¡Sa-po verde!
La que no se le paraba en la cabeza le hacía cosquillas en las patas.
Pero en eso pasó una calandria, una calandria lindísima, linda con ganas, tan requetelinda, que las mariposas se callaron para mirarla revolotearentre los yuyos.
Al ver el charco bajó para tomar un poco de agua y peinarse las plumas con el pico, y lo vio a Humberto en la orilla, verde, tristón y solo. Entonces dijo en voz bien alta:
—¡Qué sapo tan buen mozo! ¡Y qué bien le sienta el verde!
Humberto le dio las gracias con su sonrisa gigante de sapo y las mariposas del Jazmín perdieron los colores de pura vergüenza, y así anduvieron, caiduchas y transparentes, todo el verano.

SECCION 4

Fábulas infantiles cortas con moraleja para niños




La fábula es un estilo literario clásico y fantástico, caracterizado por la enseñanza de determinados valores, considerados importantes para la sociedad de cada momento. Estas fábulaspara niños y para el público en general, se caracterizan por su brevedad, por su ritmo narrativo, y por la didáctica de sus historias en forma de moraleja o alegorías. Se dice que las fábulas ya fueron cultivadas por los primeros hombres de la antigüedad, época en la cual destaca por encima de todos los fabulistas el griego Esopo, aunque su éxito rotundo lo alcanzarían en la Edad Media, gracias a escritores tan famosos como el escritor español Félix María Samaniego o el francésJean de La Fontaine.
La fantasía y aventuras que rodean a la mayoría de fábulas infantiles, junto a los personajes singulares y maravillosos que las habitan, reivindicaban ya su presencia en El Bosque.  ¡Esperamos que disfrutéis con esta nueva sección de contenido adaptado para vosotros!

  
Fábula infantil : El gallo y la zorra
Un gallo muy astuto, se encontraba un día vigilando su alrededor sobre la rama de un árbol, cuando de pronto se acercó una zorra y le dijo maliciosamente:
- ¡Hermano! Vengo a firmar la paz entre tu especie y la mía. No quiero que seamos enemigos nunca más. Baja rápido de ese árbol que podamos darnos un beso y un gran abrazo fraterno, para sellar así esta alianza de una vez por todas.
- ¡Amiga! -Contesto el gallo- ¡Me das la mejor de las noticias posibles! Esta paz que tanto hemos deseado… ¡Y salida de tus propios labios! ¡Qué casualidad! – Prosiguió el gallo- Por el fondo del camino diviso a dos enormes perros, que seguro vienen de recaderos a darme la buena nueva que ya me has avanzado tú.
De pronto, asustada la zorra por los supuestos perros, dijo:
- Bueno, hasta otra, que tengo mucha prisa. Ya lo celebraremos otro día…
Y el fiero animal salió corriendo campo a través, sin haber dado alcance a su presa. Mientras, el astuto gallo, se regocijaba sobre la rama del árbol de su hazaña y valentía. Le resultaba un auténtico placer haber conseguido engañar a quien engaña.

Fábula corta : El buey y la cigarra
Arando se encontraba un buey, cuando una cigarra, que a poca distancia se situaba, le dijo cantando:
- ¡Ay! ¡Qué surco tan torcido has hecho!

– Si no estuviera lo demás derecho, usted no conocería lo torcido.-Respondió sabiamente el buey.- A mi dueño sirvo bien, y me perdona entre muchos aciertos, un descuido.
De necia y envidiosa quedó retratada la cigarra, pues así resulta quien se atreve a afear un pequeño descuido, en medio de un gran cometido.
Fábula : El jilguero y el cisne

- ¡Calla ya, pajarillo vocinglero!- Exclamó un gran cisne a un humilde jilguero. ¿Por qué me provocas a cantar, cuando de mi voz sale la melodía más dulce, que jamás ha tenido lugar entre las aves?
El jilguero continuaba en sus trinos, y el cisne, ofendido continuó:
- ¡Qué insolencia! ¡Miren como me insulta el jilguerillo! Si no me decido a humillarle con mi canto, le habrá de dar gracias a mi gran prudencia y educación.
– ¡Claro que sí, canta!- respondió el jilguero interrumpiendo su canto- Y así escucharé esos cantos tan afamados que jamás he oído y que dices son mejor que los míos…
Tras esto quiso el cisne cantar, y dio un enorme y chirriante graznido. Y es que de nada sirve la fama, sino se corresponden las obras.

Fábula : El burro flautista
   Esta fabulita,
salga
 bien o mal,
se me ha ocurrido ahora
por casualidad.
Cerca de unos prados
que hay en mi lugar,
pasaba un borrico
por casualidad.
Una flauta en ellos
halló, que un zagal
se dejó olvidada
por casualidad.
Acercóse a olerla
el dicho animal,
y dio un resoplido
por casualidad.
En la flauta el aire
se hubo de colar,
y sonó la flauta
por casualidad.
« ¡Oh!-dijo el borrico-
¡Qué bien se tocar!
¡Y dicen que es mala
la música asnal!»
Sin reglas del arte
borriquitos hay
que una vez aciertan
por casualidad.
                      (Sin reglas del arte, el que en algo acierta… ¡es por obra de arte!)

Fábula para niños : La zorra y el cuervo

Un día, se encontraba un cuervo encaramado en la copa de un árbol, degustando un rico trozo de queso. Bajo el árbol que habitaba el cuervo, merodeaba una zorra que había sido atraída por el olorcillo del queso.
- ¡Buenos días, señor cuervo! ¡Qué bello plumaje viste! Desde luego, si su canto es igual a su plumaje… ¡será usted un auténtico primor!- Exclamó la zorra dirigiéndose al cuervo, con cierto tono irónico…
El cuervo, que no lo advirtió y no estaba acostumbrado a que le halagasen, por ser pájaro de mal agüero, abrió rápidamente el pico para mostrar a la zorra su magnífico canto, dejando caer el rico trozo de queso al suelo. En ese mismo instante, le dijo la zorra:
- No hay que dejarse embelesar por todo aquel que de coba, señor cuervo. La lección que le doy, ¡bien vale este trozo de queso!
Y el cuervo, muy avergonzado, juró que nunca más se dejaría engañar.

Fábula corta : La lechera


Juana la lechera caminaba muy contenta con su cántaro de leche sobre la cabeza. Imaginaba ya en qué forma gastaría todo el dinero que la venta del cántaro le iba a proporcionar: «Podré adquirir un cerdo, no me costará mucho cebarlo; con su venta ganaré dinero. Entonces me compraré una vaca, que tendrá un ternerillo; y más tarde seré dueña de un rebaño…».
Comenzó a dar saltos de alegría ante su idea, cuando de pronto tropezó, y el cántaro de leche cayó al suelo haciéndose mil pedazos. ¡Adiós al ternero, a la vaca, al cerdo y al rebaño! Desolada observaba el cántaro roto la lechera, consciente de haber sufrido la pérdida de su fortuna antes de lograrla.
Sin embargo, a pesar de los pesares, todos construimos castillos en el aire, porque no hay nada más humano ni esperanzador.

Fábula corta: Las ranas y las liebres

Una liebre meditaba un día en el escondrijo que le hacía las funciones de hogar. El animal se encontraba muy triste y asustado:
·         ¡Qué infelices son aquellos que nacen tímidos y miedosos! – Exclamaba sollozante. – No hay nunca comida que les aproveche, ni viven jamás de forma tranquila, siempre con sobresaltos de acá para allá. Pues, ¡así es mi vida! – Se lamentaba – El miedo me obliga a vivir siempre con los ojos abiertos… « ¡Puede corregirse!», dicen alegremente aquellos que se creen muy sabios…pero no saben nada.
Con estas palabras reflexionaba sobre su vida la liebre, en continua alerta ante cualquier peligro. El viento, las sombras, los ruidos…todo angustiaba al pobre animal.
De pronto, un día, al encogerse por un crujido en medio de la noche, corrió asustado como de costumbre hacia su madriguera. En la carrera, la liebre arrolló con una charca llena de pequeñas ranas que se espantaron al verle. Sobrecogido ante aquella escena, y casi apenado por haber sido el culpable de asustar a aquellos animales inocentes, la liebre comprendió que no era única en el mundo, y que el miedo podía habitar en cualquier ser y lugar.


Fábula infantil : El león y el ratón
Conviene que seamos generosos con todo el mundo, en la medida de nuestras fuerzas, pues con frecuencia necesitamos la ayuda de alguien más débil que nosotros… De esta verdad dará fe la fábula siguiente:
Un día que salió un ratoncillo de su agujero, muy aturdido, fue a caer entre las garras de un león. El león, rey de los animales, se mostró muy generoso y decidió no comerle y perdonarle  la vida. Pero aquella generosidad no había sido gratuita, y el león había visto en el insignificante ratón a un importante aliado.
Aquel fiero animal, había caído en unas redes de las cuales no podía escapar, y de nada le servían sus rugidos y sus temibles garras. En cambio, el ratoncillo… ¡qué bien se movía entre las redes! De este modo, trabajó a fondo con sus minúsculos dientes hasta roer la malla, y conseguir devolverle el favor al león de perdonarle la vida, desarmándole todos los nudos de la malla.
Y es que…consigue más la paciencia y el tiempo, que la ira y la fuerza bruta.

Fábula corta : El león y el mosquito

Encontrábase un día un león, reposando tranquilamente en la selva, cuando unmosquito trompetero decidió declararle la guerra.
- ¡No creas que tu título de rey me inquieta!- Exclamaba el insecto voladordesafiante al león, conocido como el rey de la selva.
Tras aquellas palabras, el mosquito, ni corto ni perezoso, empezó a rodear al león volando de un lado a otro, subiendo y bajando, mientras hacía sonar su larga trompeta.
¡El león rugía enfurecido ante el atrevimiento del mosquito! Y a pesar de sus intentos por zafarse, el mosquito le picaba en el lomo, en el hocico y hasta en la nariz, hasta que el león se derrumbó en el suelo por el cansancio.
Sentíase victorioso el mosquito, y alzando de nuevo su trompeta, retomó el camino por el que había venido. Pero tropezó en su marcha el mosquito con una tela de araña, y vencido se vio también.
Y es que no existen nunca peligros pequeños, ni tropiezos insignificantes.

Fábula corta : La Gallina de los Huevos de Oro

Dicen que la avaricia rompe el saco. Un buen ejemplo es del hombre que hubo una vez, cuya gallina todos los días le ponía un hermoso huevo de oro.
Aquel hombre, feliz por ser el dueño de tan increíble animal, imaginó que se haría rico con el tesoro que aquella gallina debía albergar en sus entrañas. Ni corto ni perezoso decidió sacrificar al pobre animal para poder comprobar cuánto brillaba el tesoro de la gallina. Sin embargo, al abrirla pudo comprobar con sus propios ojos, como aquella gallina era igual por dentro que aquellas que no ponían ni un solo huevo extraordinario. Y de esta forma fue como el hombre de la gallina de los huevos de oro, se privó de su gran fortuna.
Qué gran mensaje y lección para las personas egoístas…De la noche a la mañana, el rico se vuelve pobre por no conformarse con lo que gana.

Fábula corta : La Cigarra y la Hormiga

Érase una vez una descuidada cigarra, que vivía siempre al día y despreocupada, riendo y cantando,  ajena por completo a los problemas del día a día. Disfrutaba de lo lindo la cigarra del verano, y reíase de su vecina la hormiga, que durante el período estival, en lugar de relajarse, trabajaba duro a cada rato, almacenando comida y yendo de un lado a otro.
Poco a poco fue desapareciendo el calor, según se avecinaba el otoño y sus días frescos, y con él fueron desapareciendo también  todos los bichitos que la primavera había traído al campo, y de los cuales se había alimentado la cigarra entre juego y juego. De pronto, la desdichada cigarra se encontró sin nada que comer, y cansada y desganada, comprendió su falta de previsión:
·         ¿Podrías darme cobijo y algo de comer? – Dijo la cigarra dirigiéndose a la hormiga, recordando los enseres que esta última había recolectado durante el verano en su hormiguero.
·         ¿Acaso no viste lo duro que trabajé mientras tú jugabas y cantabas? – Exclamó la hormiga ofendida, mientras señalaba a la cigarra que no había sitio para ella en su hormiguero.
Y así, emprendió de nuevo el camino la cigarra en busca de un refugio donde pasar el invierno, lamentándose terriblemente por la actitud perezosa e infantil que había llevado en la vida.




SECCION 5 


JUEGOS VERBALES PARA MATERNAL

Las Hormiguitas

Unas por aquí, 
otras por allá, 
hormiguitas vienen, 
hormiguitas van...

La Gallina Bataraza

La gallina bataraza
puso un huevo en la canasta
Puso uno, puso dos, 
puso tres, puso cuatro, 
hasta mañana a las cuatro.

El Ovillo

Yo tengo un ovillo 
de hilo amarillo
empieza en la punta
termina en mi bolsillo.

Mi Manito

Que linda manito
que tengo yo.
Chiquitita y bonita
que Dios me la dió

oy Chiquito

Soy chiquitito
no alcanzo a la mesa, 
pongo un banquito
y ¡Pum! de cabeza.

Pepita De Ají

Soy chiquitito como una pepita de ají
pero tengo un corazón grande
para ¡quererte a tí!..

La Gallina Blanca

La gallina blanca (se hacen cosquillas en el dedo)
puso un huevo
en el sombreo.
Hice una tortilla (tirando de cada dedo)
con sal y perejil
un poquito lo comí (se recorre el brazo y se esconden los dedos en las axilas) 
y otro poco lo escondí.

l Huevito

Empezar con el dedo meñique
Este puso un huevito
éste le echó sal
éste lo cocinó
éste lo revolvió
y este pícaro gordito
se lo comió

La Luna

Luna, luneta, 
cascabeleta
si no comés pan
comes croqueta.
(Colombia)

inco Ratoncitos

Cinco ratoncitos
salen de la cueva
mueven el hocico, 
juegan a la rueda.

SECCION 6


COLMOSSSS

Cual es el colmo de un electricista?
VIVR EN LA CALLE CORRIENTE
¿Cuál es el colmo de la primavera?
TENER ALERGIA A LAS FLORES
¿Cuál es el colmo de un álamo en primavera?
EXTRAÑAR LA PELADA DEL INVIERNO
¿Cuál es el colmo de King kong?
VIVIR EN UNMONOAMBIENTE
¿Cuál es el colmo de un calvo?
COMPRARSE UN SOMBRERO Y QUE LE VENGA AL PELO
¿Cuál es el colmo de un mecánico?
COMPRARSE UN AUTO-RETRATO
¿Cuál es el colmo de la leche cortada?
QUE LE PONGAN UNA CURITA
¿Cuál es el colmo de un mudo?
SER UN HOMBRE DE PALABRA
¿Cuál es el colmo de un botón? 
SE R UN DESPRENDIDO
¿Cuál es el colmo de un policía? 
QUE LO ASALTE UNA DUDA
¿Cuál es el colmo de un farmacéutico? 
VIVIR EN LA CALLE REMEDIO DE ESCALADA
¿Cuál es el colmo de un cajero? 
QUE LO DEJEN SIEMPRE PAGANDO
¿Cuál es el colmo de un sastre? 
QUE NO PUEDA TOMAR NINGUNA MEDIDA
¿Cuál es el colmo de un oculista?
NO PEGAR UN OJO TODA LA NOCHE
¿Cuál es el esposo de una ballena?
El colectivo (porque va lleno):
Viene un chico y le dice a otro chico:
-Yo tengo un perro que dice papá y mamá.
-¿Y qué? Yo tengo una lata que dice arvejas.
Aviso Clasificado:
Pinto casas y voy a domicilio.
La mamá pulpo le dijo a su hijito:
-Tomáte de mi mano, de mi mano, de mi mano, de mi mano... 

¿Cuál es el personaje más tranquilo de la época colonial?
El sereno.
Chiste Gaucho:
-Oiga, don Zoilo, ¿le puso silla al caballo?
í, pero no se quiere sentar!!!



SECCION 7

ADIVINANZAS

PASOS PARA ENSEÑAR A CREAR ADIVINANZAS
En el conocido libro de Gianni Rodari, "Gramática de la fantasía" se describen los pasos paraconstruir adivinanzas. 
El autor las denomina operaciones.

Primera Operación:

Extrañamiento:

Elegir un objeto pero con la sorpresa que nos produce algo por primera vez. Separado de su significado y de su contenido habitual, el objeto pierde esa familiaridad que tiene, que nos hace identificarlo, y de tan conocido se transforma en misterioso. 
Por ejemplo 
el paraguas protege de la lluvia, es de tela, tiene mango.

Segunda Operación:

Asociación y comparación:

Tomamos alguna característica del objeto elegido, pero que no lo defina en su totalidad.
Por ejemplo 
la forma del paraguas. una especie de techito.

Tercera Operación.

Metáfora final.

Finalmente se presenta el objeto desde un lugar totalmente distinto, con lo cual se lo convierte en un desafío a la imaginación.

Cuarta Operación:

Se trata de rimar la flamante creación, aunque no siempre sea indispensable.
"Me llevan para la lluvia, 
me usan de techito, 
me cuelgan de la percha
cuando hay solcito."
(El paraguas)

ADIVINANZAS DE ANIMALES

Pasea de noche y duerme de día, 
le gusta la leche
y la carne fría. EL GATO

En caravana con sus amigas
pasa cargada
de hojas y migas. HORMIGAS

Lleva su casita, 
camina despacio, 
camina despacio, 
aunque tenga espacio. LA TORTUGA

Cortarse el pelo
ella se deja, 
no es la vaca, 
es la... OVEJA
Fabrica miel a toda hora, 
no es la oveja es la... AVEJA

Tantas manos le dio el mar
a este extraño pasajero
que lo quieren contratar
para que juegue de arquero.
EL PULPO

ADIVINANZAS DEL CUERPO HUMANO

Dos hermanos sonrosados
juntos viven sin hablar
pero deben separarse
cuando quieren conversar. LOS LAVIOS

Por más que busco desesperado, 
miro y miro, no las encuentro
pero las llevo a cada lado. LAS OREJAS

Todos en la fila
bien ordenaditos, 
me río y se ven
todos derechitos. LOS DIENTES
 
Vivo dentro de tus ojos
salgo solo en ocasiones;
cuando mamita me reta
o cuando me hago chichones. LAGRIMAS

Cuando huele algún perfume 
siempre se ensancha, 
y si le pica la punta
muchas veces dice: achíss.
NARIZ

ADIVINANZAS DE MEDIOS DE TRANSPORTES

Corre, corre derechito, 
sólo para en la estación;
si no sacas boleto
te darán un coscorrón
EL TREN
Va por el cielo
como ventarrón
lleva pasajeros
y anda a motor:
 EL AVION
Tiene motor, cuatro ruedas, 
ventanillas sin cortinas, 
un volante todo negro y también una bocina.
EL AUTO



SECCION 8
TRABALENGUAS


El perro de San Roque
no tiene rabo.
Porque Ramón Ramirez
 
se lo ha robado.
Poquito a poquito, 
Copete empaqueta
poquitas copitas
en
 este paquete.
El gallo Pinto no pinta
el que pinta es el
 pintor, 
que al gallo Pinto las pintas
pinta por pinta pintó
Pocos copos
Paca come.
Paca pone
pocos copos.
Chola y Chita
comen panchos
con cholo y cacho
en el quincho de cacho.
Pedro Pablo
Perez Pereira,
 
pobre pintor portugués,
 
pinta paisajes
por poca plata,
 
para pasear
por París.
Un diablo se cayó al pozo
y otro diablo lo sacó,
 
y el diablo dijo:
-¡Qué diablos!
¿Cómo diablos se cayó?
Habla claro, Clarita
que yo claro, clarito
aclaro tu clara hablita
¡Clarita!
El hipopótamo Hipo
está con hipo.
¿Quién quita el hipo
al hipopótamo Hipo?
Erre con erre, cigarro.
Erre con erre, carril.
Por la línea de los carros
corre el ferrocarril.
El cielo está enladrillado, 
¿quién lo desenladrillará?
El desenladrillador
que lo desenladrille
¡buen desenladrillador será!
Piquito, picotea
poquito a poquito
pica que te pica
con el piquito.
Roque el perro
Corre que te corre.
Rita la ratita
rie redondita.
Pablito clavó un clavito, 
¿qué clavito clavó Pablito?
Chana chapotea
en el charco chiquito
¡Que enchastre Chana!
Una chinche chinchuda
se chocó con un chuflín
quedó chata, pobre chinche
y chistosa comenzó a reir.
¿Qué pasa?
Paso a paso repaso,
 
paso a paso
pasa y repasa.
Ana ama la lana, la pala, la lata, 
asa patatas, trabaja de azafata.
Más Ana llama papa a la lana,
 
lana a la papa, lata a la lana.
Ana, Ana, ¡tanta macana aplana!
Sisi susurra susurros, 
susurrosos, susurrosamente.
Si Sissi susurrase susurros sin
susurrear susurrosamente, sus
susurros no serían
susurros susurrosos.
Frida y Francisco nos ofrecen
con frecuencia frescos
refrescos de frambuesa.
Tres tristes tigres
trigo tragaron
en un trigal.
¡Vaya, vaya 
con la yegua baya!
Que saltó la valla
a comer la baya.
Compré pocas copas, 
pocas copas compré;
y como compré
 
pocas copas,
 
pocas copas pagué.
 CANCION 

CUMBIA DEL MONSTRUO (Cumbia colombo-santafesina) 
L y M: Ruth Hillar
 

Al monstruo de la laguna....
 
le gusta bailar la cumbia....
 
Se empieza a mover seguro
 
de a poquito y sin apuro.
 

El monstruo de la laguna
 
empieza a mover la panza,
 
para un lado y para el otro,
 
parece una calabaza.
 

Mueve la panza.....
 
pero no le alcanza!
 

El monstruo de la laguna
 
empieza a mover las manos,
 
para un lado y para el otro
 
como si fueran gusanos.
 

Mueve las manos,
 
mueve la panza.....
 
pero no le alcanza!
 

El monstruo de la laguna
 
empieza a mover los hombros,
 
para un lado y para el otro
 
poniendo cara de asombro.
 

Mueve los hombros,
 
mueve las manos,
 
mueve la panza.....
 
pero no le alcanza!
 

El monstruo de la laguna
 
empieza con la cadera.
 
Para un lado y para el otro
 
pesado se bambolea.
 

Mueve la cadera,
 
mueve los hombros,
 
mueve las manos,
 
mueve la panza.....
 
pero no le alcanza!
 

El monstruo de la laguna
 
empieza a mover los pies,
 
para un lado y para el otro
 
del derecho y del revés.
 

Mueve los pies,
 
mueve la cadera,
 
mueve los hombros,
 
mueve las manos,
 
mueve la panza.....
 
pero no le alcanza!
 

El monstruo de la laguna.....
 
se para con la cabeza.....
 
con las patas para arriba....
 
¡Mirá que broma traviesa!
 

Mueve la cabeza,
 
mueve los pies,
 
mueve la cadera,
 
mueve los hombros,
 
mueve las manos,
 
mueve la panza.....
 
Hasta que se cansa!
credits
from NADA EN SU LUGAR, released 08 June 2013 
Daniela Ranallo: voz
 
Laura Ibañez: voz
 
Ruth Hillar: coros y acordeón
 
Nahuel Ramayo: batería y percusión
 
Daniel Bianchi: percusión
 
Gonzalo Carmelé: bajo
 

Invitado:
 
Sebastián Cúneo: coros
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